CAPÍTULO 29. Un hombre mediocre—¡Te dije que no la buscaras! ¡Te advertí que no la acosaras! —exclamó Samuel entrando al despacho de su padre de un portazo, y Francisco Leal lo miró como lo miraba cada vez que su mayor orgullo se convertía en su mayor dolor de cabeza—. ¡Pero en lugar de eso me hiciste el caso del perro y te fuiste directamente a meter en la finca de los Bravo!Su padre se puso de pie y le hizo un gesto de fastidio.—¡Ay por favor, no fui a amenazarlos a punta de pistola! —espetó molesto—. ¡Cualquiera que te escuchara diría que fui a encañonarlos para que hicieran lo que quiero…! ¡Lo cual fue al contrario, por cierto, porque el que me apuntó una escopeta al pecho fue el desgraciado de Félix!—¡Porque sabes que no te quiere en sus tierras! —replicó Samuel—. ¿Para qué fuiste a meterte allí?—Pues para reiterar mi oferta de comprarle El Mirador. Félix Bravo es un viejo decrépito que no ha querido transar en todos estos años, pero pensé que a lo mejor la muchachita… —Fran
CAPÍTULO 30. Una relación en secretoPodría pensarse que aquella forma de reaccionar de Samuel tenía todo que ver con que Joaquín iba a estar casi todo el día casi todos los días pegado a ella en El mirador, supervisando lo de la replantación, pero la verdad era que eso era lo que menos le preocupaba al bombero en aquel momento.—Bueno… tiene que venir gente a hacer el trabajo —replicó Naiara—. No podemos hacerlo mi abuelo y yo, y Joaquín es el dueño del vivero que contratamos y…—No, no, renacuajo, no pregunto por eso —negó él apresurado—. Es solo que dijiste… ¿El banco les dio el crédito?Naiara respiró hondo y asintió porque él parecía preocupado por eso.—Sí, bueno… no fue fácil y se sintió… raro —murmuró—. Pero mi abuelo me dijo que eso era lo que esperaba.—¿Que esperaba qué? —la increpó Samuel que casi podía sentir el desastre cerniéndose sobre ellos—. ¿Que esperaba qué?Hasta ese momento Naiara había tenido dudas y preocupaciones, pero la expresión de Samuel la hacía sentir qu
CAPÍTULO 31. Un animal enojadoSamuel sintió como si lo estuvieran golpeando en pleno estómago con un martillo de demolición.—¡¿Viste a Javier?! —preguntó echándose hacia adelante y deteniendo el camión de golpe.—¡No, claro que no, no pudo ser Javier! —se corrigió Sergio encogiéndose de hombros—. ¿Cuándo en tu vida has visto a tu hermano trabajando en… cualquier cosa? ¿De verdad crees que estaría aquí, abriendo hoyos en el suelo con una pala para replantar árboles?Y aunque se suponía que aquello lo tranquilizara, porque no había verdad más grande que esa, Samuel estaba tan tenso que tenía todas las alertas disparadas, y su mirada corrió ansiosamente sobre aquel campo, pero no fue capaz de encontrar ni una sola persona que se le pareciera a su hermano o indicio de él.Encendió el camión nuevamente y se acercó a donde estaban los dueños y el jefe de aquel asunto. Samuel sabía que al señor Félix no le iba a hacer ninguna gracia verlo, pero también estaba seguro de que era lo suficient
CAPITULO 32. Un intruso en El MiradorLa noche estaba fresca. Dentro del calor habitual y todo el sol que había tomado ese día en el campo, a la par de los trabajadores, Naiara había terminado con un dolor de cabeza terrible que solo se le había pasado un poco con una ducha de agua helada.Había esperado con impaciencia a que el abuelo se durmiera, pero estaban pasando no sé qué partido de fútbol en la televisión y al parecer el señor Félix era un fanático absoluto.Ya pasaban de las once cuando por fin se despidió de ella con una sonrisa y cayó en su cama más rendido que un pedazo de madera, así que la muchacha se apresuró a saltar de su ventana, más ágil que una Julieta moderna, para irse a pecar con aquel Romeo al que definitivamente no podría ponerle mallas o las cuzcas del pueblo se lo secuestrarían en un segundo.Tomó el mismo sendero que siempre usaba para bajar hasta la casa vieja, y se aseguró de tener mucho cuidado en dónde pisaba, porque Joaquín había seguido al pie de la l
CAPÍTULO 33. Una sospecha confirmadaAlgo dentro de Samuel temblaba, y aunque se esforzaba por mantenerse ecuánime, no podía evitar presentir que el desastre estaba acechándolos.—¡¿Envenenando la tierra?! —exclamó Naiara con un jadeo ahogado, mientras sentía que las manos comenzaban a temblarle—. ¡¿Alguien trató de envenenar nuestra tierra?!Se acercó a Samuel para ver aquella garrafa y cayó sentada a su lado, sin poder creer que alguien fuera capaz de algo tan bajo.—No puede ser… ¿por qué…? ¿¡Por qué alguien querría hacer algo así, Samuel?! —susurró la muchacha con voz quebrada por la incredulidad y la sorpresa.—Esa es la pregunta del millón, renacuajo. ¿Quién querría hacer como eso? —murmuró él pensativo, como si hablara consigo mismo, pero para su eterna preocupación Naiara apretó los puños y golpeó la tierra a su lado.—¡Seguro que fue ese tipo, el que vino el otro día, el que está acosando a mi abuelo desde hace tantos años para que le venda las tierras…! —movió la mano frente
CAPÍTULO 34. Una pelea entre hermanos Entre la incredulidad de Javier y la rabia de Samuel solo una podía ser más fuerte y en aquel momento era más que obvio quién iba ganando. El mayor de los hermanos Leal sostenía al otro contra la pared, levantándolo al punto de que los pies de Javier no alcanzaban a tocar el suelo. —¿¡Pero qué haces? ¡¿Estás loco?! ¡Suéltame! —demandó pero Samuel solo se acercó más a él para escupir entre dientes. —¡Y tú no respondiste mi pregunta! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¿Cómo se te ocurrió meterte a la hacienda de los Bravo y lastimar a la nieta de Félix? —bramó y la verdad era que estaba haciendo un esfuerzo supremo por controlarse, porque solo de imaginar que aquello pudiera haber acabado mucho peor, le había hervir la sangre. —¡No sé de qué me estás hablando! —gritó Javier y Samuel lo soltó, dejándolo poner los pies en el suelo solo para alcanzar su brazo herido y apretarlo con tanta fuerza que el alarido de su hermano resonó en toda la casa. Trató de forc
CAPÍTULO 35. La verdadera preguntaEra un presentimiento, o quizás solo fuera aquel instinto de supervivencia que desde hacía años lo hacía desconfiar de todos, especialmente de cada palabra que salía de la boca de su padre. Pero Samuel juraba que podía ver la mentira en sus ojos, como si le gritara.Tal vez Francisco Leal no le había ordenado directamente a su hijo menor que envenenara las tierras de El Mirador, sin embargo eso no significaba que no estuviera de acuerdo con eso.Le gustara reconocerlo o no, Javier era un cobarde. Desde que era un niño solo trataba de conseguir la aprobación de su padre por todos medios, incluso los menos decentes, así que Samuel estaba seguro de que si se había atrevido a meterse a las tierras de los Bravo para intentar arruinarlas, era porque algo sabía o algo le había escuchado decir a Francisco sobre el verdadero interés que tenía sobre los predios de El Mirador.La verdadera pregunta, entonces era: Si no se trataba de la tierra en sí, ¿entonces q
CAPÍTULO 36. Guarda y seguridadSamuel definitivamente conocía a un montón de gente, había pasado toda su vida en aquella región, así que eran muy pocas las personas a las que no conocía. La cuestión era que estaba más que seguro de que el señor Félix tenía exactamente sus mismos contactos, y si no lograban conseguir algo por ellos mismos, entonces había poco que Samuel pudiera hacer al respecto.No quería decírselo abiertamente, pero presentía que su padre sería el primero en ponerle un obstáculo tras otro para que no consiguiera un buen comprador para las olivas.Sin embargo por el momento, además de apoyarla y animarla, no había mucho que pudiera hacer.—Escucha, todavía faltan un par de meses para la primera recogida de las olivas, e incluso si no encontraras un comprador interesado, todavía quedarían un par de meses más antes de tener que recoger para que la fruta no se pudra —le explicó—. Estoy convencido de que vas a poder encontrar a alguien que quiera comprar las olivas antes