CAPÍTULO 49. ¡Nunca te lastimaría!Si una bomba hubiera caído en medio de aquella conversación, quizás hubiera hecho menos daño, pero en el mismo momento en que aquellas palabras salieron de la boca del señor Félix, Samuel supo que su buena suerte se había terminado allí.Naiara frunció el ceño y se levantó despacio, como si estuviera en la cámara lenta de una película de terror, y Sergio se apresuró a espantar de allí a todos los que pudiera, porque aquella conversación se prometía desastrosa y nadie más que la familia tenía por qué presenciarla.Y en el mismo segundo en que se quedaron solos Naiara encontró la fuerza para alcanzar un brazo del bombero y tocarlo, atrayendo su mirada solo para darse cuenta de que estaba llena de culpabilidad.—Samuel… ¿de qué está hablando el abuelo? —le preguntó con voz quebrada y Samuel sintió que el alma se le volvía un pequeño ovillo en la garganta.—De algo que no entiende —respondió él—. ¡De algo que sabe pero que no entiende!El señor Félix dio
CAPÍTULO 50. ¿¡Cuándo ibas a decírmelo?!Podía haber gritado, pero a la persona que realmente quería gritarle era la que se la estaba llevando y la impotencia de Naiara en aquel momento no tenía límites. Si abría la boca se enterarían hasta en el pueblo de que se estaba peleando con Samuel, así que dejó de forcejear mientras él la echaba sobre su hombro como el cavernícola que en el fondo llevaba dentro y esperó a que atravesaran los campos hasta llegar a la casa vieja.Fue solo cuestión de segundos desde que Samuel la puso en el suelo hasta que aquella bofetada hizo un eco feroz en el silencio de la noche. Naiara lo vio contener el aliento solo un instante, hasta que su pecho comenzó a subir y bajar pesadamente.—¿¡Cómo te atreviste!? —le espetó la muchacha—. ¿¡Cómo te atreviste a mentirme!?—¿¡Y qué querías que hiciera!? —replicó Samuel—. ¡Si te hubiera dicho mi nombre no habrías volteado a mirarme por segunda vez!—¡Y ese era mi derecho! ¡Era mi derecho decidir con la maldit@ infor
CAPÍTULO 51. Algo en comúnEra una maldit@ locura. Confiar en aquel momento en quien fuera, era simplemente una maldit@ locura, pero la verdad era que Naiara no sentía que tenía otra opción. Era evidente que el señor Mejía se había desentendido por completo del proceso de cosecha y que no les mandaría las máquinas ni los camiones.A seis días de tener que entregar el producto estaban completamente impotentes y Joaquín solo había llegado para desesperarse junto con ellos.No tenía ninguna responsabilidad en eso, incluso ya había cobrado su dinero por la replantación de la mitad de la hacienda, pero la amistad que su padre tenía con el señor Félix, y la que ahora lo acercaba a Naiara, hacía que compartiera su preocupación.—Tenemos que hacer algo, Naiara —la increpó con nerviosismo—. No podemos dejarlo solo a la suerte. ¡Si traigo hombres, mis empleados podrían ayudar o...!—Tendrías que traer más de trescientos empleados para poder recoger la cosecha en tan poco tiempo de forma manual
CAPÍTULO 52. Una confirmación.El pecho de Naiara subía y bajaba con fuerza, mientras toda aquella esperanza que se había negado a tener hasta el momento se desataba. Alcanzó a Samuel al pie del camión y él solo alargó la mano para tomar la suya.—Hiciste que vinieran... Lo conseguiste —susurró con voz temblorosa.—Te dije que confiaras en mí, renacuajo. Cada hombre tiene poder a su manera, y el mío siempre ha estado en servir —murmuró él con una sonrisa suave—. Lo bueno es que a la gente no se le olvida. Lamento haberme demorado tanto, pero no podemos dejar margen para que Mejía te dé alguna otra excusa estúpida. Esto no se ha terminado, Naiara. Las máquinas van a recoger aquí, y toda esta gente es de confianza, te lo juro, pero todavía falta que la empresa reciba las olivas y quiero estar allí para asegurarme de que eso pase.Los ojos de la muchacha se cristalizaron mientras sentía aquella caricia suave sobre su mano. Estaba cumpliendo cada palabra que le había dado, y era evidente
CAPÍTULO 53. No te quiero esconder nadaParecía que no había mucho más que decir. Samuel se daba cuenta perfectamente de que al señor Mejía no le estaba haciendo gracia nada de aquello, pero el hombre no tuvo más remedio que firmar el cheque, y no habían pasado ni cinco minutos cuando Samuel ya estaba saliendo de allí directamente a depositarlo en el banco, porque no iba a dar margen a que Mejía hablara con su padre y lo cancelara.Incluso había pensado en eso, porque aunque todo ya estaba cerrado, él tenía a alguien esperándolo para hacer el depósito correspondiente.Para las ocho de la noche, cuando todo aquello estuvo resuelto, por fin Samuel respiró tranquilo y de inmediato se dirigió hacia El Mirador.Por Sergio sabía que todo había terminado bien, pero sin dudas no esperaba lo que se iba a encontrar, porque apenas habían terminado la jornada, el abuelo había organizado una pequeña celebración para todos los que habían ido a ayudarlo. Ni siquiera sabía si Mejía había aceptado las
CAPÍTULO 54. ¿Qué es lo que quieres?Un toro de lidia habría tenido más paciencia y consideración que aquel hombre. Samuel lo conocía lo suficiente como para saber que la tolerancia y el amor no eran parte de su carácter. A su hijo menor lo despreciaba, porque Javier jamás había estado a la altura de Samuel, y a Samuel le guardaba un profundo rencor, por no haber estado a la altura todo lo que esperaba de él, de todos los planes que había hecho para él.Verlo convertirse en un bombero forestal había sido como patearle el hígado al distinguidísimo señor alcalde de Villahermosa. Seamos claros, eso no había impedido que usara el hecho para promulgar su buena voluntad al punto de entregar a su hijo al servicio a la comunidad, pero en el fondo todos sabían que eso solo era de la boca para afuera, porque Samuel Leal no hacía aquello desde los dieciocho años por su padre, sino porque realmente tenía el maldito corazón de un héroe.Así que después de todo el vademécum de decepciones del que F
CAPÍTULO 55. Lo correctoSamuel cerró los ojos por un instante y los gruñidos impotentes de Simba fueron lo que lo hicieron reaccionar. El labrador conocía a su padre, así que evidentemente no iba a atacarlo, pero Francisco había aprovechado para encerrarlo en el baño porque era evidente que si una confrontación se daba, Simba estaba más que preparado para defender a su dueño.Sin embargo no hacía falta que hubiera un animal de por medio para detener a Francisco de darle una paliza a su hijo (o al menos intentarlo), la sola acumulación de vecinos en la puerta escuchando el escándalo fue más que suficiente para que supiera que era hora de largarse.Samuel dejó salir a Simba y le hizo un gesto de agradecimiento a sus vecinos, que se dispersaron con ademán preocupado.Se dejó caer en el sofá con la cabeza entre las manos y el perro se acurrucó junto a él.—No pasa nada, muchacho, no pasa nada, solo tenemos que hacer esto y todo estará bien.Ni siquiera podía decir que no sabía cómo termi
CAPÍTULO 56. No lo olvides mañanaNaiara la abrazó porque no podía hacer otra cosa. Estaba feliz porque todo aquel desastre de la cosecha por fin se había solucionado. Estaba feliz porque ahora tenía con qué hacer los primeros pagos del crédito, y sostenerse hasta la cosecha del siguiente año. Estaba feliz porque sentía que podía confiar en Samuel. Estaba feliz porque sentía que la quería.Sin embargo nada podía evitar aquel presentimiento de que algo iba terriblemente mal.—Tienes que decirme qué está pasando, Samuel. Hay cosas que no me has dicho ¿verdad? —lo increpó ella con desesperación—. Hay cosas que no me has dicho que te van a separar de mí. ¿No es cierto?Samuel se llevó las manos a la cabeza tratando de que aquello no lo volviera loco de una vez.—Fue hace muchos años, éramos unos niños, Naiara. Este conflicto de tu familia y la mía viene desde hace muchos años. Ni siquiera puedo entender todavía por qué empezó o por qué mi padre está tan obsesionado con El Mirador, pero es