Al tener que marcar un número, mi mente se quedó en blanco. Las puntadas en la cabeza a causa del dolor de los golpes se multiplicaron. Comencé a pensar que estaba perdida. Al intentar navegar por internet me topé con que el internet no era el suficiente para lograr entrar a un sitio con mi cuenta.Solo podía llamar y no recordaba el número de Koddel, ni de Zim, ni de nadie que hubiera conocido hacia poco. La debilidad me estaba haciendo cerrar los ojos y me creí próxima a desmayarme en cualquier segundo. Si perdía la oportunidad ahora, no volvería a tener la chance de pedir ayuda.Me habían mandado a ese ángel del cielo y tenía que pensar en algo. Busqué en mis recuerdos, hallando solo un único número que jamás olvidé con el pasar de los años.Este era el número de Lucio. Al haber estado casados por tanto tiempo, era el número de móvil que siempre sabía de memoria por si surgía una emergencia. Marqué sin temor los dígitos y esperé a que se conectara.Fue un tiempo de minutos larguísi
Ahí estaba, la verdad frente a mis ojos. El panorama antes tan alentador iba desmoronándose a pedazos frente a mí. Ella era un demonio, con un plan para cada cosa, con una perversidad que no tenía nombre.—¿Te ha gustado la puesta en escena, Clara? —preguntó Carla, yendo hacia donde yo me hallaba.Tenía los ojos chispeantes y el cabello impecable, había ido a cambiarse y tomado ese baño de relajación. Se veía imponente, bella, esplendida. Un brillo radiante que solo se daba cuando uno estaba relajado.—No ha sido muy difícil engañarte, es que eres tan tonta. —dijo ella, poniendo los ojos en blanco.Vi que tomaba la mano de Lucio entre las suyas.—Saluda al nuevo miembro de nuestra familia. —dijo ella, con una amplia sonrisa. —Quería tener a alguien que te recordara a tu hogar. Oh, vaya que es bueno en la cama. —guiñó un ojo. —Ya veo porque te gustaba tanto.Él me miró como si me odiara. Quizás se estaba vengando, aunque yo no le hubiera hecho nada.—Los dejo a solas para que charlen u
Pude ver que Lucio haría cualquier cosa, porque su mirada ya no tenía culpa ni pena. Ahora tenía el deseo de obedecer las órdenes de Carla. Yo me quedé helada, paralizada sin poder hacer nada para reaccionar ante esas palabras tajantes.Ella, de pie frente a mí, le decía a Lucio las órdenes precisas. Iba a hacerme su sumisa, era su venganza. Su mente planeaba miles de maneras en las cuales humillarme por segundo. Al provocarla, había hecho que pensara todavía más en esas formas.—No lo hagas Lucio, tu dijiste que me amaste. —dije con los ojos enrojecidos. El miedo estaba subiendo por mi estómago, no quería vivir una situación así de terrible.No era justo, yo no sería la sumisa de nadie.—Quítale la ropa y comienza. —ordenó Carla, con la voz de mando firme.Lucio estaba pensando en si lo haría o no, pero el deseo en sus ojos me marcaba que se decidiría por hacerlo.—No creíste que eras demasiado buena para mí. —dijo él, enfocándome. —No eres tan buena como piensas.—¿De que hablas…? —
Los medicamentos comenzaron a hacer efectos días después de comenzar el tratamiento. Aún así, el dolor era intenso, aunque los calmantes fueran fuertes. Koddel dormía a mi lado intentando no aplastar las partes de mi cuerpo que me dolían. Estaba callado, porque yo tampoco lograba hablarle mucho para contestarle. Pero no necesitábamos hablar, él estaba presente a cada minuto, dándome amor y protegiéndome. Tenía una mirada severa, el haber sido atacado lo había hecho más sombrío y taciturno. Pero no por eso era menos amable conmigo. Yo era su reina.Cuando me dormía, solía tener horribles pesadillas en las cuales Lucio y Carla ingresaban a este cuarto para seguir con lo que comenzaron y me despertaba al borde del llanto. Koddel me acunaba entre sus brazos y me refugiaba en su comprensión. Era tan dulce, a pesar de su imagen en extremo ruda.Después de que pasaran unos días, mi garganta se desinflamó y logré comenzar a hablar con más normalidad.—Kodd, ¿Qué ha sucedido? —fue lo primero q
(Koddel)Ella lo dijo sin pensarlo, sin detenerse, como una verdadera fiera que había estado enjaulada por mucho tiempo. No podía mirarla sin entristecerme, soportar tanto, no lo merecía y jamás podría recompensarla. Tenía un corazón de hierro, nada la doblegaba ni aun con todos los pronósticos en su contra. La amaba, podría hacer cualquier cosa por ella, incluso marcharme sin pertenencia alguna, olvidando las herencias que mis padres me dieron en legado.La sostuve entre mis brazos disfrutando el calor que me brindaba, era una sensación que jamás se apagaba, el deseo que tenía dentro por hacer que fuera mía para siempre. Una inmensidad dentro de sus ojos, los más hermosos del mundo para mí. Clara sonrió al terminar de decirme que no se retiraría, sino que, al contrario, pelearía con más fuerza.Me pidió que la dejara a solas por unos momentos para dormir, necesitaba con urgencia seguir descansando después de todo lo que había vivido. Tomé aire antes de cerrar la puerta, este lugar er
(Thomas)Por medio de mi ordenador, mantuve comunicación con el exterior y con Carla, para ver exactamente lo que estaba sucediendo por las cámaras de seguridad. No quedó mucho tiempo para ver el desenlace. Es más, en ese momento, yo me hallaba bebiendo un vaso de zumo de naranja helado, con hielo y disfrutando de la vista de mi computadora.Luna me miraba con incredulidad. Estábamos solo los dos en la habitación, con la puerta cerrada para que nadie nos escuchara ni pudiera entrar de improvisto. Mi cuarto era a prueba de sonido, yo me encargué hacía ya mucho tiempo de que tuviera un buen revestimiento que aislara el ruido de adentro.—No comprendo, Tom. —dijo ella, con el rostro pálido. Me pareció que se veía todavía más bella, acrecentaba sus delicados rasgos el estar así de nerviosa. Me pareció encantadora, irresistible. Besé sus labios y ella sonrió.—En este momento, no hace falta que lo hagas. Carla está huyendo en su automóvil deportivo, mira. —señalé en la pantalla, era una cá
(Carla)Con las manos en el volante, busqué llegar lo más rápido que pudiera, mi alma suplicaba no ser encontrada. Porque sabía que sucedería, la muy desgraciada se desquitaría conmigo a la primera oportunidad que tuviera de derrotarme. Yo no perdería esta pelea. Solté una maldición al doblar en una esquina, estaba casi perdiendo el control del auto a causa de la desesperación. Lucio estaba inmóvil aferrado a su asiento, me pareció de lo más patético que ni siquiera se ofreciera a ayudarme. Pero así era él, no tenía nada más para darme más que lo que en su momento supo ofrecerme.Al llegar a la mansión de mi hermano casi arrolló todos los adornos de su bella entrada. Llevaba absolutamente todo mi maquillaje corrido, me aturdía y me sentía como una completa tonta. El me miró con su desprecio disfrazado de preocupación. En el espejo de la entrada observé mi propia imagen deplorable. Era tan horrible verme con mi ropa sucia y rota, la cual era de un diseñador distinguido. Los hombres de
(Clara)Me encontraba en la cama, mirando un programa de televisión sumamente entretenido. Estaba relajada, el médico me había suministrado los calmantes correspondientes para mis dolencias. Mis fracturas estaban sanando.Cerraba los ojos de a ratos, para descansar la vista. No pensaba en mi venganza, pero el deseo allí estaba. Inconsciente, pesado. Porque si volvía memoria hacia atrás, no paraba de ver ese arrogante rostro de Carla. Ella me hizo pasar un infierno y me lo pagaría sin lugar a dudas. En mis planes, estaba el hacer que sufriera lo mismo, al igual que Lucio.Una vocecita en mi cabeza comenzó a decirme otras cuestiones. Como, por ejemplo. ¿Por qué había regresado a confiar en Lucio cuando él me traicionó en el pasado?Simplemente no podía comprender el porqué de mi ingenuidad.El médico, cuando entró al cuarto, se dio cuenta de los pensamientos que habían comenzado a atormentarme.—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó él, con seriedad. Koddel le habría encomendado que m