~ 4 ~

*—Leo:

Como necesitaba calmarse un poco antes de volver a su casa para la fiesta, Leo decidió poner algo de música, por lo cual tomó su teléfono y conectó su Spotify a la radio para escuchar su Playlist de relajación. Esto siempre lo ayudaba cuando estaba de mal humor o había mucha m****a en su cabeza. Echó el asiento hacia atrás y se dedicó a buscar la paz mientras escuchaba con tranquilidad los sonidos de la naturaleza que salían por las bocinas de su vehículo.

Estaba tan metido en esto que no sintió como alguien tocaba la ventanilla de su vehículo y se sobresaltó. Miró hacia fuera encabronado para echarle la bronca a quien sea que lo interrumpía, pero al ver a Esmeralda, se relajó. Bajó la ventanilla y la miró. De cerca era más hermosa todavía. Su cabello castaño estaba ondulado y caía sobre sus hombros grácilmente. A diferencia de las chicas que había visto en la fiesta de Rose, su maquillaje era suave y no tan elaborado como estas.

Leo dejó de comerse a Esmeralda y decidió prestarle atención.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Leo. Estaba lejos de casa y ella no pudo seguirlo tan fácil, Quizás alguien lo había visto venir y le había dicho.

—¿Me dejas subir? —le devolvió Esmeralda y se movió incómoda—. He estado buscándote por un buen rato y estos tacones no están muy cómodos que digamos, ¿sí?

Leo sonrió y asintió. Desbloqueó el vehículo y vio como Esmeralda rodeaba el mismo para subir a este por el lado del copiloto. Se acomodó en el asiento y se inclinó para quitarse los tacones que llevaba esa noche. Eran unas sandalias rosas que tenían un gran pompón rosa en cada una. Eran altos y si, se veían incómodos. Las mujeres se veían hermosas con tacones, pero demonios, esas cosas podían matar a alguien.

Esmeralda soltó un gran suspiro de alivio cuando se las quitó y luego se volvió hacia Leo, sonriéndole con la más hermosa sonrisa que tenía. Leo dejó de estar enfadado. Es que no podía seguir de esa forma cuando Esmeralda estaba a su lado sonriéndole como si él fuera la única persona en este mundo.

—¿Y bien? —preguntó su novia y Leo arqueó las cejas, confundido porque no entendía a qué se refería Esmeralda—. Pareces enfadado —continuó su chica y Leo asintió.

Lo había estado, pero ya no lo estaba. Sin embargo…

La vista de Leo bajó por Esmeralda y al ver su ceñido vestido, volvió a sentirse enfadado. ¿Por qué Rose había insistido en que Esmeralda se colocara tal sensual prenda cuando sabía que a Leo seguro le molestaría? Iba a tener varias palabras con Rose cuando tuviera el momento.

—No me gusta como estas vestida —comentó Leo haciendo una mueca.

Esmeralda se miró.

—Los deseos de la cumpleañera —comentó Esmeralda encogiéndose de hombros y pasó una mano por su pelo, haciendo que este cayera hacia delante y cubriendo sus pequeños pechos.

M****a. No podía resistirse a ella.

Leo extendió una mano y retiró su pelo hacia atrás, revelando una vez más sus pechos cubiertos por el minúsculo vestido. Se veían apretados y quizás necesitaban un poco de liberación. Sus dedos tocaron su caliente y brillante piel y sintió como Esmeralda se estremecía, pero no dijo nada. Movió los dedos hacia el tirante del vestido, pero no trató de bajarlo.

Alzó la mirada hacia Esmeralda para verla mordiéndose los labios y viendo su mano algo nerviosa.

Desde que comenzaron a salir no habían hablado del sexo ni habían ido más allá de unos besos y abrazos, pero Leo no podía evitar sentirse atraído hacia Esmeralda. Cada vez que se besaban o que se abrazaban, Leo se excitaba y deseaba hacer más que eso, pero no habían tocado este tema y no sabía que pensaba Esmeralda sobre ello. Quizás ahora era un buen momento para hacerlo.

—Estas hermosa —susurró Leo mirándola a los ojos y sonrió. Movió su mano desde su hombro hasta su mejilla, acunándola con cariño—. Quizás estoy enfadado por cómo estas vestida, pero debo de admitir que esta noche estás preciosa, Esme —Leo tiró de su mejilla con dulzura—. Lo que más me molestó es que había demasiados idiotas mirándote y comiéndote con su mirada, me dieron ganas de matar a un par de estos, ¿sabes?

Una carcajada salió de Esmeralda y movió la cabeza.

—Sin embargo… —murmuró Esmeralda y alzó una mano para cubrir la suya con la de ella—. Solo uno puede tenerme —comentó y Leo pasó saliva. Esmeralda sí que sabía presionar sus botones con una frase. Sintió como su miembro se endurecía dentro de sus pantalones y Leo esperó que no comenzará a mojar. No tenía ropa interior esa noche y el pantalón de tela era rosa claro, por lo cual, se notaría si él se dejaba ir.

No obstante, no dejó ir el tema y se inclinó hacia Esmeralda, oliendo más de cerca su rica colonia de flores.

—¿Puedo tenerte? —preguntó y Esmeralda volvió a morderse los labios teñidos de rosa.

—¿Acaso no soy tuya? —le regresó y Leo sonrió con orgullo. Si, Esmeralda era suya, era su novia y tenían una relación, aunque esta estaba oculta a los ojos de los demás, entre sus personas de confianza y ellos, era una relación verdadera.

—Lo eres, pero nunca has sido mía del todo —comentó riendo y Esmeralda parpadeó confusa.

Leo pudo ver gracias a la luz de la consola que Esmeralda parecía incómoda. El comentario no parecía hacerle gracia y Leo se dijo que no era bueno que hablaran de esto en ese momento. Era mejor que lo dejarán para después.

Se alejó de Esmeralda y sonrió.

—Solo bromeaba, ¿Okay?

—¿Estás borracho? —preguntó Esmeralda a su vez arqueando sus oscuras cejas.

—Solo he tenido dos latas de cerveza —le respondió. Dos latas de cerveza no eran nada para él quien estaba acostumbrado a emborracharse con sus amigos.

Esmeralda lo observó por un largo momento y Leo fue el que se sintió incómodo ahora, pues no sabía que pasaba por la mente de su novia, pero parecía que esta estaba pensando muy profundamente. Se quedó en silencio, esperando por su próximo comentario. Quizás no debió de tocar el tema de tener relaciones, aun podían esperar y su relación era muy joven aún. Quería que Esmeralda se sintiera del todo segura antes de dar ese paso.

Podían ser dos latas de cerveza, pero estas habían hecho que se le fuera la lengua un poco.

Se maldijo a sí mismo por arruinar el ambiente que tenían.

—¿Puedes bajar más el asiento? —preguntó Esmeralda de la nada y Leo la miró con confusión.

¿Bajar el asiento? ¿A qué se refería?

Esmeralda comenzó a jugar con sus manos, viéndose muy nerviosa.

—No se ve nada desde fuera, ¿verdad? —preguntó y Leo miró hacia fuera.

Sus vidrios estaban tintados, por lo cual no se podía ver desde afuera muy claramente. Además de eso, estaban alejados de la casa y la luz de las farolas no estaban tan cerca tampoco. Nadie podría verlos a menos que vinieran directamente hacia ellos.

—Así es —confirmó.

Su amada sonrió y se movió en el asiento. Leo titubeó sin saber si hacer el pedido que hizo o quedarse como un idiota allí. Se lanzó hacia lo primero. Decidió bajar más el asiento hasta que estuvo recostado en el mismo momento que Esmeralda pasaba una pierna y se sentaba encima de él.

Un jadeó salió de su ser cuando sus cuerpos estuvieron conectados con la única barrera siendo la estúpida ropa. Sus pantalones se iban a manchar y sería vergonzoso volver a la fiesta, lo sabía, pero este momento de su vida era demasiado importante como para preocuparse por eso ahora.

—Esmeralda…

—No había hecho esto nunca, ¿sabes? —dijo su novia mordiéndose sus labios rosados.

Leo se sintió feliz de ser su primera vez, quería continuar siendo el único en su vida. Era una lástima que mientras Leo trato de olvidar a Esmeralda cuando no eran nada, estuvo con otras chicas. Le hubiera gustado experimentar todas sus primeras veces con su amada.

—Lo sé, soy tu primera vez —dijo con orgullo en su voz porque Esmeralda le estuviera permitiendo serlo.

Esmeralda sonrió y se inclinó hacia delante. Leo cerró los ojos cuando sus labios se tocaron. Como siempre, los labios de su amada se sentían maravillosamente bien sobre los suyos, era como si hubieran sido hechos para él.

Leo movió una mano y le agarró la nuca para empujarla hacia él, comenzando a devorar su boca con pasión.

Amaba todo de Esmeralda y besarla para él es como estar en el cielo, pues se sentía tan bien y a gusto. Cuando la besaba todas sus preocupaciones se dispersaban y lo único que le importaba eran solo ellos dos. El mundo podría acabarse y él estaría feliz porque moriría en sus brazos, así de intenso era su amor y se dijo que no podía permitir que aquello terminara, que tenía que luchar porque fueran aceptados. Debería ir a conocer a los padres de Esmeralda y pedirle su mano con tiempo, así podría asegurar su bendición de su lado antes de enfrentar a sus propios padres.

Decidió olvidarse de lo que vendría pronto y se dijo que tenía que disfrutar este momento de amor que estaban teniendo. Leo movió las manos por el cuerpo de Esmeralda, sintiendo la suavidad de este y lo caliente que estaba. Delineó sus suaves curvas con sus manos, deleitándose con estas y deseando retirar aquel vestido, pero por el momento tenía que aguantar.

Pasó las manos desde su espalda hasta la curva de su trasero, colocándolas bajo el vestido. Tentó sus nalgas, sintiéndolas muy libres y movió una de sus manos hacia el centro, buscando el tipo de ropa interior que tenía. Sonrió sobre los labios de Esmeralda al darse cuenta que llevaba una tanga. ¿Sería rosa como toda la vestimenta? Tiró de la fina tela y esta se estremeció cuando la tela golpeó la piel sensible.

—Leo —susurró Esmeralda apartándose un poco. Su cara estaba enrojecida y se veía perdida en el momento.

—¿Puedo tocarte? —le preguntó Leo pidiéndole permiso, pues no quería hacer nada que ella no quisiera.

—Si —susurró Esmeralda sobre sus labios.

—¿Estás segura? —volvió a preguntar Leo asegurándose de que Esmeralda no lo estaba diciendo por el calor del momento sino porque en verdad quería esto.

Esmeralda acunó su mejilla y lo miró a los ojos.

—Sí, estoy segura, Leo —admitió su novia fuerte y claro.

Sin embargo, Leo no estaba seguro del todo ahora. Tenía miedo de tocarla mal o que a esta no le gustara. Además de que estaban en su camioneta y alguien podía venir. No era que iban a tener su primera vez allí, no, claro que no, pero si quería tocarla y sentirla lo más que esta le permitiera.

—Te amo y lo sabes, ¿verdad? —le recordó y su novia tiró de su mejilla con dulzura.

—Lo sé, yo también te amo —murmuró y robó un beso rápido de sus labios—. Te amo tanto que no puedo pensar en otra cosa que no seas tú, Leo —admitió y el corazón de Leo latió como loco. Esmeralda sí que sabía elegir sus palabras, lo llevó cerca del borde.

—Esmeralda…

—Confío en ti —le aseguró Esmeralda sonriente y Leo se sintió agradecido de que fuera así.

—Gracias Esmeralda —murmuró Leo—. Te prometo que no haré nada que no quieras, ¿sí?

Esmeralda sonrió y se inclinó hacia él.

—Esto es algo que quiero —susurró sobre sus labios—. A por ello, Leo —terminó invitándole Esmeralda y Leo decidió lanzarse.

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