El pensamiento lineal

Cuando sentí el agua fría en mi rostro y en mi cuerpo, pude ver que no había sentido el verdadero frío hasta ahora. Me estaba congelando y eso hacía, que los huesos me dolieran todavía más. Estaba descalza y por mis pies el frio se duplicaba.

Ni siquiera podía suplicar, porque el tiritar tanto me provocaba una intensa jaqueca. Mis brazos parecían a punto de desprenderse del resto de mi cuerpo.

Los guardias no nos miraban siquiera, al aplicarnos el agua helada mediante una manguera ancha que parecía no tener fin. Miré hacia donde estaba Luna, que se había desmayado ya hacía unos minutos por el shock.

—No tienes cara de prostituta. —escuché a una voz decir, sosteniendo mi rostro con dedos ásperos.

Abrí lentamente los ojos y contemplé la cara de un hombre sumamente atractivo. Su cabello estaba decolorado en la parte de arriba, en distintas capas de rubio. Los ojos los tenía oscuros, casi negros. Pero su expresión burlona era escalofriante. No lo había visto antes en esta prisión, juraba
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