Terapia para dos

No pareció afectado por lo de su madre y sólo lo dejé correr. No podía preocuparme, aparte, por eso. 

El lunes llevé casi todos mis trabajos terminados y creo que fui la única que lo hizo porque a mitad de la segunda clase el profesor dio un discurso sobre por qué debían entregar sus trabajos antes del verano. Parecía que iba a ser un buen día. Enzo me recogió, fuimos a la mansión a comer juntos y a cambiarnos de ropa, llegamos juntos a la empresa y se pasó casi todo el tiempo sentado en el sofá y mirándome. 

—¿No tienes nada qué hacer? —le pregunté. 

Levantó la vista del libro, llevaba un buen rato en las mísmas dos páginas. 

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