Estrella del alba
Estrella del alba
Por: Jose Paniagua
I

¿Oscuridad? ¿Placer?  ¿Amor? Nombres que daban respuesta a mi locura que poco a poco también se convertiría en mi propio sinónimo. Dudas y melancolía me acompañaban acostado en una camilla con vías y otros aparatos conectados a mi; Nada fuera de lo común, una vez más me había lastimado o mejor dicho me habían lastimado tratando de descubrir información con las personas equivocas, pero no todo se remonta ahí, creo que todo empezó al conocerla, todo empezó con la idolatría y la dependencia. Mi vida estaba llena de nombres que solo daban afán a lo que pude o no pude haber hecho, a las decenas o tal vez centenares de veces que me arrepentí de no hacer nada, pero quién era yo o quién era ella para estar sobre la ley, estos pensamientos siguen rematando mis deseos de olvidarme a mi mismo.

Necesitaba un trago, me lo merecía, así que me levanté de la camilla retirando así todo lo que poseía mi cuerpo y recogí mis pertenencias del cajero para salir por la puerta ancha. Ya había oscurecido, tendrían que ser entre las 8:00pm - 9:00pm según la posición de las estrellas y la luna, no estaba lejos de mi taberna favorita significaba que podía ir a pie, supongo que sería bueno para mis piernas y no tanto para mi hígado.

Con las calles llenas de luces que hacían resplandecer los tonos grisáceos de los paseos peatonales y  la pequeña brisa nocturna que hacía que los árboles frondosos movieran cada hoja al ritmo de los correteos que se escuchaban doblando la esquina, era la perfecta excusa para encenderme un cigarrillo pese a que intento dejarlo.

New york, New york, New york... tan deslumbrante como siempre. Apreciar todas esas luces, verdes, rojas y blancas nos mantenía a mi y a la noche vivos; los carteles, los taxis, los borrachos, las peleas, la pizza, si la pizza sobre todo, le daba ese toque característico y muy americano al paisaje.

Que ciudad no fuese tan llamativa con toda la clase de culturas mezcladas; era bonito encontrarse con algún que otro bar de tapas que hacían recordar mi ascendencia o los tantos irlandeses que sorprendía con su increíble Whisky. Pueden llamarme loco pero como no regocijarse entre los murmullos y pisoteos de la multitud, eso nos convertía en insignificantes, daba igual cuales fuesen tus ocios, nadie te juzgaría y creeme que todo lo que puedas desear lo puedes encontrar en las calles de la gran manzana; juegos de azar y mujerzuelas esto era Disneyland para los degenerados.

Como todo aquí mi tabernero era algo fuera de lo común, bueno este bar en general era fuera de lo común. Quien lo atendía era un enano con orejas puntiagudas y ojos saltones, un afeitado digno de su amplio rostro y un pelo fijado hacia atrás, era caucásico, demasiado y su apariencia combinada con su procedencia daba paso a toda clase de chistes malos.

Lo especial de este bar sin duda alguna era su calidad-precio, hasta el más pobre podía salir de aquí con una borrachera del copón. El bar estéticamente no era tan especial; una barra por supuesto de madera, taburetes a la par, alguna que otra mesa, pero algo que si era característico eran los cuadros, los cuadros eran especiales, todos eran de grandes del cine, podrías ver desde un Marlon Brando hasta el elenco de Goodfellas, yo no era muy fanático del cine pero Patrick sí, si lo dejabas hablar ese enano no callaba contando teorías locas sobre toda clase de películas.

-Hombre, cuanto tiempo sin verte, las cosas han sido un poco aburridas desde que no pasas por aquí.-dijo Patrick una vez me senté en uno de los taburetes- Que vas a tomar esta noche capitán?

-Tira un vaso con poco hielo y llénalo hasta arriba.-dije mientras señalaba la botella vieja que apenas se dejaba ver detrás de las más llamativas.- ¿Alguna noticia que me interese?

-Todo depende que quieras saber .-Contestó mientras colocaba un vaso de cristal con unos trozo de hielo en la barra y abría la botella para despachar un whisky doble en las rocas.- Como por ejemplo: hay una recompensa hecha por la iglesia pero también se estrena Pulp Fiction, la nueva de Tarantino.

-Espera. ¿Qué acabas de decir?- dije asombrado, atragantándome con la bebida.

-Sí, promete ser otro éxito, tarantino últimamente no falla el buen cabrón.-dijo mientras limpiaba un vaso, con una pose típica de cantinero.

-Lo de la iglesia…

-Sabes lo que te cuesta ese tipo de información, capitán.

-Te conozco hace un tiempecito y cada vez se siente más como hacer un pacto con el diablo. ¿Qué vas a querer esta vez?

-Sois vosotros quienes me necesitáis, así que agradezcan tener al diablo a la vuelta de la esquina-. dijo entre una pequeña sonrisa picara.- Ya te diré lo que necesito después.

Pagué la miseria que me cobraba por la bebida y le pedí a Patrick que me diera paso hacia la sala de las recompensas remitidas, a esta sala solo podrían entrar los magos que Patrick quería.

 Las recompensas son otra de las cosas que convierten este bar en lo más llamativo para los magos solitarios, yo no me encontraba en ese círculo, yo más bien estaba sujeto a una sociedad que precedía mis acciones, ya que ofrecían unas clases de ventajas que no podía rechazar y sobre todo las monetarias, me permitía seguir mis investigaciones con mayor eficacia, aun así todo mago está regido por  las reglas en común que habían sido discutidas por los tres grandes: el sindicato de magia, la iglesia y el gobierno; la magia también estaba regulada para cualquier otro que conociese de tal ya que su uso sin consentimiento era ilegal y castigado severamente..

Este establecimiento se convirtió en la pequeña línea que une los dos mundos para los delincuentes, podías encontrar personas que poseían todo tipo de contrabando, solo tenias que saber con quien hablar y de la manera en cual hablar, ya que aquí todo el mundo se comunicaba a base de contraseñas cortas o apodos entre sí, yo podía reconocer a algunos por favores, encubrimientos e información que había vendido para ganarlos.

Todo se veía interesante, había algunas que me podrían traer dinero extra, habían nombres de personas relacionadas a cultos muy pronunciados y no simples ratas o gente desaparecida que aquí era de lo más común.Patrick rebusco entre los papeles que parecía guardar en un cajón un poco apartado del mural, me mostró un nombre muy peculiar, Tomás Smith, al parecer un infiltrado que estaba siendo buscado por la iglesia de manera urgente, no decía casi nada sobre su fugitivo, más que mostrar su foto, algunas pistas sobre su último avistamiento y la recompensa de su entrega; la cual era extravagantemente grande.

Había escuchado ese nombre antes, no recordaba muy bien donde, pero juraría que lo había escuchado o leído en algún lado, aunque es normal ya que la iglesia no acostumbraba a arrojar comunicados de captura y este llevaba unos cuantos días al aire.

-Me cobraras un favor por enseñarme un nombre que pude averiguar en cualquier otro lado?-. dije un poco decepcionado y estafado al mismo tiempo.

-Muchacho incrédulo, no desesperes y déjame encontrar lo que estoy buscando- dijo rebuscando entre todos los cajones de su escritorio y mirando detrás de los libros.- ¡Aquí está! Atrévete a decirme que esto no vale lo que quiera pedirte a cambio.

Me enseñó una imagen clara de Thomas en un lugar  muy conocido para mí, salía de  *Inserte Nombre*, eso me dejo con toda la boca abierta, Patrick solo tenia esa imagen porque había sido donde lo habían avistado ayer, pero para mi era mucho más que solo eso era un paso muy grande en mi investigación, el enano no sabia que tan grande había sido lo que me enseñó, debía ponerme a buscar a ese desgraciado de inmediato y así poder tener una conversación breve con el, porque una vez lo entreguen a la iglesia se acabó toda oportunidad de avanzar, pero antes de emprender mi búsqueda debía pasar por la sede, había sido llamado a acudir allí, pero había evitado hacerlo.

Salí del bar y mi cabeza solo me daba vueltas y vueltas. Me encontraba un paso más cerca de ella? Todo habrá valido la pena? ¿Me perdonará? Dudas y mas dudas, solo me consumía yo mismo, pero no era hora de clausurar la cabeza, el destino me sonreía, al igual que la luna.  

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