― ¿Escuchaste? Sí… Él la engaña y ella actúa como si nada…
― ¿Qué es lo que lleva puesto? Ella es tan degradable
―No te imaginas cuanto la odio, no es más que una mujer engreída por su estatus, que tiene atando a nuestro hermoso y valiente capitán…
―Es cierto, no merece más que todo lo que le sucede, ¿no lo crees?
― Si tienes razón, es lo de menos, después de todo, ellos solo están casados por una unión familiar, el gran capitán de la marina solo está con ella porque su familia se lo exige.
― ¿De verdad?
―Si…
Las risas no tardaron en llegar, mientras que yo solo caminé por los pasillos, lo hice con toda la tranquilidad del mundo, con mi cabeza muy en alto y observando a todos con una superioridad absoluta.
Lo hice hasta que el ruido acabo y lo vi ahí a él, mi esposo, el hombre que solo me había atado a una vida llena de tantas cosas degradables.
Uno que solo me causaba no más que degrado de ver y que odiaba con todo mi corazón, mientras que él parecía mostrarse de la misma manera hacia mí.
¿Por qué estábamos juntos? Esa era la pregunta que se hacían muchos, mientras que la respuesta era más que clara, lo estábamos debido a una unión injusta de parte de nuestras familias.
O mejor dicho de parte de su familia, pues la mía, se mostró renuente desde el inicio.
Lo hacíamos, porque al final de cuentas, había sido elección de parte de la familia Elrod y de mi esposo, cuando éramos solo niños.
Porque según él, yo era una niña linda y quería casarse conmigo, por mi hermoso rostro, justamente la sentencia que me acompañaba hasta este preciso instante.
―Capitán… En verdad, usted es uno de los hombres que más admiramos, ha logrado tantas hazañas, ha hecho tantas cosas que son dignas de admirar.
―Solo he cumplido con mi deber, no es como si fuese algo digno de alagar.
Ella pasó su mano por su rostro, lo observo con una mirada cargada de tanto amor y admiración, mientras que él, parecía no estar incómodo con aquello.
Solo le sonrió y tomo su mano, dándole un casto beso a la palma de su mano y la observo como si fuese un mundo entero por descubrir.
―No puedo creer que este atado a una mujer como aquella, no puedo creer simplemente que su vida sea tan miserable, si usted acaba con su matrimonio, yo me encargaré de hacerle la vida más fácil, me encargaré de hacerlo sentir una y mil cosas.
Ella pasó su mano por su uniforme blanco, mientras que él mostró una pequeña sonrisa, parecía encantado con sus palabras.
¿A cuántas había engañado de aquella manera? Era tan lamentable este hombre que, al final de cuentas, solo me causaba lástima.
―Me siento halagado, la verdad es que una mujer tan hermosa como tú me diga algo como esto, que me haga sentir como tú lo haces, solo me hace pensar que tengo una y mil posibilidades…
Ella sonrió, lo atrajo hacia ella y lo beso con un deseo digno de admirar, mientras que yo observaba todo en silencio.
Era curioso, estaba tan ensimismados en lo que pasaba entre ellos, que no habían notado siquiera, que tenían público presente.
―Me gusta mucho capitán, me gusta demasiado, tanto que no me importa lo que ocurra, solo quiero que me haga suya…
Él la presionó con una más fuerza contra la pared, parecía ser que lo harían ahí mismo, sin importarles si los veían o no.
Era muy típico, al parecer, de este, sobre todo, porque solía ser la comidilla de todos, el capitán con una vida sexual lo bastante conocida.
Como para llegar a mis oídos, debía ser demasiado estúpida para no saber que todas aquellas mujeres que solía burlarse de mí.
Habían sido amantes de mi prometido, por lo que solo mostré una pequeña sonrisa, observé la situación y cuando estos se besaban con más fervor.
Escuche mi nombre, un poco antes de que lograr siquiera interrumpirlos, para no continuar viendo semejante acto tan banal.
―Tu esposa no es más que una mujer estúpida, deberías dejarla capitán, hacerme tuya para siempre, debería entender que esa mujer no te llega ni a los talones, ella solo es una chica con ropa horrible, con una belleza común, ¿sabes el apodo que le tienen? La llaman el cuervo, ¿qué clase de mujer como esa? Puede estar con usted, en cambio, usted… Usted es el hombre más hermoso que he visto en mi vida y yo…
Pero él la calló, lo hizo con un beso fogoso, se pegó más a ella y esta dio un gemido, mientras que yo di una pequeña sonrisa.
Hice un pequeño ruido con la garganta y los dos rostros me observaron fijamente, aquellos que me observaron con tanta sorpresa.
Note el rostro de Calix Elrod, mi esposo, el capitán de la brigada de marines de la Grecia, más exactos de la playa de Navagio.
Una de aquellas que eran llenas de paz, gracias a este niño rico, que jugaba a ser el gran capitán, cuando no era más que un descarado, que le encantaba meterse en las faldas de las mujeres.
―Señora Dagón…
De hecho, ese era mi apellido de soltera, pero quien era yo para corregirla, solo era la esposa del hombre con el que ella parecía estar a punto de tener sexo en un pasillo.
Sonreí hacia la chica, aquella que inicio a temblar, y parecía estar preocupada, más cuando había labial en el cuello y boca de mi esposo.
Aquel que me observaba sin perder un solo segundo cada uno de mis movimientos ¿Qué pensaba? ¿Qué haría un gran drama y lloraría?
¿Qué me mostraría como si fuese no más que una niña ante su engaño? Pobre hombre ridículo, los observe y note como aquella arreglaba su pequeño vestido.
Como parecía estar a punto de escapar, y como Elrod, solo daba un paso atrás un poco incómodo, como él daba espacio para que ella pudiese ir y se limpiaba de manera disimulada y arreglaba su uniforme.
Observe como esta corría hacia lo que parecía ser el lado contrario, por lo menos lo intento hasta que escucho mi voz.
―De aquel lado no hay salida señorita…
Ella detuvo sus pasos, mostró un gesto amargo y avergonzado, observo hacia mi espalda, como si buscara una salida, mientras que yo.
Solo di un paso al lado, uno que esperaba que viera como una muestra que podía solo marcharse sin más, pues yo no le haría nada.
Algo que pareció comprender, pues aquella corrió, lo hizo con tanta prisa que me sorprendió, más cuando a penas y pude notar que había pasado a mi costado.
Di una pequeña sonrisa y negué con la cabeza completamente divertida y su voz logrando sacarme de mi pequeño rato de diversión.
― ¿Te diviertes? No tienes que hacer un drama, puedo explicarte…
―No necesito que me expliques Elrod, creo que lo que acabo de ver y escuchar es más que suficiente para sacar una conclusión.
―Sé muy bien que estás llegando a sentirte mal por la situación, que yo…
―No, no me importa, la verdad es que es de esperarse de tu parte, acepto que es la primera vez que te veo, pero no es nada nuevo para mí…
― ¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Ya lo sabías?
Este hombre patético, tan llevado de su virilidad, parecía que no tenía un solo pensamiento en su cerebro, pobre, era hueco allí arriba, al parecer.
Sonreí con sorna ante sus palabras mientras me preguntaba, ¿desde cuándo él creía que yo estaba enmarada de él?
Si soportaba todo esto, no era por amor, era por mi palabra, por las de mis padres, y ahora ya no había nada que me atara a él.
Ahora era completamente libre y eso he de decir que lo agradezco.
―Tú no me importas para nada Calix Elrod, tú no eres de importancia, mucho menos lo que llegues hacer…
― ¿De qué hablas Calíope? ¿A qué va todo esto?
Él me observó fijamente, parecía estar tenso y parecía esperar algo de mi parte, por lo que sonreí con una expresión tranquila.
Y hable con un tono que seguramente él jamás esperó.
―Quiero el divorcio
Fue hace muchos años, aún lo recuerdo, era solo una niña. Pero ese día jamás será borrado de mi memoria.El día, en el que la familia Elrod una de las familias más prestigiosas y poderosas de toda Grecia, hizo una gran fiesta, una en la que elegiría a una prometida.Y a pesar de la renuencia de mis padres, nosotros habíamos sido invitados todo con el afán de mostrar la belleza de su hija.Ese día, solo él tuvo que señalar con su dedo, lo hizo hacia mí, mientras que mis padres mostraron un gesto lleno de terror.Yo solo pude observar cómo sin más él decía las palabras más irreales que podía imaginar.―Me casaré con la niña más hermosa de este lugar, me casaré con la que estoy seguro de que será la mujer más atractiva de todos…Yo lo observaba con sorpresa, mientras que mi madre temblando coloco su mano en mi hombro y en medio de un susurro hablo llena de temor.―No llores Calíope, no lo hagas…Y entonces comprendí, yo, con apenas ocho años, había sido elegida por la familia Elrod para
―Calíope… Calíope…Caminaba con rapidez, lo hacía con tanta furia que no preste atención a los llamados de Elrod, solo caminaba con prisa, estaba tan furiosa.Necesitaba pensar, necesitaba hacer las cosas con tranquilidad, no dejarme llevar por mis sentimientos, porque de hacerlo, todo el legado de mis padres.Todo aquello que me habían enseñado, incluso estar serena y tranquila ante las malas situaciones, se irían a la basura sin más.―Calíope… Calíope…―Ahora no Elrod, no tengo tiempo para ti…Pero entonces este había tomado mi muñeca, me había hecho detener y me había observado fijamente a los ojos.Mientras que yo solo quería golpearlo, porque todo esto que me estaba pasando era solo por su culpa y aquello solo lograba que lo odiara un poco más.―Si no es ahora, ¿cuándo? Tengo prohibido las vistas sin dar aviso en mi propio hogar y cuando no puedo entrar sin una cita previa.―Eso ocurre cuando vas al hogar de otras personas.―Es mi propio hogar…―No hasta donde yo tengo entendido,
CalixCaminaba por los pasillos de la mansión Elrod, el lugar estaba lleno de lujos y podía decirse que ánimos de fiesta.Justamente como muchos años atrás, justamente como era antes de la muerte del abuelo, aquel que me animo a escoger una prometida.Aquel que sonrió lleno de satisfacción al igual que mi padre, justamente cuando escogí a la hija de la familia Dagón, pues al parecer ellos no estaban tan encantados con lo que he hecho.De casarme con la hija de los Finch, justamente como mi madre y mi familia materna deseaba, caminaba con calma, justamente hasta llegar donde ella.Aquella que observaba la ventana justamente como siempre solía hacerlo, su vestido negro parecía de la época antigua.Su cabello negro completamente recogido y podía jurar que sus ojos verdes con aquellas largas pestañas observaban hacia la nada.Justamente como siempre solía encontrarla, perdida en sus pensamientos, mientras que yo parecía arruinar todo aquello que ella llamaba paz.Entonces sin más, sin pod
…― ¿Cómo es que el capitán Elrod, puede tener una esposa como esa?―No lo sé, pero la verdad es que me causa un poco de lástima.Las dos mujeres siguieron sus pasos, mientras que yo caminaba de manera tranquila por el centro comercial, detuve mis pasos y di un largo suspiro mientras que miles de maldiciones vieron a mi cabeza.―Mi señora… ¿Se encuentra bien?Entonces mis ojos fueron directamente a mi secretaria, aquella que parecía preocupada, pero sabía que de demostrar algún tipo de fragilidad.Solo sería tomada como alguien débil, como alguien que no es más que una tota que se deja manipular por comentarios y miradas de terceros.Por lo menos eso decía mi madre, lo hizo toda su vida, mientras que me obligaba a vestir de esta manera, mientras me esmeraba a ser quien era.No podía demostrar debilidad, debía buscar la manera de que Elrod, solo me dejará, que solo buscará otro camino y me dejará de lado.Pues mi belleza, justamente esa, me había metido en esta vida, me observe por el v
Emiliano, Emiliano, era Emiliano, no podía siquiera creerlo, no podía, lo observaba de manera fija y me pregunta si aquel hombre hermoso era Emiliano.Lo había visto en algunas fotos, aquellas en las que este se veía de aquella manera tan sexual y masculina con su traje formal.Sus llamadas, sus palabras de aliento, todo vino a mí como si fuese un tornado difícil de evadir, mientras que él seguía allí justamente frente a mí.Habían pasado tantos años desde nuestra separación, desde que aquel tuvo que marcharse junto a su familia debido a sus negocios, que incluso al verlo justamente ahora.Ahí frente a mí, podría jurar que solo era una ilusión, su cabello castaño, sus ojos avellana y su cuerpo tan masculino, mientras hacia aquel rostro lleno de diversión.¿Era mi Emiliano? ¿Era aquel chico, ahora hombre del que había estado enamorada desde que tengo uso de razón?― ¿No me saludarás? Ya me duelen los brazos.No pude evitar reír, no pude evitar incluso las lágrimas que escaparon de mis
Gire sobre mis talones y observe al hombre frente a mí, aquel que tenía una expresión cargada de furia, mientras me preguntaba que era aquello que lo tenía tan furioso.Por lo menos eso pensé, hasta el momento en que vi a la mujer tras él, aquella que lo sostenía de su brazo, mientras me observaba con lo que parecía ser una pequeña sonrisa de satisfacción.Eso debía ser no más que una de esas burlas que de verdad la detestaba con todo mi corazón, pues Helena guindada de su brazo, solo hacía que mi sangre hirviera.Ese maldito bastardo, ¿Venía acaso a hacerme reclamos por qué había golpeado a Helena Finch? De verdad podía hacer eso, juro por todos los dioses, que este trato se acaba de inmediato.―El capitán Elrod, es un gusto verte, años sin ver esa expresión tuya tan inigualable…―Jódete, ¿Qué haces aquí Emiliano? ¿Qué no te da vergüenza que te vean con una mujer casada? Debería sentir un poco de vergüenza, más por el hecho de que no faltarán los comentarios maliciosos, sobe el hecho
Calix El auto se detuvo y yo di un largo gemido, noté como el hombre quería hacer preguntas, pero yo solo le di una mirada cargada de advertencia.La misma que ella había dado hacía unos minutos, cuando me vio caminar doblado hacia el auto y parecía querer preguntar si tenía alguna herida.Pero mi ego había sido tan lastimado que no podía siquiera mencionar el hecho de que mi esposa me había propinado un rodillazo en la entrepierna.Solo porque la había arrinconado contra una pared, aunque si lo pensaba bien, hacía unas semanas, ella me había encontrado de aquella manera con otra mujer.Di un resoplido y me maldije por ello, eso de ser expuesto parecía estar cobrándome una terrible factura.―Capitán… Capitán que bueno que lo encuentro yo… ¿Qué le paso?El teniente observó a mi chofer, aquel que negó con la cabeza, mientras que yo por un instante trate de verme lo más normal del mundo, camine hacia la entrada del lugar y la única palabra que podía pasar por mi cabeza.Solo surgió de m
Ruidosos, todos eran muy ruidosos, era curioso, ni siquiera había salido del auto, y el ruido era tan ensordecedor, que incluso me molestaba de sobre manera, por esa razón.Solo di un largo suspiro y me regocijé en mi propia mente, tal vez esto era una señal, una manera del mundo para decirme que solo me marchara sin más.Sobre todo, cuando llevaba casi quince minutos en el maldito auto, y el inútil de mi esposo no se había dignado a venir, todavía estaría adolorido por el golpe que le proporcione.Di una pequeña risita ante aquel pensamiento, sobre todo porque era ridículo, ya había pasado una semana de ello, era imposible que ese bastardo sufriera aún por ello.Solo era una mujer de compleción media era más que imposible que sufriera tanto por un golpe como ellos, estaba segura de que le habían causado muchos peores.― ¿Señora? ¿Desea acaso que nos marchemos?Observe a mi chofer, él me conocía muy bien, la verdad era que había venido a muchas de estas fiestas, pero la verdad era que