Capítulo 31: Dudas

Al día siguiente, Giovanni se encontraba en su despacho, su semblante frío mientras miraba al otro lado del escritorio, donde Bellini, su mayordomo de confianza, permanecía de pie. La tensión era palpable en el aire.

—¿Qué tramas? —inquirió Giovanni, sin apartar la mirada de su empleado. —Te pedí una sola cosa, y me fallaste. Dime, ¿todavía sigues creyendo que ella me traiciona? ¿Qué Elena está aliada a su padre?

Bellini bajó los ojos por un momento antes de responder.

—Señor, yo…

—¿Crees que matándola de hambre o forzándola a hacer tareas pesadas vas a quebrarla? —interrumpió Giovanni, con la voz cargada de acusación.

El mayordomo respiró hondo, intentando mantener la calma.

—¿Puedo ser honesto, señor?

—¿Qué pasa, Bellini? ¿No lo has sido hasta ahora? —replicó Giovanni, arqueando una ceja con ironía.

—Por supuesto que siempre lo he sido, señor —respondió, con una reverencia sutil. —Pero en este caso pido permiso, no quiero que piense que me tomo el atrevimiento de insultar a su espos
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