EXTRA. Una reina en el corazón del reyEl resplandor de la luna se filtraba a través de las diáfanas cortinas, proyectando un cálido resplandor sobre la sala de estar donde Hasan había dispuesto todo para su comodidad. Acomodó los cojines del enorme sillón antes de volverse hacia Giulia, que avanzaba hacia él con un gesto cansado.—Ven, amor. Ya está todo listo —la persuadió suavemente, guiándola hacia el sillón con el cuidado reservado para algo precioso y frágil—. No deberías estar de pie demasiado.Giulia se permitió una pequeña sonrisa mientras se acomodaba en la silla con un suspiro de cansancio.—¿Shaytan? —preguntó ella con preocupación.—Rendido. Sus clases de equitación son el mejor sedante que hay.—¿Y Sahar?—Más que dormidita. Nuestra princesita no salió a ti, definitivamente, porque a juiciosa y tranquila no hay quien le gane —le sonrió Hasan acomodándose a su lado y encendiendo la computadora.La pantalla frente a ellos cobró vida, revelando a Karim del otro lado, que lo
EXTRA. CIERRE GENERAL DE LA SERIE DULCES VENENOSUN AÑO MÁS TARDELa historia de Kainn Black y Elisa Hrlow había empezado hacía muchos años, y era la historia de un amor lleno de dolor. Dos almas heridas, demasiado heridas que solo podían unirse para conseguir una venganza, pero que terminaron enamorándose perdidamente el uno del otro.La historia de Christopher Moe y Malina Ristick había sido tormentosa y urgente. Marcada por engaños, intrigas y traiciones que amenazaron con destruir completamente su felicidad, hasta que el perdón y el amor demostraron ser más fuertes que el rencor entre ellos.La historia de Alan Parker y su Mar había sido construida sobre una completa mentira, sobre un contrato de mutuo beneficio, hasta que la vida les demostró que en el corazón nadie gobierna, porque el acuerdo de mentiras terminó convirtiéndose en una hermosa y verdadera familia.La historia de Faith Black y Charlie Moe había empezado cuando solo eran unos niños, y a pesar de la cobardía, el rese
—¡Marina! —el grito de su compañera en la puerta del pequeño laboratorio médico la hizo saltar—. ¡Marina, apúrate!—¿Qué pasó? —preguntó asustada.—¡Acaban de admitir en Urgencias a un niño pequeño de una guardería cercana, y cuando vi el apellido...! ¡Es ese impronunciable... como el de tu hijo...!—¿Dragonov? —se llevó al pecho una mano temblorosa.—¡Sí, ese, corre!Marina sintió que el corazón se le aceleraba mientras corría hacia la entrada del hospital. Sí, su hijo de tres años tenía ese apellido raro porque aunque su marido había nacido en Estados Unidos, sus padres eran búlgaros. Mientras el ascensor bajaba las lágrimas saltaban en sus ojos por temor de que a su pequeño Michael le hubiera pasado algo.Pero apenas las puertas se abrieron, la distrajo el sonido de una voz familiar procedente de la sala de espera. Se detuvo en seco en aquella esquina y escuchó. Era la voz de su marido, que estaba hablando con otra mujer.—¿Cómo se te ocurrió traerlo aquí, Nora? ¡Este es un hospita
TRES MESES DESPUÉSMar abrió los ojos despacio, se sentó en la cama y se quedó viendo una chancla como si estuviera en piloto automático, porque definitivamente su cerebro no lograba arrancar bien todavía. Miró a su lado y sintió una opresión horrible en el pecho mientras veía dormir a Michael; su pequeño había estado tosiendo toda la noche y ella había hecho lo posible por hacerlo sentir mejor, pero sin tener medicamentos a mano, eso resultaba bastante difícil.Quería quedarse con él y acurrucarlo todo el día, pero por desgracia debía trabajar, así que Michael debía quedarse en la guardería.Lo dejó dormir un rato más mientras iba a la cocina por café, el único desayuno que de momento podía permitirse para ella. La habían ayudado a mudarse a Los Ángeles y ya no se llamaba Marina, ahora era Mar Guerrero, asistente del director de un prestigioso hospital, que a pesar de ser privado no pagaba mucho a puestos como el suyo.Los últimos tres meses habían sido un infierno para ella. Muchas
Mar temblaba de rabia mientras buscaba una bandeja y la ponía sobre la encimera donde estaba la máquina de café.Preston era un maldito xenófobo y racista, pero por desgracia como él había miles de personas en el mundo, y todo emigrante debía estar dispuesto a afrontar las consecuencias cuando salía de su país natal.Los ojos le ardían de tanto aguantar las lágrimas. No podía darse el lujo de perder aquel trabajo, ni siquiera podía responderle por las cochinadas que le había insinuado, pero después de todo lo que le había pasado en los últimos meses, no podía quedarse con aquella impotencia dentro.El aroma dulzón del café llenó el aire y Mar sirvió las dos pulcras tazas blancas. Preparó los dos cafés con la diligencia que era habitual en ella, pero antes de ir al despacho del director a llevar la bandeja miró atentamente una de las tazas... la de Preston.Las persianas plásticas del despacho solo estaban desplegadas a medias, y no había nadie alrededor. Levantó aquella taza y carrasp
Alan corrió con aquel niño en brazos mientras tras él escuchaba el llanto angustiado y bajo de la mujer. Podía imaginar su desesperación, porque era de todo menos un médico insensible, pero cuando llegaron a la sala de Urgencias y pidió a gritos una camilla y asistencia, solo puedo girarse hacia una enfermera y ordenar.—¡Quédate con la mamá!—¡No, espera... mi hijo...! ¡Tiene alergias... por favor...! ¡Déjame entrar! —sollozó Mar y él la tomó por los hombros con firmeza.—¡Mírame a los ojos! Tu hijo necesita un médico, a mí. Luego te necesitará a ti. Yo iré primero y te llamaré ¿de acuerdo? —Mar temblaba entre sus manos—. ¡¿De acuerdo?!—¡Sí... sí...! Por favor ayúdalo... —suplicó angustiada y Alan le hizo un gesto a la enfermera para que se quedara con ella.Entró al cubículo y ya un residente con experiencia lo estaba asistiendo.—Parece alergia estacional. Vías tapadas pero no hay erupción en los conductos... —comenzó a explicarle mientras Alan comenzaba a ventilarlo y revisarlo.
Mar oyó que llamaban a la puerta y se quedó helada. Sabía que la casera llegaría en cualquier momento, pero no esperaba que lo hiciera esa misma noche. Estaba preparando la cena para Michael, y el aroma llenaba su pequeño departamento de cuarenta metros cuadrados. Apenas había espacio para los dos, pero en Los Ángeles las rentas eran caras si no querías vivir en un barrio demasiado peligroso.Mar sintió que el corazón le latía en la garganta mientras abría lentamente la puerta.—Señora Smith, buenas noches —saludó con voz temblorosa—. ¿Cómo puedo ayudarla?—Vine por al alquiler —respondió la mujer con tono gélido mientras alargaba la mano y Mar apretó los labios.—Lo lamento, señora Smith... no tengo el dinero todavía pero...—Esa no es una respuesta adecuada señora Guerrero —escupió la mujer—. Sabe que no puedo permitirlo.A Mar se le hizo un nudo en el estómago. Había temido ese momento pero ahora que había llegado se sentía completamente impotente.—Lo... lo sé —dijo Mar y su voz e
Mar no entendía lo que estaba sucediendo. Las medicinas de Michael estaban allí, en la palma de su mano, mientras frente a ella el doctor Alan Parker parecía nervioso.—Qué... ¿Qué quiere que haga? —preguntó recomponiéndose de inmediato mientras guardaba los frascos en sus bolsillos.Él tomó una de sus manos, entrelazando sus dedos con un gesto que la dejó sin aliento. Se dieron la vuelta y vieron al director del hospital acercándose a ellos. Su expresión era incrédula y descompuesta. Se detuvo a unos pasos de distancia, señalándolos indistintamente a uno y a otro como si no pudiera creerlo.—¿Ustedes...? ¿En serio? ¿Pero cuándo? ¡Mar está aquí desde hace solo dos meses y no me había hablado de ti!Mar sintió que la respiración le faltaba de repente.—No queríamos decir nada porque sabíamos que no deberíamos trabajar juntos —le explicó Alan con ecuanimidad—. Pero ahora que las cosas se formalicen buscaremos la forma de hacerlo funcionar, se lo aseguro. Mar es mi prometida y pronto ser