No entendía nada; Marco no se había molestado en explicarle los detalles de su plan. Minutos después de mostrarle una parte de la cabaña, la condujo a la habitación que sería su alcoba, donde le dijo que pasaría la mayor parte del tiempo.Elena seguía agotada físicamente, pero lo que más la desgastaba era que todos terminaran por encerrarla. Y aunque sabía que era por una buena razón, ya que el hombre estaba tratando de ayudarla, no dejaba de sentir una sensación extraña.Era como si algo le advirtiera que algo peor estaba por suceder.En ese momento, alguien llamó a la puerta de la habitación.—Adelante —respondió Elena.Elena se quedó en silencio cuando el hombre de Marco le dejó una charola con un plato de comida sobre la pequeña mesa de la habitación y salió sin mirar atrás.Miró el contenido, los olores no la atraían, y el cansancio en su cuerpo se sumaba al peso de una angustia creciente. No tenía apetito, ni siquiera ganas de probar bocado, a pesar de que sabía que necesitaba a
Esa noche, Marco se sentó en la penumbra de su despacho, con una mirada fría y calculadora, mientras marcaba el número de Giovanni. Sabía que ese momento llegaría, y no podía ocultar la satisfacción que sentía al poder amenazar a su propio rival.Giovanni respondió al primer timbrazo, como si hubiera estado esperando esa llamada desde el mismo momento en que dejó la mansión de Vittorio.—¡Devuélveme a mi esposa ahora mismo, cabrón! —escupió Giovanni con un tono cargado de rabia y frustración.Marco, sin inmutarse, sonrió y respondió con una calma exasperante:—Tranquilo, Romagnoli. No esperaba que me recibieras con tanta agresividad, creí que ella no te importaba tanto. ¿Es que acaso no sabes saludar? —La indiferencia en su voz solo sirvió para encender aún más la furia en Giovanni, que sentía cada palabra de Marco como un insulto personal.El corazón de Giovanni latía con fuerza descontrolada, apretando el teléfono con una mano hasta que sus nudillos se volvieron blancos.—¡No juegue
Al día siguiente, Marco se dispuso a ejecutar la jugada final que hará que Giovanni caiga. Dio instrucciones precisas para que su hombre fuera a buscar a Elena y la llevara hasta el salón principal. Quería asegurarse de que escuchara cada palabra que su esposo estaba a punto de decir. A la hora exacta, con el teléfono en la mano y una sonrisa en el rostro.Un leve golpeteo en la puerta le anunció la llegada de su hombre de confianza, el cual traía a Elena. Ella entró al salón con pasos vacilantes y su expresión denotaba confusión.La noche anterior, los pensamientos y las dudas la habían mantenido en vela. Aunque estaba a kilomentros de distancia de Giovanni, la inquietud de estar lejos de su esposo y de todo lo que habían compartido le dolía más de lo que habría querido admitir. Marco percibió su incertidumbre al instante y, sin perder tiempo, decidió llevar adelante su estrategia.Cuando Elena entró en la habitación, sus pasos dudosos reflejaban la tensión que la situación le gener
Giovanni quedó en silencio al otro lado, pero antes de que pudiera responder, Marco cortó la llamada. El salón quedó sumido en un silencio pesado, roto solo por los sollozos ahogados de Elena. La mirada de Marco se suavizó momentáneamente, o al menos, eso quiso aparentar, mientras ella trataba de recomponerse.—Lamento que tuvieras que oírlo así, Elena —dijo Marco, con un tono de falsa compasión—, pero creo que era necesario. Ahora ya ves cómo son las cosas. Giovanni nunca pensó en ti; a él solo le importa lo que puede obtener.Elena se giró hacia él, con las mejillas húmedas y los ojos llenos de una tristeza desgarradora.—No sabía que… —intentó hablar, pero el nudo en su garganta le impedía continuar—. No sabía que él quería eso de mí. Pensé que…—Giovanni es así, siempre ha pensado solo en su beneficio —. Suavizó su tono y le colocó una mano en el hombro—. Entiendo que esto es difícil, creías que él al menos se interesaba por ti, pero a veces es mejor abrir los ojos. Puedes confiar
El despacho de Giovanni estaba impregnado de una calma tensa, tan pesada que parecía aplastar el aire mientras el sonido monótono de una llamada telefónica llenaba el silencio, interrumpido solo por la respiración agitada del hombre al otro lado de la línea.—¿Qué quieres decir con que no pudiste conseguir la copia del testamento? —Giovanni preguntó, su voz rasposa, filtrando irritación y desesperación a partes iguales. Estaba sentado en su silla de cuero, los dedos tamborileando sobre su mesa de escritorio con impaciencia, esperando una respuesta que le ayudara a entender el desastre que se estaba gestando.Su abogado usó un tono calmado, pero era evidente que se sentía incómodo por la reacción furiosa de su cliente. —Lo siento, señor Romagnoli, pero los abogados de Marcelo Montalvo se adelantaron. No sé cómo lo hicieron, pero han logrado obtener el testamento de la madre de la señora Elena antes que nosotros. No… pude hacer nada para evitarlo.Giovanni apretó la mandíbula con fuer
Giovanni salió de su casa, con el rostro sombrío y el corazón cargado de dudas. El mensaje de Marco rondaba su mente como una sombra, llenándolo de desconfianza. ¿Por qué le enviaría la ubicación? ¿Por qué ahora? ¿Qué estaría tramando? Apenas había alcanzado el camino de entrada cuando uno de sus hombres apareció frente a él, agitado y con el rostro sudoroso, deteniéndolo en seco.—Señor… —jadeó el guardia, apenas recuperando el aliento—. Tenemos al tipo que atacó a Frank. Está amarrado y amordazado en el sitio que usted ya conoce. ¿Qué hacemos con él?Giovanni frunció el ceño, en silencio por un momento, evaluando las implicaciones de esta información. Su intuición le decía que ese ataque no había sido un incidente aislado; sus sospechas estaban en solo una persona. Sus pensamientos pronto volvieron a centrarse en Elena, a quien necesitaba encontrar. Sin embargo, no podía pasar por alto esta amenaza.—Por ahora, solo encárgate de interrogarlo —respondió con severamente, mientras su
Las patrullas, los bomberos y hasta una ambulancia habían llegado al lugar, intentando aplacar el desastre que se había desatado minutos atrás. Giovanni no perdió tiempo y, sin pedir indicaciones, comenzó a buscar a Elena junto a sus hombres por todos los alrededores del bosque. Quería al menos encontrar alguna señal de que ella había logrado escapar. Esperaba descubrir huellas, rastros, alguna pista que le indicara que había huido de aquel sitio con vida, que había corrido para protegerse, para salvar su vida y a su hijo que lleva en su vientre.Pero no encontró absolutamente nada, ni un solo indicio de que Elena había estado allí. La frustración empezó a tensar sus músculos y a nublarle la mente. Regresó entonces a la zona destruida, donde una vez se erguía la cabaña que ahora solo era un montón de escombros carbonizados y cenizas.Un oficial de policía se le acercó con expresión seria y algo de compasión reflejada en sus ojos. Giovanni lo observó de reojo, molesto, sin interés en r
—¡Mamá, papá! —La voz de Camila Montalvo resonó como un trueno en la estancia, irrumpiendo en la calma superficial que reinaba en la mansión.La joven, con el rostro encendido por la agitación, llevaba un periódico en las manos. Su andar apresurado dejaba traslucir la gravedad del asunto. Sin mediar más palabras, se acercó a su padre, Marcelo Montalvo, y le extendió el periódico.—¿Qué pasa, hija? ¿Por qué tanto alboroto? —inquirió Verónica desde su lugar, estaba acomodada con las piernas cruzadas en un sofá de diseño exclusivo, hojeando una revista de sociedad con fingido desinterés.—Mira esto, mamá. No podía creerlo cuando lo leí —dijo Camila, señalando una página en particular mientras Marcelo tomaba el periódico.El rostro del hombre se transformó en un lienzo de incredulidad y horror al leer las palabras que vinculaban el nombre de su hija Elena con la palabra “desaparecida”. Su piel palideció y sus manos temblaron como hojas sacudidas por el viento.—¡Querido, ¿te sientes bien?