Epílogo

Lucía y Zaida acababan de cumplir los tres años y, para celebrarlo, toda la familia fue a Rio de Janeiro para disfrutar de la playa.

Las niñas decidieron armar un castillo de arena, mientras que Macarena se untaba bloqueador solar en su piel. Su esposo dijo que iría a buscar alguna sombrilla con el cual relajarse, por lo que decidió esperarlo.

En un momento, se le acercó un hombre corpulento, de un metro ochenta cinco, muy musculoso y con un silbato colgado en el cuello. Macarena notó que llevaba las mejillas sonrosadas, por lo que se supuso que era uno más que se sintió atraído por sus feromonas de CEO endiosada. Aún no podía creer que, siendo madre, todavía producía esos efectos en los demás.

- Soy un salvavidas – se presentó el sujeto – y estoy aquí para servirla. Así es que, si necesita algo o el agua es su enemiga, no dude en acudir a mi que la protegeré.

- Oh, me halaga su ofrecimiento, pero estoy esperando a mi marido – le dijo Macarena.

- ¿Qué? ¿Estás casada?

- Si,
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