Alan respiró hondo y dio un paso hacia el podio. La multitud de medios de comunicación se había congregado frente a él como un muro de rostros, cada uno de ellos ansioso por escuchar lo que tenía que decir. Ya ni siquiera estaba nervioso, había perdido lo que realmente no podía perder, así que quería mantener el hospital a flote, pero no iba a llorar por él si las cosas salían mal.—Buenos días —dijo con voz fuerte y clara—. Mi nombre es Alan Parker, represento a la junta de accionistas del Hospital San Cristóbal Memorial, y estoy aquí hoy para sacar a la luz el caso de malversación de fondos del que ha sido víctima esta institución.Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran antes de continuar, y la multitud de periodistas escuchó en un silencio sepulcral mientras Alan relataba lo sucedido.—Voy a asegurarme de tomar todas las medidas para que se haga justicia, por lo pronto se presentarán cargos legales contra el subdirector Preston, el director Wayland, y su hija Lizetta Wayl
Alan estrechó a Michael con fuerza, sintiendo su fragilidad entre sus brazos. Su cuerpo se estremecía llorando y el médico tenía que hacer un esfuerzo por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse de sus ojos.—No llores, campeón —susurró dándole una vuelta en el aire—. Ya no llores, ya estoy aquí.—¡Peo no taba! ¡Yo dije a mami buca, y la mami no buca...! ¡Y yo no veo Pika-pi...! ¡Y la tajeta de día de papi...! —hablaba atropellado y a veces sin sentido, pero Alan se sentó en el suelo calmadamente para poder oírlo.—Escucha, campeón, sé que no es fácil, pero ahora mismo no puedo quedarme contigo y con la mami —le dijo con seriedad—. De verdad quisiera quedarme, y lo voy a hacer muy pronto, pero mientras tienes que saber que cada día pienso en ti, que te quiero muchísimo. Los quiero mucho a ti a la mami, y nada ni nadie podrá cambiar eso. Te quiero, hijo.Volvió a abrazarlo con más fuerza, tratando de consolarlo, pero Michael era un niño demasiado inteligente y percibía las
Mar estaba a punto de desmoronarse, pero él no estaba dispuesto a dejar que nada del pasado se interpusiera entre los dos. Aquel momento no iba a perderse en negativas, así que siguió a su instinto, siguió a los deseos de su cuerpo y del de Mar y la besó, la besó contra aquella pared como si le fuera la vida en eso.Su boca era pequeña y dulce, con una lengua traviesa que se enredaba con la suya buscando más. Alan exploró cada centímetro, mordió sobre sus labios, se bebió hasta el último jadeo nervioso y lleno de deseo. Pero aunque podía sentir la forma en que ella cedía entre sus brazos, también podía percibir aquella resistencia latente que le impedía entregarse por completo.—Dime que no me quieres —murmuró sobre su boca y Mar bajó la mirada al suelo, incapaz de resistirse a la desesperación que emanaba de él.—Alan, por favor...—No, ni por favor ni nada. Tienes que decirme que no me quieres, Mar, si me lo dices te prometo que me iré y solo vendré a ver a Mitch, y no te molestaré.
Mitch no podía contener su emoción mientras le mostraba la tarjeta a Alan, con sus palabras graciosas y sus frases raras que le salían como querían y los adultos interpretaban como podían. Llevaba semanas triste, pero eso se le había olvidado en el mismo momento en que lo había visto de nuevo.—Mami, hace una fieta de dia de papi. ¿Pueo?Mar lo miró con curiosidad.—¿Quieres que preparemos algo especial para él? —le preguntó con una sonrisa—. Pero ya no sería sorpresa.Mitch arrugó el ceño por un segundo y luego se acercó a Alan y le cubrió los ojos con las manitas.—Ya ta. ¡Fieta, hace fieta!Mar estalló en carcajadas y asintió.—Está bien, vamos a hacer una fiesta del día de papi para Alan, pero ¿qué tal si lo dejas ayudar? ¡Podríamos hacer una linda fiesta los tres juntos!El niño lo pensó por un momento y luego abrió las manitos para acercar sus ojos como si fueran binoculares.—Papi ¿tú hace fieta? —preguntó y Alan rio emocionado.—Sí, campeón, claro que sí. ¡Vamos a hacer una fi
La pregunta retumbó en su cabeza de una forma casi dolorosa. —Mar, ¿cómo se llama el padre de Michael? Pasó saliva, intentó respirar, pero solo pensar en él hacía que la piel se le erizara y doliera aun sin lastimarse. No quería hablar de él, no quería contarle nada a Alan, pero sabía que no tenía muchas alternativas. —¿De verdad tenemos que hablar de él? —preguntó ansiosa mientras Alan intentaba contener la impotencia que sentía y ser un consuelo para ella. Tomó su mano entre las suyas y le besó el dorso. —Sí , amor, tenemos que hacerlo, porque no podemos escapar para siempre. Kali me dijo que habías visto a un hombre conocido siguiéndote la noche de la fiesta de compromiso, ¿es cierto? —le preguntó. —Sí... sí, creo que sí. Por eso me fui esa noche... —Hiciste bien —suspiró Alan—. Por más que me haya dolido, hiciste bien. También me estuvieron siguiendo a mí. Mar abrió mucho los ojos, ahogando un jadeo de sorpresa. —¿Qué...? ¿Cómo... cómo lo sabes? —Porque lo ahorqué con mi e
El detective lo miró un poco perplejo y otro poco asustado. Aquel hombre tenía que estar loco como para atreverse a desafiar a Sandor Dragonov, pero ese ya era un asunto que resolverían entre los dos. Así que se limitó a cuidar sus propios dientes y marcó aquel número."Pavlov. ¿Qué quieres? ¿Ya los tienes?", gruñó una voz al teléfono y antes de que el detective lograra responder, Alan le quitó el teléfono y contestó él mismo.—Creo que por el momento vas a tener que conformarte conmigo —siseó y por el largo silencio al otro, se dio cuenta de que el tipo se había sorprendido."Parker, me imagino"—Te imaginas muy bien. Aquí tu remedo de detective estuvo incordiando, así que te daré un par de respuestas: no, no tiene a nadie que te interese, y dentro de muy poco no te va a servir de mucho porque en cuestión de minutos irá preso por una buena temporada.—¿¡Quéeee...!? ¿De qué estás hablando...? —se espantó el detective pero Alan lo amenazó con el puño, dejándolo acorralado en el suelo.
Alan se quedó de pie junto a su auto, mirando con satisfacción cómo arrestaban a Pavlov y lo llevaban lejos. El detective que estaba allí se acercó a él, con una mirada de severa resolución.—Va a pasar mucho tiempo en la cárcel —sentenció—. Espero que esto lo haga aprender.Alan asintió sin ninguna expresión en el rostro, pero en su interior un fuego ardía. Un fuego que le impulsaba a no dejar que la injusticia se quedara sin ser castigada y comenzar por Pavlov le parecía perfecto.Sin embargo sabía que solo era el principio, así que al día siguiente se levantó con la decisión de poner todo en su lugar.Bastó con que hiciera una llamada y solo unos minutos después despejaban la agenda de aquel despacho solo para él. Una hora más tarde Alan atravesaba las puertas de uno de los consorcios legales más prestigiosos del país: el despacho de abogados Sheffield & Lieberman.Él y Connor Sheffield eran conocidos desde hacía años, y al trabajar con la fundación habían tenido oportunidades de c
Mar sentía un nudo en la garganta mientras se acercaba al hospital. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin que pudiera evitarlo y sentía como si lo estuviera perdiendo todo por segunda vez. Al llegar se encontró a todo el personal revuelto, acercándose a la sala el quirófano a preguntar e interesarse, y todos la dejaron pasar al verla.—¿Dónde está... dónde...?—¡Mar! —Gus la llamó desde el otro lado del pasillo y ella corrió hacia él.—¿Qué pasó, Gus?— preguntó, temblando—. ¿Cómo está? ¿Se va a poner bien? ¡Por Dios dime que se va a poner bien!Gus se quedó en silencio durante unos segundos y luego tomó sus manos con un gesto de consuelo.—Todavía lo están operando, tiene varias heridas punzantes, y aunque logramos parar las hemorragias, los cirujanos quieren asegurarse de que no corre riesgos. Debemos esperar —murmuró y se quedó callado por un segundo.Mar arrugó el ceño y negó, sabiendo por la expresión de Gus que eso no era todo.—¿Qué no me estás diciendo? Hay algo peor ¿verda