CAPÍTULO 43. No me voy a ir

Alan estrechó a Michael con fuerza, sintiendo su fragilidad entre sus brazos. Su cuerpo se estremecía llorando y el médico tenía que hacer un esfuerzo por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse de sus ojos.

—No llores, campeón —susurró dándole una vuelta en el aire—. Ya no llores, ya estoy aquí.

—¡Peo no taba! ¡Yo dije a mami buca, y la mami no buca...! ¡Y yo no veo Pika-pi...! ¡Y la tajeta de día de papi...! —hablaba atropellado y a veces sin sentido, pero Alan se sentó en el suelo calmadamente para poder oírlo.

—Escucha, campeón, sé que no es fácil, pero ahora mismo no puedo quedarme contigo y con la mami —le dijo con seriedad—. De verdad quisiera quedarme, y lo voy a hacer muy pronto, pero mientras tienes que saber que cada día pienso en ti, que te quiero muchísimo. Los quiero mucho a ti a la mami, y nada ni nadie podrá cambiar eso. Te quiero, hijo.

Volvió a abrazarlo con más fuerza, tratando de consolarlo, pero Michael era un niño demasiado inteligente y percibía las
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