Cálido y confortable nido de amor: Cuarta parte.

Lucía cerró los ojos un instante, buscando la calma que parecía escapársele entre los dedos. Pero la calma era un lujo que no podía permitirse cuando Loreta estaba tan dispuesta a invadir su espacio una vez más. Se giró hacia ella, con la tensión clara en su mandíbula.

—Loreta, por favor —dijo, su voz más firme ahora—. Sé que intentas ser amable y una gran persona, pero... ya llegué a mi límite. Desde que llegamos aquí, vienes casi todos los días, te metes en todo, y quieres hacer las cosas a tu manera. Necesito mi espacio.

Loreta se detuvo por un instante, con las manos todavía sosteniendo una patata a medio pelar. Sus labios se fruncieron en una línea dura y sus ojos se entrecerraron. ¿Cómo podía Lucía rechazar su ayuda después de todo lo que ella había hecho? En su mente, la respuesta era s

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