CAPÍTULO 36. Ayúdame ahora

Mar sabía muy bien lo que era que un hombre le pegara. Había heridas físicas que todavía podía sentir... pero las otras, esas que se escondían bajo la piel y atenazaban el alma, esas podían abrirse con una aterradora facilidad.

Quizás si aquella mano de Alan hubiera apretado su brazo un poco más, si le hubiera dolido, incluso le habría dolido menos que escuchar esas palabras salir de su boca.

"Un trato".

¿En qué momento se había permitido olvidar que aquello era un acuerdo?

"Un trato".

¿En qué momento se había permitido caer en otra mala decisión?

"Un trato".

"Dios, tengo la brújula emocional tan averiada...", era lo único en lo que podía pensar mientras se subía al asiento trasero de aquella limosina y escondía las pequeñas manos hechas puños bajo la chalina.

No levantó los ojos de su falda cuando Alan se sentó frente a ella, ni se movió mientras el auto echaba a andar y los minutos pasaban, ni se inmutó con su respiración pesada y su voz inquieta.

—Mar... lo siento, nena, por dios..
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