Elena observó la expresión de Giovanni mientras las luces de la carretera iluminaban su rostro a intervalos. Él se había quedado callado tras escuchar sus últimas palabras, y ella se preguntaba qué pasaba por su mente en ese momento. Parecía que la conversación había despertado recuerdos, nada gratos, porque notó un leve gesto de incomodidad en su atractivo rostro.Aun así, Elena no se atrevió a ir más allá. No se sentía capaz de preguntarle qué era lo que le molestaba, pues la barrera que él levantaba entre ellos la frenaba cada vez que intentaba decir algo.Esa noche, al llegar a la mansión, el ambiente entre ambos seguía tenso. Giovanni, por su parte, había dejado de lado esos oscuros pensamientos que ya no significaban nada para él. Su mirada volvió a posarse en su esposa, quien seguía sentada a su lado, perdida en sus propios pensamientos con la mirada fija en la ventana del auto.Pero Giovanni no había olvidado el deseo que lo había consumido antes y durante la cena. Cuando el
La luz de la mañana apenas empezaba a colarse por las ventanas de la mansión cuando Giovanni salió silenciosamente de la habitación. Elena seguía profundamente dormida, su cuerpo delicado estaba descansando después de la pasión intensa de la noche anterior. Giovanni se detuvo un instante junto a la cama, observándola en su estado más vulnerable. Sentía una mezcla de emociones que no lograba descifrar del todo. Era un hombre acostumbrado a tener el control de todo, pero con Elena, ese control parecía cambiar en muchos aspectos.Con un suspiro silencioso, giró sobre sus talones y salió sin hacer ruido, decidido a poner algo de distancia entre ellos, al menos por unas horas. El deseo que lo consumía cada vez que estaba cerca de su esposa era algo que no había experimentado antes. Su posesividad, normalmente controlada, se había convertido en una llama que no podía apagar. Y eso lo inquietaba.El chófer lo esperaba afuera, y en cuanto Giovanni subió al coche, la puerta se cerró suavement
Elena despertó con el zumbido insistente de un aparato vibrando. Abrió los ojos y comprobó que estaba sola en la habitación. Giovanni ya no estaba a su lado durmiendo. Se frotó los párpados pesados, no por falta de sueño, sino por la confusión. Había dormido toda la mañana, algo que no era habitual en ella. Al ver la luz del sol filtrándose por las cortinas, se sorprendió de lo tarde que era.Se incorporó, suponiendo que Giovanni se había ido temprano por motivos laborales. Sabía que su esposo no era el tipo de hombre que se quedaba junto a ella tras una noche de pasión. Ya conocía esa versión suya, pues nunca le había brindado el cariño que ella anhelaba, y poco a poco se estaba acostumbrando a ello. Soltó un suspiro, resignada.Al estirar los pies fuera de la cama, vio el móvil de Giovanni sobre la mesita de noche. La pantalla iluminada mostraba una notificación que decía: “Señor, es urgente, es sobre el documento”. Elena decidió ignorarlo; supuso que se trataba de negocios, algo
Elena seguía pensando si debía o no pedirle a Giovanni permiso para visitar el panteón. Faltaban solo tres días para el aniversario de la muerte de su madre, y esa era la única ocasión del año en la que sentía que podía estar cerca de ella, aunque fuera únicamente a través de su tumba.La posibilidad de no poder ir este año la angustiaba profundamente, pero también era consciente de lo complicado que era tratar con su esposo. Giovanni había establecido claramente sus reglas: no podía salir sin su autorización, y mucho menos sola. Aun así, la incertidumbre la consumía, y la necesidad hablar con su madre, por una última vez, no la dejaba tranquila.Finalmente, después de unos largos minutos de indecisión, se levantó de la cama y camino hasta la puerta. Se sentía cada vez más sofocante, en cualquier parte de esa mansión. El guardia que siempre la custodiaba estaba de pie fuera, y como de costumbre, comenzó a seguirla en cuanto salió, como si fuera su sombra.Sentía cada paso del hombre en
A la mañana siguiente, Elena se encontraba en el consultorio médico para lo de la revisión de su muñeca lesionada. La cita había transcurrido sin problemas, el doctor le confirmó que su recuperación iba por buen camino, lo que la hizo sentir un leve alivio. Sin embargo, una inquietud más profunda había nacido en ella, estos últimos días. Así que, en lugar de regresar de inmediato a casa, se dirigió al área de ginecología para solicitar una cita.Había notado cambios en su cuerpo recientemente. Su ciclo menstrual era el principal y normalmente era muy puntual en su fecha, y tenía un retraso de más de cuarenta días. Aunque no sentía dolor ni malestar significativo, la irregularidad la preocupaba lo suficiente como para querer consultar a un profesional. Quizá fuera solo el estrés por la tensión que últimamente vivía, se decía a sí misma, pero no podía ignorar ese nudo de inquietud en su estómago. Y dado que Giovanni y ella se irían de viaje pronto, prefería no posponerlo más.El prob
El viernes por la mañana había llegado, y Elena ya estaba en el auto, rumbo al panteón. Giovanni se encontraba sentado a su lado, aparentando estar concentrado en su móvil. Sin embargo, de vez en cuando desviaba la mirada hacia ella, observando cómo sus manos se movían inquietas sobre su regazo. La notaba más nerviosa de lo que había imaginado, considerando que había sido ella quien insistió en visitar la tumba de su madre.Giovanni no entendía del todo su reacción. Después de todo, le había concedido lo que tanto había pedido, aunque a él le desagradaba la idea. Los panteones no eran sitios que frecuentaba, le traían recuerdos que prefería mantener enterrados. Incluso la memoria de su propia madre era algo que evitaba enfrentar.El silencio en el coche era denso, y Giovanni no era el tipo de hombre que ofreciera palabras de consuelo. No le nacía. No era su estilo, y tampoco pensaba empezar en ese momento. De repente rompió el mutismo, pero su tono seguía siendo frío y calculado, como
El silencio en el auto se hizo aún más pesado cuando salieron del panteón. Elena no sabía cómo interpretar los gestos de Giovanni, especialmente después de la inesperada visita a la tumba de su madre. Había algo en la forma en que él le había ofrecido las flores, como si quisiera ser considerado pero manteniendo una frialdad que lo envolvía constantemente. El viaje continuaba y, tal como Giovanni le había dicho, se dirigían a otro destino. Elena no había preguntado a dónde iban; sentía que cualquier pregunta quedaría sin respuesta o, peor aún, recibiría una respuesta cortante que no le ayudaría a sentirse mejor. Prefirió dejar que el misterio siguiera su curso.Durante las siguientes horas, el paisaje fue cambiando. Pasaron de las calles de la ciudad a un escenario más rural, con árboles altos y caminos cada vez más angostos. Elena miraba por la ventana, tratando de adivinar hacia dónde se dirigían. Cuando finalmente llegaron, lo que vio la dejó sin aliento. Estaban en medio de un b
Esa noche, Giovanni cruzó la puerta de la habitación sin aviso, encontrando a Elena en el momento justo en que se disponía a ponerse su camisón. La sorpresa la dejó estática; con la respiración entrecortada, sintió cómo el calor subía por sus mejillas mientras sus brazos se cruzaban instintivamente sobre su pecho, apenas cubierto por la ropa interior.—Giovanni… —murmuró, apenas consiguiendo pronunciar su nombre mientras lo miraba con una mezcla de desconcierto y expectación.Él no respondió. Su mirada oscura la recorrió lentamente, desde sus piernas desnudas hasta detenerse en sus pechos, apreciando cada detalle sin disimulo. Los segundos parecían interminables, y el silencio solo intensificaba la tensión. En un instante, Giovanni rompió la distancia entre ellos, rodeándola con un brazo firme que la atrajo hacia él. El brusco choque de sus cuerpos provocó un jadeo en Elena, pero ella no pudo articular ninguna palabra.Sin mediar más palabras, él acercó sus labios y atrapó los de e