Lexy bajó primero y tuvo que apretar las piernas cuando se descubrió tan húmeda que se avergonzó de las sensaciones que su cuerpo sentía cuando Storni estaba cerca. Una mirada bastaba para encenderla y un beso detonaba toda pasión en ella, ese ardor que había estado esperando por años para manifestarse de ese modo tan descontrolado.Joseph caminó a su lado en silencio, observándola con ojos curioso, mientras la chiquilla miró a todos lados antes de llamar a la puerta; de seguro estaba asustada y preocupada.Golpeó la puerta con seguridad, pero con la piel pálida producto del miedo y no bastó mucho para que una juvenil mujer no mayor a los setenta años apareciera por la puerta para mostrarse sorprendida por la visita que tenía ante ella.—¡Lexy! —exclamó la mujer.—Abuela —ronroneó ella, ocultándose con el cabello que le caía por la mejilla—. Él es Joseph, es mi jefe.—Señor Storni —musitó la abuela y sonrío, distrayéndose de manera inmediata—. Pasen, pasen, por favor…. Prepararé té —a
Lexy se movió primero y se acercó a la mesa para ordenar y limpiar antes de que su abuela trajera la comida. Joseph ayudó moviendo las sillas y le tocó el culo a la muchacha en un par de ocasiones, prisionero de ese juego en el que estaban atrapados.El vestido fue una pieza perfecta para meterle mano y, si bien, Lexy buscaba escapar de las resueltas manos del hombre, le parecía el juego más excitante del que había participado nunca.Dio brinquitos por la sala y escapó de Joseph como una niña pequeña y terminó sentada sobre sus piernas en uno de los sofás cuando el hombre logró atraparla y encerrarla entre sus brazos. Quiso decirle lo cómodo que se sentía junto a ella, pero la abuela de la jovencita apareció por la puerta, cargando una bandeja con tazones, cubiertos y comida. Como buen caballero se levantó de la silla con cuidado, fue atento con Lexy y buscó ayudar a la anciana a distribuir los cubiertos por la mesa y a servir el té con cortesía.Impactó a la anciana y también a Lexy
La muchacha tenía los labios dulces por la azúcar de las rosquillas fritas que su abuela había preparado y nada disfrutó más que esos besos. Inocentes y cargados de dulzura, lentos y con tantos espasmos que los músculos le dolieron.Joseph se metió entre sus piernas y se dejó caer encima de su cuerpo, ese que se hallaba cómodo en el centro del pequeño diván. Sus manos bajaron por sus piernas y delinearon con lentitud sus muslos y pantorrillas en repetidas ocasiones, llevando a Lexy a clamar sobre su boca, mientras seguían hechizados por largos y profundos besos que colmaron la sala de aquella casa.Cuando la joven sintió que la piel de su boca y mentón le quemaban por el insistente efecto de la barba de Joseph, quiso separarse de él, pero se descubrió recostada sobre el sofá, con el hombre montado sobre su cuerpo, casi sin respiración y con un sudor que empapaba toda su piel. La joven creó una distancia y entabló una trivial conversación. Joseph le siguió el juego y se quedó apoyado
Sí se trataba de estudios y títulos universitarios, Lexy debía conseguir con premura un Doctorado en “evasión” y un Magíster en “mitomanía”.Con sus grandes capacidades había evitado charlar otra vez con su abuela y había evadido sus preguntas, como siempre solía hacer, resultando escurridiza y muy inoportuna. Por otro lado, para cuando había llegado a la casa de sus padres y casi a las diez de la noche, una sarta de mentiras había caído sobre ellos, dejando a sus preocupados progenitores con una calma que ella entendió que arreglaría las cosas por un par de días.Para cuando encontró paz en el silencio de su habitación se tomó un tiempo para asearse y revisar las heridas y los golpes producidos por Esteban, esos que ya estaban ocultos bajo la estratégica ropa que usaba. Se duchó sin complicaciones y se relajó al entender que estaba a salvo y que todo había salido según lo planeado.Mientras preparó sus pertenencias para asistir al trabajo, localizó su teléfono móvil que, para ese ent
Más dulce que un rollo de canela y más cálido que un café negro.—Ya no tengo apetito —confesó y lo miró con temor.Joseph nada respondió y se levantó de su silla para caminar hasta el inicio del casino. Cerró la puerta con seguridad y encendió la máquina de café, donde configuró un cronómetro con diez minutos en su panel.—Tenemos diez minutos, las capacitaciones son muy breves —acotó él y se quitó el saco azul oscuro que llevaba.Se plantó frente a ella y, no obstante, Lexy seguía mirándolo a la cara, no tuvo reacción cuando el hombre la obligó a levantarse de la silla con un fuerte tirón y cogió su cuello con su mano para robarle un apasionado beso.Hundió sus dedos con suavidad en la piel de su cuello y se frotaron a la par en sus posiciones, ansiosos por sentirse otra vez.Lexy intentó quitarse la camisa de manga larga que llevaba, pero el hombre le hizo entender que no tenían mucho tiempo; le acomodó la falda hasta las caderas, donde la encontró sin ropa interior y con unas sens
Joseph se marchó tras besarle los labios por décima vez a Lexy y, no obstante, le tomó mucho trabajo dejarla a solas para que desayunara, tuvo que hacerlo, pues no estaba en condiciones de ser expuesto por las malas lenguas de las mujeres chismosas de la empresa.Ella bebió el café en silencio y repasó lo ocurrido mientras las otras personas la observaban con curiosidad. Se estaba riendo sola y tenía las mejillas sonrosadas gracias a los recuerdos que Joseph había dejado en ella.Regresó a su oficina con una segunda taza de café para el resto de la mañana y un trozo del bollo de canela para acompañar.Se acomodó en su escritorio con normalidad y encendió su computadora para empezar a trabajar.Aunque sabía que estaba postergando lo inevitable, no pudo enviar el mensaje que le había escrito a Esteban y decidió que lo mantendría entre sus archivos hasta una nueva oportunidad.“¿Una nueva oportunidad? ¿De qué narices estás hablando?”. —Preguntó su conciencia con ira.Lexy suspiró fatigad
Se levantó de su silla con cortesía y saludó a la pareja por igual, sonriendo con simpatía.—¿Usted es nueva? —preguntó el Gerente y la miró con desconfianza.—Es el reemplazo de Alejandra —acotó Anne con seguridad, ayudando un poco a Lexy y su timidez.Lexy gruñó ante ese sentimiento que carecía: confianza. ¿Por qué ella no podía ser así?—Bueno, ya sabes quién soy, no vengo muy a menudo, pero puedes confiar en nosotros en lo que quieras —explicó el Gerente y Lexy se sintió segura otra vez—. Y ella es Anne Fave, nuestra Asesora, es tu jefa también, así que debes tratarla igual que a todos.—Claro que sí —respondió ella y se sonrojó al entender que su puesto laboral y también el de Joseph dependían de ella, de la deseada y hermosa Anne Fave—. Me siento muy cómoda y agradecida…—¡Joseph, mí Joseph! —interrumpió la mujer y corrió al encuentro con el hombre, ese que se sorprendió de tanta alegría con la que lo recibían—. ¡Querido mío, las ventas están por las nubes, no sabes lo agradecid
Joseph había tenido la leve esperanza de que se tratara de otra substancia, pues estaba seguro de que Esteban también consumía, pero la decepción era clara y fuerte.—Le envíe un mensaje diciéndole que lo nuestro ya no da para más y me dijo que me iba a matar —repitió ella y dejó a Joseph entre dos sentimientos que no logró procesar: felicidad por su valentía para iniciar la ruptura y miedo por las amenazas del joven estudiante—. Siempre me ha dicho que, si me atrevo a dejarlo o a denunciarlo, me voy a pudrir en un cajón —aseguró ella y Joseph entendió de inmediato las referencias del joven.—Vale, vale, tenemos que pensar el algo —musitó él e intentó relajarse para pensar con mayor coherencia.Pero no podía, tenía mucho que enfrentar y sentía que el tiempo no estaba a su favor.“Déjame preguntar: ¿Por qué tenemos que ayudar? No sabía que nos dedicábamos al fono-drogas”. —Molestó la conciencia de Joseph y por más que quiso escucharla, no pudo, hizo oídos sordos, aun sabiendo los probl