CAPÍTULO 26. Una desgraciaEl abuelo parecía furioso, al punto de no escuchar razones mientras Naiara corría tras él fuera de la casa.—¡Abuelo! ¡Deja eso! ¡¿Qué está pasando…?!Pero la primera respuesta que obtuvo fue un hombre elegantemente vestido que se acercaba a ellos. Debía tener más o menos la edad de su padre y a la muchacha le resultaba extrañamente familiar, pero no podía decir de dónde. Quizás era alguien que había conocido de niña, antes de irse a América, pero la verdad era que no lo recordaba.Lo que sí era evidente era que el señor Félix no lo quería cerca, porque estaba segura de que su abuelo no salía a recibir a todo el mundo con una escopeta.—¡¿Qué demonios quieres en mis tierras, Francisco?! —espetó furioso, cargando la escopeta, pero el hombre frente a ellos levantó las manos a la altura de la cabeza con un gesto inofensivo.—Solo vengo a hablar —respondió el hombre y Naiara frunció el ceño viendo aquella interacción.—¡Pues esto es propiedad privada y tengo tod
CAPÍTULO 27. La familia LealNi siquiera era capaz de explicarlo, pero la boca de Samuel sobre la suya enviaba tantas descargas de placer a nada fibra de su cuerpo, que Naiara sentía como si estuviera a punto de quebrarse.Quizás era demasiado pronto para que aquello se les pasara, pero solo unos minutos después aquel fuego se hacía insoportable y él le daba la vuelta para que apoyara las manos en la puerta de la camioneta. Para cuando le subió aquel maldito vestido sobre las caderas ella ya estaba gimiendo con desesperación. Los dedos de Samuel se colaron en su sexo, haciéndola ahogar un grito y salieron de allí tan mojados que tuvo que apoyar la frente en la cabeza de Naiara y cerrar los ojos para no descontrolarse.—¿Por qué me haces esto, renacuajo? ¿No te das cuenta de que vine a enamorarte y todo eso? —le preguntó con un gruñido lleno de urgencia mientras sus labios le recorrían la curva del hombro hasta la oreja.Naiara solo tuvo un segundo para ver aquel lindo ramo de flores q
CAPÍTULO 28. El mundo es de los valientesNaiara estaba nerviosa. Se había levantado muy temprano para ir con el abuelo al banco, y se alegró de que a él lo respetaran lo suficiente como para no hacerle un desplante. No le gustaba para nada lo que estaba sucediendo en el pueblo, pero jamás había asumido que aquella agresividad latente en los pobladores era precisamente por él.Sin embargo ese día el agente del banco le puso sobre la mesa todas las opciones de créditos, y también todos los motivos por los que le aprobarían aquella solicitud de inmediato.—Pero es que… ¿está seguro? —preguntó la muchacha con suspicacia y en la expresión del señor Félix pudo ver que él también lo encontraba extraño—. Estuve revisando y el historial de ingresos de mi abuelo en los últimos años no ha sido el mejor…—Sí, eso es cierto, pero don Félix ha sido cliente de este banco toda la vida. No podemos negarnos a ayudarlo —sentenció el gerente del banco con una sonrisa—. Vamos a poner a correr el proceso
CAPÍTULO 29. Un hombre mediocre—¡Te dije que no la buscaras! ¡Te advertí que no la acosaras! —exclamó Samuel entrando al despacho de su padre de un portazo, y Francisco Leal lo miró como lo miraba cada vez que su mayor orgullo se convertía en su mayor dolor de cabeza—. ¡Pero en lugar de eso me hiciste el caso del perro y te fuiste directamente a meter en la finca de los Bravo!Su padre se puso de pie y le hizo un gesto de fastidio.—¡Ay por favor, no fui a amenazarlos a punta de pistola! —espetó molesto—. ¡Cualquiera que te escuchara diría que fui a encañonarlos para que hicieran lo que quiero…! ¡Lo cual fue al contrario, por cierto, porque el que me apuntó una escopeta al pecho fue el desgraciado de Félix!—¡Porque sabes que no te quiere en sus tierras! —replicó Samuel—. ¿Para qué fuiste a meterte allí?—Pues para reiterar mi oferta de comprarle El Mirador. Félix Bravo es un viejo decrépito que no ha querido transar en todos estos años, pero pensé que a lo mejor la muchachita… —Fran
CAPÍTULO 30. Una relación en secretoPodría pensarse que aquella forma de reaccionar de Samuel tenía todo que ver con que Joaquín iba a estar casi todo el día casi todos los días pegado a ella en El mirador, supervisando lo de la replantación, pero la verdad era que eso era lo que menos le preocupaba al bombero en aquel momento.—Bueno… tiene que venir gente a hacer el trabajo —replicó Naiara—. No podemos hacerlo mi abuelo y yo, y Joaquín es el dueño del vivero que contratamos y…—No, no, renacuajo, no pregunto por eso —negó él apresurado—. Es solo que dijiste… ¿El banco les dio el crédito?Naiara respiró hondo y asintió porque él parecía preocupado por eso.—Sí, bueno… no fue fácil y se sintió… raro —murmuró—. Pero mi abuelo me dijo que eso era lo que esperaba.—¿Que esperaba qué? —la increpó Samuel que casi podía sentir el desastre cerniéndose sobre ellos—. ¿Que esperaba qué?Hasta ese momento Naiara había tenido dudas y preocupaciones, pero la expresión de Samuel la hacía sentir qu
CAPÍTULO 31. Un animal enojadoSamuel sintió como si lo estuvieran golpeando en pleno estómago con un martillo de demolición.—¡¿Viste a Javier?! —preguntó echándose hacia adelante y deteniendo el camión de golpe.—¡No, claro que no, no pudo ser Javier! —se corrigió Sergio encogiéndose de hombros—. ¿Cuándo en tu vida has visto a tu hermano trabajando en… cualquier cosa? ¿De verdad crees que estaría aquí, abriendo hoyos en el suelo con una pala para replantar árboles?Y aunque se suponía que aquello lo tranquilizara, porque no había verdad más grande que esa, Samuel estaba tan tenso que tenía todas las alertas disparadas, y su mirada corrió ansiosamente sobre aquel campo, pero no fue capaz de encontrar ni una sola persona que se le pareciera a su hermano o indicio de él.Encendió el camión nuevamente y se acercó a donde estaban los dueños y el jefe de aquel asunto. Samuel sabía que al señor Félix no le iba a hacer ninguna gracia verlo, pero también estaba seguro de que era lo suficient
CAPITULO 32. Un intruso en El MiradorLa noche estaba fresca. Dentro del calor habitual y todo el sol que había tomado ese día en el campo, a la par de los trabajadores, Naiara había terminado con un dolor de cabeza terrible que solo se le había pasado un poco con una ducha de agua helada.Había esperado con impaciencia a que el abuelo se durmiera, pero estaban pasando no sé qué partido de fútbol en la televisión y al parecer el señor Félix era un fanático absoluto.Ya pasaban de las once cuando por fin se despidió de ella con una sonrisa y cayó en su cama más rendido que un pedazo de madera, así que la muchacha se apresuró a saltar de su ventana, más ágil que una Julieta moderna, para irse a pecar con aquel Romeo al que definitivamente no podría ponerle mallas o las cuzcas del pueblo se lo secuestrarían en un segundo.Tomó el mismo sendero que siempre usaba para bajar hasta la casa vieja, y se aseguró de tener mucho cuidado en dónde pisaba, porque Joaquín había seguido al pie de la l
CAPÍTULO 33. Una sospecha confirmadaAlgo dentro de Samuel temblaba, y aunque se esforzaba por mantenerse ecuánime, no podía evitar presentir que el desastre estaba acechándolos.—¡¿Envenenando la tierra?! —exclamó Naiara con un jadeo ahogado, mientras sentía que las manos comenzaban a temblarle—. ¡¿Alguien trató de envenenar nuestra tierra?!Se acercó a Samuel para ver aquella garrafa y cayó sentada a su lado, sin poder creer que alguien fuera capaz de algo tan bajo.—No puede ser… ¿por qué…? ¿¡Por qué alguien querría hacer algo así, Samuel?! —susurró la muchacha con voz quebrada por la incredulidad y la sorpresa.—Esa es la pregunta del millón, renacuajo. ¿Quién querría hacer como eso? —murmuró él pensativo, como si hablara consigo mismo, pero para su eterna preocupación Naiara apretó los puños y golpeó la tierra a su lado.—¡Seguro que fue ese tipo, el que vino el otro día, el que está acosando a mi abuelo desde hace tantos años para que le venda las tierras…! —movió la mano frente