CAPITULO 5

Los días que siguieron, Fernando mantuvo una relación estrictamente laboral conmigo, solo se limitó a dirigirme la palabra por temas de trabajo, incluso delegó parte de mis tareas como asistente a Carina y debido a eso no tuvimos mucho contacto dentro de la oficina.

Por un lado me sentía aliviada al saber que él estaba manteniendo la distancia dentro del ámbito laboral pero por otro lado extrañaba esa confianza que teníamos antes.

Luego de aquel encuentro con Daniel, quedamos en salir a cenar el viernes por la noche, por eso ese mismo día terminé lo más rápido que pude todas mis tareas en el oficina, y por último me dirigí a mi departamento para cambiarme de ropa.

Iba de camino al restaurante donde el me había citado cuando inesperadamente recibí una llamada de Fernando.

—¿Qué ocurre? —le pregunté mientras me orillaba a un costado de la carretera.

—En una hora te espero en el hotel al que fuimos aquella vez. ¿Aún recuerdas la dirección?.

—Si lo recuerdo, pero no iré. Ya tengo planes para esta noche y...

—¡Cancela tus planes! —me colgó antes de que pudiera contestarle.

Tiré el teléfono sobre el asiento del acompañante y luego me abracé al volante mientras pensaba en que debería hacer. Sabía perfectamente que si no iba al hotel, de seguro Fernando se molestaría conmigo pero tampoco podía dejar plantada a Daniel, además él debe entender que yo también tengo derecho a tener una vida privada, por eso después de meditarlo por un par de segundos decidí ir a la cita con mi amigo.

Al llegar al restaurante, el ya me estaba esperando en la mesa que había reservado y después de saludarnos con un abrazo, ordenamos el menú que íbamos a consumir.

—¿Y cuéntame cómo has estado? ¿Pensaste en lo que te dije la última vez que nos vimos? —me preguntó mientras me servía una copa de vino.

—¿Te refieres a ayudarme con mi problema? —dije en tono de burla a lo cuál el asintió decidido —. Y entonces dime, ¿cómo podrías ayudarme —obviamente estaba siendo sarcástica, aunque por otro lado, también quería saber cuáles eran sus intenciones.

—Rocio sé que no estoy en tu lugar y tampoco entiendo que es lo que te une a Fernando, pero sí puedo darte mi opinión como amigo —dejó la copa sobre la mesa y luego entrelazó sus dedos mientras me miraba fijo —. Dime, ¿qué esperas conseguir con esa relación? ¿Acaso te vas a conformar con ser su amante por el resto de tu vida?.

—Tú no lo entiendes —sonreí de lado.

—Puede que no lo entienda, pero también me doy cuenta que cuando una persona desarrolla un apego tan fuerte hacia otra, no es fácil terminar con eso de la noche a la mañana. Lo que sientes por Fernando no es amor, es una dependencia emocional que te terminará destruyendo. Por eso mismo es que estoy dispuesto a ayudarte, porque se que por voluntad propia no vas a dejarlo —me quedé observándolo en silencio sin saber que decir, obviamente estaba en lo correcto, yo jamás sería capaz de alejarme de Fernando por mi propia voluntad.

—¿Y que crees que debería hacer?

—Debés alejarte cuánto antes de él y de todo lo que lo involucre.

—¿Estás insinuando que renuncie a mí trabajo y me mudé de ciudad? —sonreí con sarcasmo.

—Eso mismo es lo que trato de decir. Debés hacerlo ahora que tú relación con él aún no ha sido descubierta. ¿Qué crees que pasará cuando su familia sepa lo de ustedes? ¿Estarás dispuesta a afrontar las consecuencias de tus actos? —apreté el tenedor con mi mano al pensar en esa posibilidad.

—No lo sé. No tengo idea de que haría en esa situación. Sé muy bien que lo que hacemos está mal y por eso mismo he intentado mantenerme alejada, pero cada vez que lo tengo cerca, no puedo resistirme a él.

—Debés hacer el esfuerzo de dejar a Fernando. No puedes continuar siendo su amante, tú te mereces algo mucho mejor —apoyó su mano sobre la mía —. Rocio, escucha... Tengo unos amigos que viven en Europa, si tú quieres puedo conseguirte estadía y trabajo allá.

—Déjame pensarlo. Irme de este país y dejar toda mi vida atrás, no es algo que se pueda decidir deliberadamente de un momento a otro.

—Está bien, tómate el tiempo que necesites, pero piensa que eso es lo mejor para ti. Hasta que no cortes los lazos que te unen a él, no podrás ser feliz —asentí levemente a sus palabras sin agregar nada más.

El resto de la velada no hablamos demasiado ya que el ambiente entre ambos había quedado algo tenso después de aquella conversación. Pero aunque me pese, tengo que aceptar que el tiene razón, debo terminar con esta extraña relación antes de que las cosas se compliquen aún más, porque si los demás se llegasen a enterar de lo nuestro, estoy segura que sería una catástrofe para ambos.

Después de terminar mi cena, me despedí de Daniel y regresé a mi departamento.

Era bastante tarde y solo quedaban pocas personas transitando por la ciudad.

Mientras conducía, aún seguía pensando en la propuesta de Daniel, también estaba preocupada por como estaría Fernando después de haber faltado a nuestra cita, aunque él tiene que entender que no puedo estar a su disposición cada vez que quiera.

Dejé el auto aparcado en el estacionamiento del edificio y luego subí las escaleras hasta mi departamento.

Al llegar al tercer piso comencé a rebuscar la llave dentro de mis bolsillos mientras me encaminaba hacia mí humilde morada, pero cuando llegué me encontré con una sorpresa inesperada.

Fernando estaba sentado en el piso junto a la puerta de mi departamento mientras fumaba un cigarrillo.

—¿Dónde estabas? Te estuve esperando en aquel asqueroso hotel durante dos largas horas —murmuró sin mirarme.

—Te dije que tenía un compromiso —coloqué la llave en la cerradura —. ¿Me puedes decir a qué viniste hasta aquí?

Él se levantó ayudándose de la pared, no se veía bien y al parecer había estado bebiendo más de la cuenta.

—Vine a saber porque carajo me dejaste plantado —se acercó a mí rostro mirándome profundamente a los ojos.

—Acabo de decírtelo. Ahora regresa a tu casa, es tarde y ambos debemos descansar —giré la llave y luego abrí la puerta.

—Voy a pasar la noche aquí. No puedo conducir en este estado.

—Si es así, te pediré un taxi —antes de que pudiera tomar el teléfono, él me sujeto de las muñecas mientras me acorralaba contra la pared.

—Dije que me quedaré aquí. No quiero regresar a mi casa con esa horrible mujer. Ya no la soporto —apretó su agarre haciéndome sentir un poco de dolor —. Prometo no hacer nada, solo déjame pasar la noche aquí —levanté mi mirada hacia su rostro.

—La última vez dijiste lo mismo —le reproché apretando los dientes.

—Lo sé, pero está vez no miento. Sé que la última vez te obligué a acostarte conmigo haciéndote sentir culpable, pero ya no voy a presionarte, Rocio. Lo prometo —me fue soltando lentamente hasta apartarse de mí.

Se notaba que no estaba pasando por un buen momento y al igual que siempre, mi debilidad por él, fue más fuerte que mi propio orgullo.

—Bien, puedes quedarte y dormir en el sofá.

—De acuerdo —él se dió la vuelta y luego se dirigió hacía el sofá en donde se sentó y comenzó a quitarse los zapatos.

—Si quieres puedes darte un baño, también puedo prestarte una bata.

—¿Tienes algo que me quede? Tu eres mucho más pequeña que yo —rodé los ojos debido a su comentario.

—Déjame ver qué puedo encontrar.

Fui hasta el armario de mi habitación y comencé a buscar hasta que encontré algo que pudiera quedarle, después me dirigí hacia el baño y le entregué la prenda para que pudiera estar más comodo.

Estaba bastante confundido con su actitud, incluso no parecía el mismo de hace unas noches atrás.

Quizás estaba siendo indiferente conmigo porque falté a mi cita con él o puede que finalmente entendiera que yo ya no quiero continuar con lo nuestro.

Regresé a mi habitación y me acosté en silencio mirando hacia la puerta, esperando que él entrara con alguna tonta excusa, pero sin embargo no lo hizo, solo oí sus pasos dirigiéndose a la sala y luego el silencio absoluto.

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