Lo que quieres

A la mañana siguiente, la pareja se despertó al mismo tiempo y todo gracias a las risotadas de Emma y sus amigas, esas que de seguro seguían divirtiéndose.

Se miraron por largos segundos y, aunque los dos se morían por decir algo, solo se sonrieron y se acomodaron por el amplio colchón, estirando sus cuerpos.

—¿Dormiste bien? —preguntó él.

—Muy bien —contestó ella y se espantó cuando el hombre se levantó desde su posición para tocarle las piernas.

El mentón le tembló y se revisó el aliento con discreción, atemorizada de arruinar ese primer encuentro matutino.

Las manos de Joseph viajaron por sus muslos y recorrieron la simétrica forma de sus caderas. La miró desde su posición y jugó con la piel de su abdomen por debajo de su holgada camiseta, gustoso de recorrer la suavidad de su piel por la mañana.

Sin decir palabras, el hombre la acarició por largos minutos, admirando su radiante piel. Sus mejillas sonrosadas y sus delineados labios que lo hipnotizaban con apresuramiento.

Cuando la
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