Debían faltar pocas horas para el amanecer cuando Mar salió de aquella camioneta con su hijo en brazos. Respiró profundamente el aire fresco y observó a su alrededor. Estaban en una propiedad a una media hora de la ciudad de Los Ángeles, con una villa grande rodeada de árboles, césped y flores silvestres, con las majestuosas colinas a lo lejos.Alrededor, diseminadas entre caminitos de piedras, había pequeñas casitas, como cabañas, todas a oscuras porque era evidente que estaban todos durmiendo todavía.—Puedes quedarte en la villa si quieres, pero en una casita tendrás más privacidad. ¿Está bien? —le preguntó Emma y ella asintió conforme.—Sí, claro, Emma. Cualquier cosa está bien —murmuró con el corazón encogido.Jackson tomó sus bolsos y Emma la ayudó a llegar hasta una de las casitas que estaba más alejada. Cuando entraron a Mar le pareció una cabaña de juguete, en cuarenta metros cuadrados tenía todo, pero tan bien distribuido que incluso parecía muy amplia. Un espacio abierto co
Alan se llevó las manos a la cabeza porque no necesitaba que ella despegara los labios para saber su respuesta. En toda la expresión de Kali reflejaba que no le diría dónde estaba Mar. Pero finalmente la directora de la Fundación Great Soul pareció calmarse y suspiró con frustración.—Era ella. La persona por la que estuve localizándote desesperadamente hace unos meses era ella —le explicó mientras Alan se quedaba mudo de la impresión—. Cuando llegaron a una de nuestras clínicasen Nueva York, Mar estaba muy mal, estuvo tres días inconsciente, tuvimos que pelear duro para salvarla... Luego no quiso hablar de lo que había pasado. Por la... —Kali pasó saliva para darse valor—, por la revisión médica y la gravedad de las lesiones, pudimos inferir lo que había sucedido, pero realmente ella no nos dijo nada. Lo único que sí sabemos es que el niño lo vio todo.—Mitch... —Alan sintió un nudo en la garganta mientras las lágrimas le salían sin que pudiera evitarlo. Aquel niño se había robado su
Megan miró al director con los ojos desorbitados y la mente hecha una maraña de ideas. La rabia le corría por las venas y sentía que hervía de indignación, porque ni en sus peores pesadillas había esperado que el médico se presentara allí con semejante demanda.—¿Es una maldit@ broma? —espetó—. ¿Crees que con esto vas a librarte de que escriba un artículo sobre ti? ¡No eres el primero que amenaza a una periodista...!—No, es que yo no te estoy amenazando. Simplemente estoy dejando claro que si tú publicas ese artículo o cualquier otro sobre mí, yo voy a demandar a este periódico al que tú representas con tu voz, y voy a exponerte a ti como una periodista corrupta y al "Journal" como un medio de comunicación que acoge a profesionales de dudosa ética —replicó Alan con una sonrisa torcida—. Así que sí, estoy bastante seguro de que me libraré de ti.—¡Yo no hice nada, no puedes probar nada! —escupió la mujer con rabia—. ¡Solo es tu palabra contra la mía y yo soy una periodista respetada!
Desesperación. Esa era la palabra correcta para describir lo que sentía en aquel momento. Aquellas ganas de llorar que no se le iban aun sabiendo que no podía hacer nada.—Sabía que Mitch iba a extrañar a Alan, pero no pensé... no así... —murmuró mientras intentaba limpiarse la cara y sentarse en el sofá—. No ha querido hacer nada en todo el día, apenas comió... Solo quiere verlo.—Bueno, no es el único, por el otro lado tengo un médico desquiciado que amaneció gritándome en mi casa por haberte sacado de la suya.—Lo siento por eso —suspiró Mar—. Sé que son amigos, pero no podía quedarme allí.—Lo entiendo —respondió Kali—. Solo quería que supieras que no tomó bien esto. Sabe la idiotez que hizo y el peligro en el que te puso, así que además de arrepentido y culpable está... no lo sé. Jamás había visto a Alan así.Mar pasó saliva y desvió la mirada.—Sí, creo que le debo una disculpa —murmuró—. Lo dejé con todo el lío del hospital, no cumplí con mi palabra...—Cariño, esa mentira no t
Alan respiró hondo y dio un paso hacia el podio. La multitud de medios de comunicación se había congregado frente a él como un muro de rostros, cada uno de ellos ansioso por escuchar lo que tenía que decir. Ya ni siquiera estaba nervioso, había perdido lo que realmente no podía perder, así que quería mantener el hospital a flote, pero no iba a llorar por él si las cosas salían mal.—Buenos días —dijo con voz fuerte y clara—. Mi nombre es Alan Parker, represento a la junta de accionistas del Hospital San Cristóbal Memorial, y estoy aquí hoy para sacar a la luz el caso de malversación de fondos del que ha sido víctima esta institución.Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran antes de continuar, y la multitud de periodistas escuchó en un silencio sepulcral mientras Alan relataba lo sucedido.—Voy a asegurarme de tomar todas las medidas para que se haga justicia, por lo pronto se presentarán cargos legales contra el subdirector Preston, el director Wayland, y su hija Lizetta Wayl
Alan estrechó a Michael con fuerza, sintiendo su fragilidad entre sus brazos. Su cuerpo se estremecía llorando y el médico tenía que hacer un esfuerzo por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse de sus ojos.—No llores, campeón —susurró dándole una vuelta en el aire—. Ya no llores, ya estoy aquí.—¡Peo no taba! ¡Yo dije a mami buca, y la mami no buca...! ¡Y yo no veo Pika-pi...! ¡Y la tajeta de día de papi...! —hablaba atropellado y a veces sin sentido, pero Alan se sentó en el suelo calmadamente para poder oírlo.—Escucha, campeón, sé que no es fácil, pero ahora mismo no puedo quedarme contigo y con la mami —le dijo con seriedad—. De verdad quisiera quedarme, y lo voy a hacer muy pronto, pero mientras tienes que saber que cada día pienso en ti, que te quiero muchísimo. Los quiero mucho a ti a la mami, y nada ni nadie podrá cambiar eso. Te quiero, hijo.Volvió a abrazarlo con más fuerza, tratando de consolarlo, pero Michael era un niño demasiado inteligente y percibía las
Mar estaba a punto de desmoronarse, pero él no estaba dispuesto a dejar que nada del pasado se interpusiera entre los dos. Aquel momento no iba a perderse en negativas, así que siguió a su instinto, siguió a los deseos de su cuerpo y del de Mar y la besó, la besó contra aquella pared como si le fuera la vida en eso.Su boca era pequeña y dulce, con una lengua traviesa que se enredaba con la suya buscando más. Alan exploró cada centímetro, mordió sobre sus labios, se bebió hasta el último jadeo nervioso y lleno de deseo. Pero aunque podía sentir la forma en que ella cedía entre sus brazos, también podía percibir aquella resistencia latente que le impedía entregarse por completo.—Dime que no me quieres —murmuró sobre su boca y Mar bajó la mirada al suelo, incapaz de resistirse a la desesperación que emanaba de él.—Alan, por favor...—No, ni por favor ni nada. Tienes que decirme que no me quieres, Mar, si me lo dices te prometo que me iré y solo vendré a ver a Mitch, y no te molestaré.
Mitch no podía contener su emoción mientras le mostraba la tarjeta a Alan, con sus palabras graciosas y sus frases raras que le salían como querían y los adultos interpretaban como podían. Llevaba semanas triste, pero eso se le había olvidado en el mismo momento en que lo había visto de nuevo.—Mami, hace una fieta de dia de papi. ¿Pueo?Mar lo miró con curiosidad.—¿Quieres que preparemos algo especial para él? —le preguntó con una sonrisa—. Pero ya no sería sorpresa.Mitch arrugó el ceño por un segundo y luego se acercó a Alan y le cubrió los ojos con las manitas.—Ya ta. ¡Fieta, hace fieta!Mar estalló en carcajadas y asintió.—Está bien, vamos a hacer una fiesta del día de papi para Alan, pero ¿qué tal si lo dejas ayudar? ¡Podríamos hacer una linda fiesta los tres juntos!El niño lo pensó por un momento y luego abrió las manitos para acercar sus ojos como si fueran binoculares.—Papi ¿tú hace fieta? —preguntó y Alan rio emocionado.—Sí, campeón, claro que sí. ¡Vamos a hacer una fi