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La pregunta flotó en el aire como una bomba más, dejando a todos sorprendidos. Hailey sintió que su rostro se calentaba, y un nudo se formó en su garganta.

Simón estaba procesando todo lo que su hijo había dicho. Hizo una mueca y lo miró por un momento, sorprendido por la pregunta tan directa.

Sus ojos se suavizaron al instante, aunque la incomodidad seguía dibujada en su rostro. Nunca imaginó que la situación se complicaría de esa forma.

–No... –dijo, dudando un segundo, como si tratara de encontrar la manera correcta de responder. Miró a Hailey brevemente antes de continuar–. No es eso, Nathan. Esto es… algo que aún no está decidido…

–No, pequeño… no voy a ser tu mamá –interrumpió Hailey con una sonrisa tensa–. Estoy aquí como amiga. Nada más.

Los ojos de Nathan lo miraban curioso, pero no parecía convencido del todo. Miró a Simón, luego a Hailey, y finalmente a los demás adultos que lo rodeaban, todos con expresiones complicadas.

–Entonces, ¿por qué todos están hablando de casars
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