Capítulo 002
—No sabía mucho sobre su madre porque murió cuando ella era pequeña, pero sus abuelos siempre le contaron cosas buenas sobre ella. Le dijeron que fue una talentosa diseñadora de joyas, pero que una enfermedad le arrebató la vida siendo joven. Max se acercó más a Yudith, la apuntó con el dedo y la miró con una expresión sombría. —¿Sabes quién es tu padre? —le preguntó con voz tensa. Yudith no tenía respuesta para esa pregunta. —¡Vamos, dime! ¡Responde! —gritó Max, con la sangre inyectada en los ojos. Yudith temblaba de miedo. No podía responder porque nunca conoció a su padre, y sus abuelos jamás le hablaron de él. —¡¿Lo entiendes ahora?! —agregó Max, la rabia evidente en su voz—. ¡El simple hecho de que seas el maldito engendro nacido de la relación entre mi padre y la zorra de tu madre me repugna hasta los huesos! Max respiró profundamente, tratando de contener su ira, pero continuó con más furia: —Mi madre se suicidó por su culpa. Ver tu cara me da asco y repulsión. Y no pienses que puedes escapar de aquí. Te encontraré y te arrastraré de vuelta. Te encerraré en esta casa por el resto de tu vida. De aquí solo saldrás muerta, ¿me escuchaste? Los oídos de Yudith zumbaban. Sentía el temblor en su cuerpo y un dolor punzante en el pecho. Todo lo que acababa de escuchar era demasiado para ella. Salió corriendo y subió las escaleras como una bala. Entró en su habitación y se metió directamente bajo la ducha fría. El agua caía sobre su espalda, pero ni siquiera podía respirar con normalidad. Era imposible imaginar que su primer amor, su único amor durante tres años, pudiera ser su hermano de sangre. Pensar en esa posibilidad era como un puñal clavado en el pecho. Max siempre había sido distante. Él pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo, mientras ella le preparaba el almuerzo y lo esperaba en la entrada de la empresa. Pero Max siempre la ignoraba. Un día, alguien la reportó como acosadora y llamó a la policía. Yudith pensó que Max aclararía el malentendido, pero él simplemente dijo que no la conocía. Esa noche la pasó en la comisaría, y al regresar a casa, tuvo que soportar más insultos. —No quiero volver a verte en mi empresa —le había dicho Max con frialdad—. Patética, creyéndote mi esposa, cuando todos saben que Cecilia es mi verdadera prometida. No eres más que una sombra comparada con ella. Con el tiempo, perdió toda esperanza. Aunque pensó muchas veces en regresar a casa, cuando hablaba con su abuelo por teléfono, este le contaba con tanto entusiasmo lo bien que lo estaban cuidando y que ya no le faltaban sus medicinas. Yudith no quiso decepcionar a su abuelo y se tragó todo poco a poco. Los recuerdos de todas las injusticias la hicieron sentir aún más miserable. El agua seguía cayendo mientras lloraba amargamente, abrazando sus rodillas. Horas después, salió tambaleante de la ducha, se quitó la ropa mojada y se secó un poco con una toalla. Se tumbó en la cama con desgana y se cubrió con la manta en posición fetal. Al día siguiente, abrió los ojos y vio el reloj de la pared. Era más de mediodía. Se sentía fatal: un fuerte dolor de cabeza y la garganta reseca la atormentaban. Se sentó en la cama, tratando de asimilar las palabras de Max sobre su madre. Sabía que él era cruel y frío, pero jamás imaginó que fuera tan malvado como para casarse con ella sabiendo que podrían ser hermanos. ¿Qué persona en su sano juicio haría algo así? Ese pensamiento la llevó al día en que lo vio por primera vez. Ella había nacido en un pequeño pueblo. Solo terminó la secundaria debido a las limitaciones económicas. No pudo ingresar a la universidad, así que trabajaba en una cafetería para ayudar con los gastos del hogar y las medicinas de su abuelo. Un día, al salir del trabajo en su bicicleta, vio un auto de lujo frente a su casa. Pedaleó rápidamente para averiguar quién estaba allí. Al llegar, notó a un chofer recostado del auto, esperándola. —La están esperando, señorita —dijo el hombre cordialmente. Confundida, entró en la casa. En la sala, vio a su abuelo sentado en el sofá y a un joven frente a él. Cuando se acercó, el hombre se levantó y caminó hacia ella. Era alto, atractivo, como un actor de telenovela. Eso la puso nerviosa. —Hola, señorita Song. Mi nombre es Maximiliano Hamilton —dijo él, tomando su mano y dándole un pequeño beso en el dorso. Yudith iba a responder, pero su abuelo la interrumpió: —Hija mía, ven, siéntate a mi lado. Ella se sentó, extrañada. —¿Abuelo, qué está sucediendo? —preguntó, mirando a ambos con preocupación. —El señor Hamilton está aquí para pedir tu mano en matrimonio. Yudith quedó en shock. Nunca habían hablado antes. ¿Cómo podían casarse siendo completos desconocidos? —Hija, ya estoy viejo y no podré cuidarte mucho tiempo más. Deja que él lo haga por mí —agregó el abuelo. —¿Y qué hay de ti, abuelo? ¿Qué pasará contigo si me voy? —preguntó entre lágrimas. —No te preocupes por mí. El señor Hamilton ya contrató a alguien para que me cuide. Las palabras de su abuelo la hicieron llorar aún más, pero asintió con resignación. En los días siguientes, Max la visitó todos los días. Aunque su tono no era dulce, tampoco era grosero. Le hablaba de la gran ciudad, mientras ella lo observaba, impresionada por su atractivo y su seductora forma de hablar. Diez días después, se celebró la boda. Fue un evento sin invitados, pero Yudith estaba feliz. Se había hecho ilusiones sobre el futuro. Qué ingenua era. El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos. —¡Señora! La comida está lista. ¿Va a bajar a comer? —era la voz de la señora Nani. —Solo tráeme un vaso de leche tibia y dos analgésicos —respondió ella débilmente. La empleada cumplió la orden rápidamente. Al regresar, encontró la puerta abierta. Entró y vio a Yudith sentada junto a la ventana, mirando el cielo azul perdida en sus pensamientos. Nani notó que la joven no se veía nada bien. ---Capítulo 003 —¡Señora! No se ve nada bien, debería ir al hospital —dijo la criada, un poco alarmada. —No es necesario, señora Nani. Tomaré las pastillas para el resfriado y me sentiré mejor —susurró Yudith, con la voz ronca—. ¿El señor Max está en casa? —No —respondió la mujer. —Está bien, puedes retirarte —dijo Yudith, mientras la criada salió cerrando la puerta detrás de ella. Yudith tomó el vaso de leche junto con la pastilla. Tosió un par de veces, sintiendo el picor en su garganta. Se acostó nuevamente y volvió a dormir. Así pasaron varios días sin que pudiera comer nada, solo tomando las pastillas para el resfriado y un vaso de leche tibia. Su fiebre aumentó, y su cuerpo se fue debilitando cada vez más. Aparentemente, Max no había regresado a la casa desde la última discusión. A Yudith no le pareció extraño; seguramente estaba en los brazos de su amada Cecilia, como tantas otras veces. Ya no era raro que él no volviera a casa. Al día siguiente, la señora Nani tocó
Capítulo 004 —No se preocupe, señora, despertará pronto. Su cuerpo está demasiado débil, así que se le administraron medicamentos muy fuertes, pero pronto estará despierta. La señora Nani, al escuchar eso, respiró sintió más tranquila. Cuando Max regresó, la señora Nani le dio la información que le dejó el médico. Max caminó por el pasillo hasta llegar al consultorio del doctor Mayer no tuvo que buscar mucho, pues el nombre estaba escrito en la puerta y. Procedió a tocar. —Pase —le indicó la voz del doctor. —¿Quería hablar conmigo,? — La monótona vos de. Max llegó tras abrir la puerta. —Sí, señor. —Maximiliano Hamilton, ese es mi nombre —respondió Max. —Oh, claro. Pues, señor Hamilton, tengo algo que decirle respecto a los exámenes de sangre que le hicimos más temprano. Pero, por favor, siéntese. Max procedió a sentarse en la silla frente al escritorio del doctor. —¿Qué pasó doctor ya estan listos los resultados que pedí?. El doctor lo miró a los ojos solo para en
Capítulo 005 —Después de comer, Yudith se sintió muy cansada. Se tumbó en la cama y se arropó con la manta. —Señora, si necesita cualquier cosa, avíseme. Estoy aquí para cuidar de usted —dijo la criada con una voz dulce. Era una mujer mayor, pero le había cogido mucho cariño a Yudith y la trataba con mucho respeto. Entonces, Yudith le hizo una señal para que se acercara más a ella, ya que no podía hablar en voz alta debido a la irritación en su garganta. Le susurró con una voz apenas audible: —Señora Nani, váyase a casa. Yo estaré bien, puedo cuidarme. Las enfermeras estarán al pendiente de mí. Además, si se queda aquí, no podrá dormir bien y mañana tendrá que trabajar cansada. Eso tampoco será bueno para su salud. —No, señora, ¿cómo puede preocuparse por mí cuando usted está tan débil? No tendrá a nadie... Max no la dejó terminar la frase. —Está bien, señora Nani. Llamaré a un chófer para que te lleve a casa, entonces. —¿Quién cuidará de la señora? —dijo Nani. —Yo me
Capítulo 006 Sintiéndose observado, Max con sus hermosos ojos grises le dio a Yudith una breve mirada de reojo y continuó con el trabajo atrasado. Después de unas cuantas horas de trabajo, Max levantó la vista y miró por la ventana. Ya estaba casi oscuro. Se levantó y extendió los brazos para destensar los músculos, notando que Yudith se había quedado dormida con la cabeza apoyada en la pared. Entonces, la cargó y la llevó hasta la cama. La bajó suavemente y le acomodó la manta encima. Al día siguiente, Yudith despertó temprano y se sentó en la cama. Poco a poco se sentía mejor y más revitalizada. Como no vio a nadie en la habitación, pensó que estaba sola. Pero cuando se paró para ir al baño, pudo escuchar la voz de Max que venía del pasillo. Al parecer, estaba hablando por teléfono. Ella se acercó un poco más a la puerta y, a juzgar por su tono de voz, parecía que estaba hablando con Cecilia. Con ella siempre hablaba con un tono diferente a los demás. A decir verdad, en
Capítulo 007: La señora Nani había escuchado que una antigua amiga suya, con quien había trabajado en el pasado, también estaba internada en el mismo hospital. Colocó las cosas que había traído de casa y, al ver que Yudith seguía durmiendo, aprovechó para averiguar en qué habitación estaba su amiga. Preguntó en la recepción por el nombre de la otra señora, que también era de mediana edad. La recepcionista le dio la información: la señora se hospedaba en la habitación 202. Caminó hasta allá, un poco impaciente. Tocó la puerta y la voz de una niña pequeña la invitó a pasar. Cuando entró, vio a una señora de mediana edad postrada en una cama. La mujer había envejecido y estaba muy delgada y maltratada, pero su semblante seguía siendo el mismo. Una niña pequeña, como de unos ocho años, estaba sentada al lado de la cama. Nani sostuvo la mano de María, su mejor amiga de la juventud, y acarició suavemente la cabeza de la señora. —¿María, te acuerdas de mí? —le preguntó Nani con una
Capítulo 008 Después de conducir por las calles sin rumbo, Max finalmente detuvo el auto frente a una colina desde donde podía verse la bella ciudad nocturna. Necesitaba calmarse y aclarar sus emociones. Reclinó la nuca en el asiento y se masajeó las sienes, cansado, pensando en lo que acababa de pasar. Se preguntó a sí mismo: —¿Cómo es que pensé en Yudith en un momento como ese? ¿Acaso me estoy volviendo loco? Solo con recordar su aroma casi me hizo perder la razón. —Ahora que sé que no somos hermanos, no hay nada que me impida hacerla mía —murmuró de repente, como si estuviera cayendo en cuenta ahora sobre eso—. Tal vez, después de saciar el deseo que tengo por ella, pierda el interés y pueda seguir con mis planes sin contratiempos. Tomando una decisión, arrancó su auto con dirección a la casa. Todo estaba en silencio. Nani estaba en el hospital con Yudith. Subió inmediatamente a su habitación y se dio una ducha. Después del baño, se secó el pelo y se puso una bata de dormir.
Capítulo 009: Poco después, Max llegó al hospital. Entró en la habitación y buscó en cada rincón, ella pero no encontró a nadie. Mientras tanto, Yudith estaba sentada en un banco, en medio del jardín en la parte trasera del hospital. La brisa que le acariciaba el rostro era agradable y cálida, mientras el sol estaba radiante, en su punto más alto del cielo. El doctor le había dado permiso para salir a tomar un poco de aire fresco. Pero más que eso, el doctor quería aprovechar la oportunidad para hablar con ella. —Señorita Song —dijo el doctor, acercándose—. ¿Qué has pensado sobre la operación de la que te hablé la última vez? Yudith agachó la mirada y tomó un respiro durante unos segundos. Luego levantó la barbilla y miró al doctor Meyer. —¡No me voy a operar! —respondió con firmeza. —¿Por qué no, señorita Song? —preguntó él—. ¿Puedes explicarme por qué una chica tan joven y bella como tú va a dejarse vencer sin antes luchar? El doctor se volvió hacia ella y la tomó de la
Capítulo 010 Así que salió con un solo pensamiento: ¡ignorarlo! Pero cuando iba en dirección a la cama, escuchó la voz fuerte de Max. —¡Ven aquí, Yudith! Yudith miró hacia él y alcanzó a ver la comida colocada sobre la mesa. Y al instante sintió hambre, pero quería mantenerse alejada de él, así que de inmediato respondió: —¡No tengo hambre, estoy cansada! ¡Quiero descansar! Iba a dar otro paso hacia la cama cuando él le preguntó: Con impaciencia. —¿Quieres que te vaya a buscar? Yudith, al escucharlo, dejó escapar un suspiro de impotencia y caminó hacia la mesa. Cuando llegó, Max le ayudó a sentarse en la silla. Luego, él también se sentó en el sofá. Yudith, al ver las acciones de Max, quedó un poco aturdida; en estos tres años nunca habían comido juntos en la misma mesa. Él siempre estaba con Cecilia, y ella siempre estaba en casa sola. Ahora le pareció irónica la situación. Los dos comieron en silencio y nadie dijo una palabra. Max, al terminar, tiró el plato desechab