Ruiseñor: Séptima parte.

El sol se deslizaba perezosamente entre las copas de los árboles, tiñendo el bosque con una luz dorada y cálida mientras Lucía caminaba con paso firme, su cesto lleno de hierbas y la gran liebre recién atrapada. El aire estaba impregnado de olores a tierra húmeda y hojas secas, una mezcla familiar que siempre lograba apaciguar sus pensamientos. Respiró profundamente, sintiendo cómo la tensión del día se desvanecía lentamente. Le gustaba estar en el bosque, alejada del bullicio del pueblo, y encontrar consuelo en la soledad de la naturaleza.

Su mente divagaba entre recuerdos del pasado y la vida tranquila que había construido para sí misma y para Ferus. La rutina de la costura y la caza, aunque sencilla, la mantenía centrada y, sobre todo, conectada con la parte de ella que amaba a su hijo con una devoción inquebrantable. Cada vez que veía sus ojos brillando de alegr

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