CAPÍTULO 51. Algo en comúnEra una maldit@ locura. Confiar en aquel momento en quien fuera, era simplemente una maldit@ locura, pero la verdad era que Naiara no sentía que tenía otra opción. Era evidente que el señor Mejía se había desentendido por completo del proceso de cosecha y que no les mandaría las máquinas ni los camiones.A seis días de tener que entregar el producto estaban completamente impotentes y Joaquín solo había llegado para desesperarse junto con ellos.No tenía ninguna responsabilidad en eso, incluso ya había cobrado su dinero por la replantación de la mitad de la hacienda, pero la amistad que su padre tenía con el señor Félix, y la que ahora lo acercaba a Naiara, hacía que compartiera su preocupación.—Tenemos que hacer algo, Naiara —la increpó con nerviosismo—. No podemos dejarlo solo a la suerte. ¡Si traigo hombres, mis empleados podrían ayudar o...!—Tendrías que traer más de trescientos empleados para poder recoger la cosecha en tan poco tiempo de forma manual
CAPÍTULO 52. Una confirmación.El pecho de Naiara subía y bajaba con fuerza, mientras toda aquella esperanza que se había negado a tener hasta el momento se desataba. Alcanzó a Samuel al pie del camión y él solo alargó la mano para tomar la suya.—Hiciste que vinieran... Lo conseguiste —susurró con voz temblorosa.—Te dije que confiaras en mí, renacuajo. Cada hombre tiene poder a su manera, y el mío siempre ha estado en servir —murmuró él con una sonrisa suave—. Lo bueno es que a la gente no se le olvida. Lamento haberme demorado tanto, pero no podemos dejar margen para que Mejía te dé alguna otra excusa estúpida. Esto no se ha terminado, Naiara. Las máquinas van a recoger aquí, y toda esta gente es de confianza, te lo juro, pero todavía falta que la empresa reciba las olivas y quiero estar allí para asegurarme de que eso pase.Los ojos de la muchacha se cristalizaron mientras sentía aquella caricia suave sobre su mano. Estaba cumpliendo cada palabra que le había dado, y era evidente
CAPÍTULO 53. No te quiero esconder nadaParecía que no había mucho más que decir. Samuel se daba cuenta perfectamente de que al señor Mejía no le estaba haciendo gracia nada de aquello, pero el hombre no tuvo más remedio que firmar el cheque, y no habían pasado ni cinco minutos cuando Samuel ya estaba saliendo de allí directamente a depositarlo en el banco, porque no iba a dar margen a que Mejía hablara con su padre y lo cancelara.Incluso había pensado en eso, porque aunque todo ya estaba cerrado, él tenía a alguien esperándolo para hacer el depósito correspondiente.Para las ocho de la noche, cuando todo aquello estuvo resuelto, por fin Samuel respiró tranquilo y de inmediato se dirigió hacia El Mirador.Por Sergio sabía que todo había terminado bien, pero sin dudas no esperaba lo que se iba a encontrar, porque apenas habían terminado la jornada, el abuelo había organizado una pequeña celebración para todos los que habían ido a ayudarlo. Ni siquiera sabía si Mejía había aceptado las
CAPÍTULO 54. ¿Qué es lo que quieres?Un toro de lidia habría tenido más paciencia y consideración que aquel hombre. Samuel lo conocía lo suficiente como para saber que la tolerancia y el amor no eran parte de su carácter. A su hijo menor lo despreciaba, porque Javier jamás había estado a la altura de Samuel, y a Samuel le guardaba un profundo rencor, por no haber estado a la altura todo lo que esperaba de él, de todos los planes que había hecho para él.Verlo convertirse en un bombero forestal había sido como patearle el hígado al distinguidísimo señor alcalde de Villahermosa. Seamos claros, eso no había impedido que usara el hecho para promulgar su buena voluntad al punto de entregar a su hijo al servicio a la comunidad, pero en el fondo todos sabían que eso solo era de la boca para afuera, porque Samuel Leal no hacía aquello desde los dieciocho años por su padre, sino porque realmente tenía el maldito corazón de un héroe.Así que después de todo el vademécum de decepciones del que F
CAPÍTULO 55. Lo correctoSamuel cerró los ojos por un instante y los gruñidos impotentes de Simba fueron lo que lo hicieron reaccionar. El labrador conocía a su padre, así que evidentemente no iba a atacarlo, pero Francisco había aprovechado para encerrarlo en el baño porque era evidente que si una confrontación se daba, Simba estaba más que preparado para defender a su dueño.Sin embargo no hacía falta que hubiera un animal de por medio para detener a Francisco de darle una paliza a su hijo (o al menos intentarlo), la sola acumulación de vecinos en la puerta escuchando el escándalo fue más que suficiente para que supiera que era hora de largarse.Samuel dejó salir a Simba y le hizo un gesto de agradecimiento a sus vecinos, que se dispersaron con ademán preocupado.Se dejó caer en el sofá con la cabeza entre las manos y el perro se acurrucó junto a él.—No pasa nada, muchacho, no pasa nada, solo tenemos que hacer esto y todo estará bien.Ni siquiera podía decir que no sabía cómo termi
CAPÍTULO 56. No lo olvides mañanaNaiara la abrazó porque no podía hacer otra cosa. Estaba feliz porque todo aquel desastre de la cosecha por fin se había solucionado. Estaba feliz porque ahora tenía con qué hacer los primeros pagos del crédito, y sostenerse hasta la cosecha del siguiente año. Estaba feliz porque sentía que podía confiar en Samuel. Estaba feliz porque sentía que la quería.Sin embargo nada podía evitar aquel presentimiento de que algo iba terriblemente mal.—Tienes que decirme qué está pasando, Samuel. Hay cosas que no me has dicho ¿verdad? —lo increpó ella con desesperación—. Hay cosas que no me has dicho que te van a separar de mí. ¿No es cierto?Samuel se llevó las manos a la cabeza tratando de que aquello no lo volviera loco de una vez.—Fue hace muchos años, éramos unos niños, Naiara. Este conflicto de tu familia y la mía viene desde hace muchos años. Ni siquiera puedo entender todavía por qué empezó o por qué mi padre está tan obsesionado con El Mirador, pero es
CAPÍTULO 57. Las peores verdadesCorrió detrás de él. Samuel corrió detrás de él golpeando ferozmente la puerta del conductor de aquella camioneta.—¡Basta, detente! —le gritó golpeando el cristal con el puño, pero sabía que con eso no lograría nada—. ¡Basta papá, no lo hagas! —exclamó y la única respuesta que obtuvo fue un tropezón cuando la camioneta aceleró alejándose de él.Maldiciendo entre dientes Samuel corrió hacia su propio coche, encendiéndolo y pisando el acelerador con fuerza, para dirigirse de inmediato hacia El Mirador, porque ese era exactamente el camino que estaba tomando su padre.Ese era el momento, no había otro. Ese era el momento en que lo perdía todo y no podía hacer nada al respecto. Y no se valía rezar para que Naiara o el abuelo no estuvieran en casa, porque en el estado en que estaba su padre, si tenía que sacarlos de debajo de la tierra entonces eso era exactamente lo que haría.El auto de Francisco Leal zigzagueó un par de veces de camino a El Mirador, hac
CAPÍTULO 58. ¡Tiene que hacer algo!—¡¿Esto era lo que querías!? —El grito de Samuel hizo reaccionar a todo el mundo, pero Francisco Leal ni siquiera se inmutó mientras lo veía arrodillarse junto al abuelo, que evidentemente estaba sufriendo un colapso.—¡Llama a una ambulancia, Naiara, ahora! —ordenó Samuel y por más que la muchacha quería que se alejara, en aquel mismo momento lo único que pasaba por su cabeza era qué hacer con el abuelo para que estuviera bien.Corrió dentro de la casa para alcanzar su celular y llamó a una ambulancia de inmediato. Y no habían pasado ni tres minutos cuando escucharon las sirenas.—Todo va a estar bien, abuelo, resiste —le suplicó con los ojos llenos de lágrimas—. Por favor, resiste, te lo ruego. No te me puedes ir ¿de acuerdo?Los paramédicos llegaron y lo atendieron en cuestión de segundos, mientras las palabras “posible infarto” resonaban en los oídos de Naiara, que empezaba a temblar violentamente.—Sube a la ambulancia —le dijo Samuel con tanta