No nos alejamos, pudimos pasar abrazados horas y se me pasaron demasiado rápido, nos sentamos en el sofá del jardín, encendió la hoguera y me acurruqué a su lado hasta quedarme dormida.Me desperté en su cama, escuchaba el trasteo de algo y bajé los pies al suelo para caminar hacia el ropero. Tenía mi maleta subida a la isla con cajones que habia en el centro de la habitación de armarios (más tarde descubrí que dentro tenía corbatas, calcetines, y joyas)—¿Qué estás haciendo? —pregunté.Me froté los ojos y Enzo enganchó uno de mis vestidos a una percha.—Colocar tu ropa.Chasqueé la lengua. Seguía borracha para cuando llegamos a la mansión. Salí del deportivo y estuve a nada de irme de bruces contra el suelo. Me apoyé en el coche para quitarme las tiras de los tacones y escuché sus pasos rodear el deportivo, se puso detrás de mi y sentí cómo atrapaba la cremallera de mi falda bajándola lentamente mientras, inclinado sobre mi espalda, me respiraba contra el cuello.La falda se me aflojó y dejé de intentar quitarme los tacones. La falda se me encajó a las caderas y aún desabrochada no cayó al suelo, Enzo tiró de ella hasta que me la quitó y se amontonó en mis tacones. Me dio un azote y me tambaleé así que me apoyé en el coche. Me azotó de nuevo, apostaba a que me dejaría marcas y sólo pensar eso ya me mojó.El alcohol lo hizo todo más intenso, sobre todo cuando me apart&oacDeja libre la pasión
Me desperté envuelta en sus brazos, desnuda y me desperté sólo porque necesitaba ir al baño. Repté fuera de él y en cuando me puse de pie en la cama Enzo se tumbço boca abajo y le miré el culo. Tenía un buen culo pero antes de ponerme en modo gata salvaje caminé desnuda al baño y vi el desastre que era. Tenía el maquillaje corrido, el pelo revuelto y unos chupetones por el pelo y el pecho, hasta tenía uno en el abdómen. De sólo recordar todo lo que me hizo me estremecí.Sabía que no volvería a dormirme y pensé que bajar a desayunar yo sola no necesitaba vestirme. Cogí su camisa del suelo y le abroché los botones. Sólo me puse además un tanga y bajé a la cocina. Tuve que beberme tres vasos de agua para intentar apaciguar la resaca y el dolor de la cabeza, y el sabor tan pastoso que tenía en la boca.
No pareció afectado por lo de su madre y sólo lo dejé correr. No podía preocuparme, aparte, por eso.El lunes llevé casi todos mis trabajos terminados y creo que fui la única que lo hizo porque a mitad de la segunda clase el profesor dio un discurso sobre por qué debían entregar sus trabajos antes del verano. Parecía que iba a ser un buen día. Enzo me recogió, fuimos a la mansión a comer juntos y a cambiarnos de ropa, llegamos juntos a la empresa y se pasó casi todo el tiempo sentado en el sofá y mirándome.—¿No tienes nada qué hacer? —le pregunté.Levantó la vista del libro, llevaba un buen rato en las mísmas dos páginas.&md
No dije nada ni cuando Enzo empezó a conducir. Iba de morros en el asiento del copiloto y mi madre en los asientos traseros del deportivo descapotado casi alucinando por estar ahí sentada. La dejó en el motel asqueroso y alejarme de ella me dejó tiempo para procesar mejor todo.Estaba bien, me sentía más liviana por mi parte. Las cosas con mi madre habían fluído, no sería jamás una madre de verdad pero era mi familia y sabía que no podía vivir toda la vida llena de rencor y odio por ella.Sentí un calor rodearme la rodilla y vi la mano de Enzo sobre mi piel. Tiré de sus dedos y los alejé de mi.—No me toques —repetí.—No me jodas. Te he dejado días tranquilos para que disfrutes, pero tenías que h
Me desperté como un reloj a las siete de la mañana para ir a clase. Enzo no estaba en la cama de la habitación de invitados y no había rastro de que estuvo allí salvo por lo hundida que estaba la almohada y que todavía sentía sus brazos rodearme. No tenía nada allí así que arrastré los pies por todo el pasillo con mi ropa del día anterior entre los brazos. Enzo tampoco estaba en la habitación principal y no parecía haber pasado por allí. Solté mi ropa en el cesto del ropero que estaba casi vacío. Se me hizo muy raro que no hubiera nadie por allí, que hubiera tanto silencio y llegué a pensar que seguía dormida y estaba teniendo un sueño, estaba más segura de que era un sueño cuando por la barandilla del entresuelo que daba al piso bajo vi la entrada llena de flores.Me agarré al metal plateado asomándome. Parecía haber un campo de flores coloridas en la entrada de la mansión y hasta me froté los ojos, pero no era un sueño. El corazón se me subió a la boca y estuve a punto de tener un
En todo el día siguiente busqué el momento para tomar la valentía de querer ir a ver a mi madre. Era miércoles ya y me parecía que eso de que todos se fueran a la semana siguiente estaba demasiado cerca. —Kate. Enzo golpeó el cristal de la mampara de la ducha. Estaba todo mojado y lleno de vapor, pero creía que aún así podía verme desnuda bajo el agua. —¿Qué? —Voy a salir, no tardo. Solté un sonido afirmativo y sobre el sonido de la ducha escuché el sonido de las puertas cerrarse. Me aclaré el pelo y salí del baño envuelta en una toalla. Estuve a punto de tocar la tentación de ponerme el bikini y correr a la piscina, pero no lo hice porque era ya por la tarde, estaba sola en la mansión y a pesar de las cosas, de cómo fuera que Enzo y yo estuviéramos, seguía sintiendo que le debía muchas cosas y lo poco que podía hacer ya era cómo mínimo hacer la cena para cuando llegara. Además, Enzo cocinaba de pena por sí mismo, lo intentaba, era agradable ver cómo un hombre cómo él se esfo
Mi madre se fue, no me despedí en persona pero sí que le envié un mensaje y desbloqueé su teléfono regular. Se fue y ya no era una carga. Pasé casi todos los días en la mansión, el verano golpeó con fuerza y todavía no me acostumbraba al calor. El martes fue la primera vez que usé la piscina. Me desperté con un calor terrible, en parte porque Enzo daba calor. Me desperté y caminé al ropero a por un bikini. Me até la tira al cuello y caminé sólo en bikini por toda la casa y los jardines hasta la piscina. Me di un par de chapuzones y estuve a punto de quedarme dormida en la tumbona bajo el sol. Me hubiera dormido si no me hubiera sonado el teléfono. Metí la mano en mi bolsa de playa que llené con cosas y leí el nombre de Enzo. —Buenos días —canturreé. —¿Dónde estás? —gruñó con la voz ronca y adormilada. —En la piscina. —Ahora voy. Llegó casi a los veinte minutos. Me puse la mano frente a los ojos para evitar el sol y sonreí. Enzo se colocó la goma elástica del bañador y sus mú