Algo poseía Lexy que lo ponía mal y no era capaz de describirlo, solo entendía que se trataba de un chispazo, algo diferente, algo que lo nublaba por completo y que no lo dejaba pensar con coherencia.
Ese algo, ese sentimiento lo tenía allí, suplicando con la mirada e inventando ideas para conquistarla.
“¿Desde cuándo queremos conquistar a una mujer?” —Planteó su conciencia y Joseph la ignoró para seguir admirando a Lexy en silencio.
Se acercó a ella un poco más y, no obstante, las piernas no le dejaban de temblar, insistió, porque quería tocarla, anhelaba recorrer su delicada piel otra vez y fundirse en ella hasta olvidar todos sus problemas.
Se mantuvieron en el mismo juego por largos minutos, besándose, tocándose, reconociéndose bajo la oscuridad de la noche y poco a poco una cosa llevó a la otra. Joseph se alejó para buscar un preservativo y Lexy se vio imposibilitada de mantenerse quieta cuándo el hombre se levantó a su lado para encender la luz y acomodarse la protección con cuidado.La muchacha se sentó frente a él y lo miró con detalle. Joseph se quedó quieto, con el condón entre las manos.Intercaló miradas entre su masculino rostro y regresó a su erecto miembro, y así hasta que tuvo el valor de tocarlo con la punta de los dedos y quitarse las locas ganas que la consumían por sentirlo.Estaba duro, pero suave a su tacto y un tanto tibio. Enredó sus dedos alrededor de su miembro con un inútil temblor que la avergonzó y el hombre respondió con un gruñido que lo mostró excitado y satisfecho. Recorrió toda su longitud y terminó masajeando su glande. Sintió su humedad y la esparció con lentas caricias.Joseph le acarici
Lexy caminó detrás de Joseph, pues aún le costaba familiarizarse con los espacios de su hogar y, no obstante, no resultaba una mansión llena de lujos, la casa del hombre era dos o tres veces más grandes que su humilde morada.—Mi hermana y sus amigas se reúnen cada viernes para cotillear —explicó Joseph cuando se acercaron a la cocina y un sinfín de grititos y voces femeninas se oyeron a su alrededor—. No te molesta, ¿verdad?—¡¿A mí?! —cuestionó Lexy y se tocó el pecho con sorpresa.Nunca nadie la había pedido su opinión, ni siquiera para algo que no le incumbía.“¡Claro que no nos molesta! Somos la invitada de turno para este viernes, de seguro Emma y sus amigas están acostumbradas a ver desfiles de mujeres por la cocina de esta casa”. —Malogró su conciencia y Lexy negó con la cabeza para responderle a Joseph, quien la observó desde la puerta de la cocina.Los ojos le brillaron cuando se encontró con su oscura mirada y aunque aquello resultaba inusual para ella, pues tenía miedo de
—Voy a llamar al encargado de la piscina para que cambie el agua —musitó Joseph, aún rendido sobre sus brazos y sin esperárselo, la chica se echó a reír alegre.—Deberías hacerlo —contestó ella y lo miró con picardía.“¡Ay, esa carita de niña buena… buena para la...!”. —Molestó la conciencia de Joseph y, aunque hubiera querido reírse, estaba perdido en la mirada verdosa de Lexy, esa que lo empezaba a embrujar poco a poco.—Ven, linda, no quiero que te enfermes por mi falta de criterio —dijo y la ayudó a salir de la piscina.Un golpe de frío la aturdió de inmediato y, sin embargo, hubiera querido esconderse en el interior de la casa, recordó de manera fugaz la embarazosa presencia de Emma y sus amigas las cotillas.Se quedó de pie junto a la piscina, observando a Joseph, quien se subió los pantalones bajo el agua y se acomodó el miembro dentro del holgado pantalón que llevaba. Imitó las acciones de Lexy y usó la fuerza de sus brazos para salir de la piscina, donde se encontró con una f
Joseph ayudó a Lexy a asearse con lentitud y cuidó de no pasar a llevar sus heridas, golpes y doloridos brazos. La ayudó a salir de la ducha y la acunó entre sus brazos para llevarla hasta la cama, donde ropa seca esperaba para ellos.Tras secarse, limpió sus heridas y se preocupó de que ninguna tuviera aspecto extraño. Storni les entregó acceso a todos sus productos personales y Lexy pudo elegir un gel corporal para refrescar su magullado cuerpo y el desodorante del hombre para mantenerse olorosa.Se pasó por las axilas el perfumado desodorante una segunda vez cuando descubrió que esa era el aroma de Joseph que tanto le gustaba y lo olfateó nuevamente con ganas, encantada de tener su delicioso olor grabado en su piel.Se secó el cabello sentada en la alfombra que recubría la habitación de Joseph, observando al hombre con reserva, quien aprovechó del tiempo para trabajar frente a su moderno portátil y responder un par de correos electrónicos que tenía pendientes desde el viernes en la
A la mañana siguiente, la pareja se despertó al mismo tiempo y todo gracias a las risotadas de Emma y sus amigas, esas que de seguro seguían divirtiéndose.Se miraron por largos segundos y, aunque los dos se morían por decir algo, solo se sonrieron y se acomodaron por el amplio colchón, estirando sus cuerpos.—¿Dormiste bien? —preguntó él.—Muy bien —contestó ella y se espantó cuando el hombre se levantó desde su posición para tocarle las piernas.El mentón le tembló y se revisó el aliento con discreción, atemorizada de arruinar ese primer encuentro matutino.Las manos de Joseph viajaron por sus muslos y recorrieron la simétrica forma de sus caderas. La miró desde su posición y jugó con la piel de su abdomen por debajo de su holgada camiseta, gustoso de recorrer la suavidad de su piel por la mañana.Sin decir palabras, el hombre la acarició por largos minutos, admirando su radiante piel. Sus mejillas sonrosadas y sus delineados labios que lo hipnotizaban con apresuramiento.Cuando la
Tras una mañana agitada, Lexy volvió a dormir entre las sábanas de Storni, fatigada y dolorida después de tanta pasión que su cuerpo había desatado, donde había conocido un nuevo modo de tener sexo. Un modo violento, pero pasional, un modo en el que las nalgueadas estaban permitidas y también los mordiscos.Un modo que le gustó, que la excitó más y la emocionó para hacerla sentir más completa que el día anterior.Se despertó otra vez entre un incómodo silencio que se acompañó de soledad. Estaba a solas en la cama y en toda la habitación y,por más que llamó a Joseph con suaves susurros, no obtuvo respuestas de su parte.Se levantó con dificultad y gateó por la cama, con un fuerte dolor en las piernas que le hizo recordar la acción de la mañana y caminó por la alfombra con una sonrisita dibujada en toda la cara.Una alegría que le hizo olvidar sus problemas personales.Se acercó a los ventanales que envolvían la habitación de Joseph y echó una discreta miradita a través de ellos. Solo e
La juvenil muchacha llevaba un provocador bañador blanco que contrarrestaba perfecto con su bronceada piel y rubio cabello; Joseph se hallaba sin sudadera, tumbado bajo el escultural cuerpo de la muchacha en la mitad del sofá.—Jo-Joseph —titubeó Lexy con una inaudible voz y dejó caer las toallas sobre la alfombra que embellecía los suelos de la sala.—¡¿Qué mierda les pasa?! —gritó Emma, furiosa por lo que acababa de ver.—Te-tengo que irme —jadeó Lexy y se tambaleó sobre sus pies, mareada y confundida por lo que acababa de ver.—¡Lexy, espera! —gritó Joseph y se levantó desde el sofá con la chiquilla a horcajadas.La lanzó al sofá con sutileza y marchó detrás de Lexy con prisa, recordando lo que había ocurrido el jueves por la tarde, cuando la había perseguido por las escaleras de la empresa.La puerta de su habitación se hallaba con seguro y rabió entre dientes al comprender que Lexy se había encerrado en ese privado lugar.Sin saber qué hacer, propinó un par de golpecitos contra l
El mayor de los Storni encontró refugio al caos en una pequeña habitación que utilizaba como oficina personal y, no obstante, sabía bien que debía llamarle un taxi a Lexy, postergó la llamada por un largo rato.En vez de eso se quedó reflexionando sobre lo que había ocurrido y la rapidez de los hechos. En un abrir y cerrar de ojos había decepcionado a su hermana y, junto a ella a Lexy, la muchacha que lo tenía la mayor parte del día confundido y asustado.Aunque quiso quitársela de la cabeza por algunos minutos para poder pensar con mayor coherencia, no tuvo éxito y es que seguía dándole vueltas a la situación que la envolvía. Sus problemas familiares, su baja autoestima y sus dramas amorosos, esos que la sometían como esclava de golpizas que no merecía.Decidió entonces que no podía ser tan desdichado cómo para enviarla en un taxi a su perdición y decidió que debía llevarla personalmente al lugar que ella quisiera. Se armó de valor y se despojó de sus miedos para enfrentarla y, cuand