Tras una mañana agitada, Lexy volvió a dormir entre las sábanas de Storni, fatigada y dolorida después de tanta pasión que su cuerpo había desatado, donde había conocido un nuevo modo de tener sexo. Un modo violento, pero pasional, un modo en el que las nalgueadas estaban permitidas y también los mordiscos.Un modo que le gustó, que la excitó más y la emocionó para hacerla sentir más completa que el día anterior.Se despertó otra vez entre un incómodo silencio que se acompañó de soledad. Estaba a solas en la cama y en toda la habitación y,por más que llamó a Joseph con suaves susurros, no obtuvo respuestas de su parte.Se levantó con dificultad y gateó por la cama, con un fuerte dolor en las piernas que le hizo recordar la acción de la mañana y caminó por la alfombra con una sonrisita dibujada en toda la cara.Una alegría que le hizo olvidar sus problemas personales.Se acercó a los ventanales que envolvían la habitación de Joseph y echó una discreta miradita a través de ellos. Solo e
La juvenil muchacha llevaba un provocador bañador blanco que contrarrestaba perfecto con su bronceada piel y rubio cabello; Joseph se hallaba sin sudadera, tumbado bajo el escultural cuerpo de la muchacha en la mitad del sofá.—Jo-Joseph —titubeó Lexy con una inaudible voz y dejó caer las toallas sobre la alfombra que embellecía los suelos de la sala.—¡¿Qué mierda les pasa?! —gritó Emma, furiosa por lo que acababa de ver.—Te-tengo que irme —jadeó Lexy y se tambaleó sobre sus pies, mareada y confundida por lo que acababa de ver.—¡Lexy, espera! —gritó Joseph y se levantó desde el sofá con la chiquilla a horcajadas.La lanzó al sofá con sutileza y marchó detrás de Lexy con prisa, recordando lo que había ocurrido el jueves por la tarde, cuando la había perseguido por las escaleras de la empresa.La puerta de su habitación se hallaba con seguro y rabió entre dientes al comprender que Lexy se había encerrado en ese privado lugar.Sin saber qué hacer, propinó un par de golpecitos contra l
El mayor de los Storni encontró refugio al caos en una pequeña habitación que utilizaba como oficina personal y, no obstante, sabía bien que debía llamarle un taxi a Lexy, postergó la llamada por un largo rato.En vez de eso se quedó reflexionando sobre lo que había ocurrido y la rapidez de los hechos. En un abrir y cerrar de ojos había decepcionado a su hermana y, junto a ella a Lexy, la muchacha que lo tenía la mayor parte del día confundido y asustado.Aunque quiso quitársela de la cabeza por algunos minutos para poder pensar con mayor coherencia, no tuvo éxito y es que seguía dándole vueltas a la situación que la envolvía. Sus problemas familiares, su baja autoestima y sus dramas amorosos, esos que la sometían como esclava de golpizas que no merecía.Decidió entonces que no podía ser tan desdichado cómo para enviarla en un taxi a su perdición y decidió que debía llevarla personalmente al lugar que ella quisiera. Se armó de valor y se despojó de sus miedos para enfrentarla y, cuand
Todo su cuerpo se manifestó con prisa y pasó de sentir cosquilleos desenfrenados en su barriga a una ansiedad que no pudo controlar y terminó temblando encima del asiento, atemorizada de enfrentar a su abuela y encontrarse con la verdad.—Es cerca del supermercado local —musitó ella, mirando a su alrededor con desconfianza.No quería que la vieran montada en un auto de lujo, junto a un elegante desconocido. Tenía miedo de las malas lenguas, de la rapidez con la que los rumores corrían, tenía medio de todos y de todo, incluso de ella misma.—Por aquí estaría bien —pidió y señaló una pequeña casa de una planta, rodeada de altos árboles que la oscurecían con su belleza—. Aquí vive mi abuela.—Vive cerca de tus padres —acotó Joseph, mirando a Lexy con curiosidad.—Aquí todos viven cerca —ironizó ella, refiriéndose al pequeño lugar.—¿Dónde vive tu novio? —quiso saber, hambriento de hurgar más profundo.—Eso no te incumbe —contestó ella de mala gana.—Si es primo de Fernanda Campusano, viv
Lexy bajó primero y tuvo que apretar las piernas cuando se descubrió tan húmeda que se avergonzó de las sensaciones que su cuerpo sentía cuando Storni estaba cerca. Una mirada bastaba para encenderla y un beso detonaba toda pasión en ella, ese ardor que había estado esperando por años para manifestarse de ese modo tan descontrolado.Joseph caminó a su lado en silencio, observándola con ojos curioso, mientras la chiquilla miró a todos lados antes de llamar a la puerta; de seguro estaba asustada y preocupada.Golpeó la puerta con seguridad, pero con la piel pálida producto del miedo y no bastó mucho para que una juvenil mujer no mayor a los setenta años apareciera por la puerta para mostrarse sorprendida por la visita que tenía ante ella.—¡Lexy! —exclamó la mujer.—Abuela —ronroneó ella, ocultándose con el cabello que le caía por la mejilla—. Él es Joseph, es mi jefe.—Señor Storni —musitó la abuela y sonrío, distrayéndose de manera inmediata—. Pasen, pasen, por favor…. Prepararé té —a
Lexy se movió primero y se acercó a la mesa para ordenar y limpiar antes de que su abuela trajera la comida. Joseph ayudó moviendo las sillas y le tocó el culo a la muchacha en un par de ocasiones, prisionero de ese juego en el que estaban atrapados.El vestido fue una pieza perfecta para meterle mano y, si bien, Lexy buscaba escapar de las resueltas manos del hombre, le parecía el juego más excitante del que había participado nunca.Dio brinquitos por la sala y escapó de Joseph como una niña pequeña y terminó sentada sobre sus piernas en uno de los sofás cuando el hombre logró atraparla y encerrarla entre sus brazos. Quiso decirle lo cómodo que se sentía junto a ella, pero la abuela de la jovencita apareció por la puerta, cargando una bandeja con tazones, cubiertos y comida. Como buen caballero se levantó de la silla con cuidado, fue atento con Lexy y buscó ayudar a la anciana a distribuir los cubiertos por la mesa y a servir el té con cortesía.Impactó a la anciana y también a Lexy
La muchacha tenía los labios dulces por la azúcar de las rosquillas fritas que su abuela había preparado y nada disfrutó más que esos besos. Inocentes y cargados de dulzura, lentos y con tantos espasmos que los músculos le dolieron.Joseph se metió entre sus piernas y se dejó caer encima de su cuerpo, ese que se hallaba cómodo en el centro del pequeño diván. Sus manos bajaron por sus piernas y delinearon con lentitud sus muslos y pantorrillas en repetidas ocasiones, llevando a Lexy a clamar sobre su boca, mientras seguían hechizados por largos y profundos besos que colmaron la sala de aquella casa.Cuando la joven sintió que la piel de su boca y mentón le quemaban por el insistente efecto de la barba de Joseph, quiso separarse de él, pero se descubrió recostada sobre el sofá, con el hombre montado sobre su cuerpo, casi sin respiración y con un sudor que empapaba toda su piel. La joven creó una distancia y entabló una trivial conversación. Joseph le siguió el juego y se quedó apoyado
Sí se trataba de estudios y títulos universitarios, Lexy debía conseguir con premura un Doctorado en “evasión” y un Magíster en “mitomanía”.Con sus grandes capacidades había evitado charlar otra vez con su abuela y había evadido sus preguntas, como siempre solía hacer, resultando escurridiza y muy inoportuna. Por otro lado, para cuando había llegado a la casa de sus padres y casi a las diez de la noche, una sarta de mentiras había caído sobre ellos, dejando a sus preocupados progenitores con una calma que ella entendió que arreglaría las cosas por un par de días.Para cuando encontró paz en el silencio de su habitación se tomó un tiempo para asearse y revisar las heridas y los golpes producidos por Esteban, esos que ya estaban ocultos bajo la estratégica ropa que usaba. Se duchó sin complicaciones y se relajó al entender que estaba a salvo y que todo había salido según lo planeado.Mientras preparó sus pertenencias para asistir al trabajo, localizó su teléfono móvil que, para ese ent