Sentada sobre ese perfecto y cómodo tapizado, me sentía como una reina. El tener chofer era algo sofisticado, aunque a mi me gustaba más conducir.Luna sonrió cuando se lo dije.—Te encantará el centro, te mostraré todos los lugares que a mi me gustan. —dijo, con entusiasmo.Parecía una muñeca, cuyos sentimientos eran moldeados por su dueño. Porque Tom era su dueño, podía verlo en su mirada, ella no tenía la libertad que cualquier persona poseía.—Gracias, necesito con urgencia una muda de ropa limpia. —solté, eso en parte era cierto, no me había cambiado desde que llegué.—Koddel estará feliz de verte más hermosa. —empezó a decir. —Es nuestro deber mostrarnos siempre impecables, espero logres encontrar un estilo que combine la elegancia y la seducción. Pero descuida, yo te ayudaré.Ella hablaba como si fuera una sumisa, una esclava prácticamente, en una casa grande y de apariencia tétrica. Yo no quería convertirme en alguien así. Me dije a mi misma que Koddel no era así… ¿Y si en rea
Despertar con ese dolor de cabeza era un mal que no le deseaba a nadie. Tenía moretones por todo el cuerpo, sentía como mis huesos estaban más frágiles. Intenté abrir los ojos inútilmente, aún los tenía vendados. La oscuridad me daba un miedo terrible en esos momentos, aunque yo no fuera de las personas que le temían demasiado a la noche. Tampoco pude hablar, mi boca estaba cubierta con otra venda y el sabor era repugnante. Quería gritar auxilio lo antes posible, algo ingenuo, porque ya nos habían transportado hacia vaya a saber dónde. Me pregunté cuál sería el objetivo de la persona que nos había secuestrado, si en pocos segundos moriríamos o si nos torturarían.De un manotazo, alguien me quitó la venda de los ojos con fuerza. Pude contemplar el rostro de un hombre de unos cuarenta y cinco aproximadamente, con un color de cabello canoso mezclado con rubio. —Estoy contento de que sean mis invitadas. —dijo al tiempo en que también le quitaba la venda de los ojos a Luna, que estaba m
(Koddel)Al terminar de hablar con Zim decidí que era tiempo de librarme de un mal que había acumulado por estos años. Este sujeto tenía que morir antes de que generara más problemas en mí vida.Mi móvil comenzó a sonar y lo atendí de inmediato, debía mantenerme al tanto de lo que estaba haciendo Clara, los guardias me enviarían un reporte cada hora.—Diga. —contesté, apresurado.Si iba a matar a alguien hoy, lo haría antes de volver a mi casa con mi futura esposa. Ella no debía saberlo, tendría que ocultar muy bien mi propia evidencia para que no se espantara.—Hola cariño. —dijo una voz endulzada y susurrando.No me costó ni dos segundos reconocerla.—Te estoy esperando en nuestro lugar. Como quedamos. ¿No te acuerdas? —La voz de Carla se hacía más sonora.Lo había olvidado por completo, con todo este tema de mis reuniones y el haber conocido a Clara, todo lo demás se me borró de la cabeza.—No, no iré contigo. —dije a secas, sin importarme las consecuencias del rechazo.El silencio
Cuando sentí el agua fría en mi rostro y en mi cuerpo, pude ver que no había sentido el verdadero frío hasta ahora. Me estaba congelando y eso hacía, que los huesos me dolieran todavía más. Estaba descalza y por mis pies el frio se duplicaba.Ni siquiera podía suplicar, porque el tiritar tanto me provocaba una intensa jaqueca. Mis brazos parecían a punto de desprenderse del resto de mi cuerpo.Los guardias no nos miraban siquiera, al aplicarnos el agua helada mediante una manguera ancha que parecía no tener fin. Miré hacia donde estaba Luna, que se había desmayado ya hacía unos minutos por el shock.—No tienes cara de prostituta. —escuché a una voz decir, sosteniendo mi rostro con dedos ásperos.Abrí lentamente los ojos y contemplé la cara de un hombre sumamente atractivo. Su cabello estaba decolorado en la parte de arriba, en distintas capas de rubio. Los ojos los tenía oscuros, casi negros. Pero su expresión burlona era escalofriante. No lo había visto antes en esta prisión, juraba
(Koddel)Desperté minutos después de ser noqueado, tirado en el suelo, con una jaqueca terrible y sin mi billetera y mi móvil. No sabía precisamente quien me había robado, si Fred y su grupo insulso o algún maleante que pasaba ocasionalmente por aquí. No tenía la certeza, pero la sangre me hervía de la furia.Toda la vida hice lo que quise y ahora, estos tipos creían que podían burlarse de mi solo porque mi madre había muerto. Debía buscar a Clara, eso era lo primordial ahora, tenía que ir hacia la casa de Zim nuevamente.Caminé hacia donde estaba mi auto, pero obviamente, este también había sido robado. Solté un millar de maldiciones. Ya no tenía ninguna pertenencia de valor o mi arma siquiera, como para amenazar a alguien para que me llevara.El sonido del automóvil acercándose, con los vidrios enteramente polarizados, me hizo sentir que cuando bajaran la ventanilla, me acribillarían a balazos en tan solo unos segundos. El que abrió la puerta, no obstante, era mi hermano.—Sube ahor
Contemplé a Luna, que seguía colgada y luchando por el dolor de las cadenas. Yo me hallaba en el suelo, aunque no con más dignidad. Pero mis suplicas por que la bajaran no sirvieron de nada en lo absoluto.Antes de retirarse, el le quitó de los pies el calzado a Luna y se los llevó, saliendo del establecimiento con un buen humor notable.—Veo que le gustaste, se ve que tienes algo que enloquece a los hombres. —dijo ella, con un hilo de voz a causa del sufrimiento de estar encadenada. —Te felicito por ello.Intenté inútilmente acercarme a ella, para ver si lograba jalar las cadenas para minimizar su dolor.—Lo siento, si hubiera podido… —empecé a decir.—¿Qué? No iba a bajarme como a ti, no le gusté. A si es él, lo conozco bien.—¿En serio? —pregunté desconcertada, no sabía que lo conociera de antes.—Sí, es un jefe menor, son tres primos los que dirigen su negocio. Nunca tuvieron demasiado dinero. —explicó Luna, tenía el rostro hinchado por tanto llorar. —Pero te escogió a ti.—¿Para
Rodrick regresó luego de dos horas, en las cuales, intenté no cundir el pánico por el bien de las dos. Imaginé que Koddel lo descubriría tarde o temprano, porque era muy listo y si me amaba, me buscaría por cielo y tierra.El sonido de sus pasos acercándose me estremeció la piel, no sabía hasta donde podía llegar con sus instintos. No quería tener un contacto físico estrecho con él, aunque fuera muy guapo. A pesar de que lo conocía a hacía tan poco tiempo, quería serle fiel a mi prometido. Santo cielo, era tan anticuada, mi hermana seguramente me regañaría sin pensarlo. Rodrick parecía sacado de una revista y su carácter misterioso le ayudaba a ser más intrigante y pasional.Buscaría ganar el mayor tiempo posible, sin importar que quizás estuviera equivocada. ¿Y si no llegaba nadie por mí? Era la duda que carcomía mi valentía, era triste pensar que moriría allí o me convertiría en una esclava.—Buenas tardes. —dijo Rodrick, sus ojos estaban rojos, parecían llenos de sangre. Algo le ha
Zim trajo una docena de sándwiches de queso y una botella de zumo de naranja. Los depositó en la mesa ratonera del living donde nos hallábamos. Luego de una larga charla, el me comentó que esta era una de sus casas favoritas, porque salía a pasear por el vecindario por su tranquilidad. De todas las personas que había conocido, el parecía ser el más sincero.—Tienes mucha hambre. —dijo sonriendo, al ver como los sándwiches desaparecían rápidamente y la botella se vaciaba.En realidad, mi estomago pareció achicarse, porque a medida que comía sentía un nudo, fruto de haber aguantado el hambre por tanto tiempo.—Gracias por esto, es muy importante para mí. —dije, con los ojos cansados. —Después de tanta hostilidad, creo que tu y Luna hicieron mi vida un poco más amable.—Eso crees ahora. Clara, confías ciegamente en las personas. —Zim apretó los labios, sus rasgos femeninos delicados lo hacían parecer tan amable, que cuando estaba severo cambiaba mucho su expresión. —Luna, en específico.