El trago más amargo

Pude ver que Lucio haría cualquier cosa, porque su mirada ya no tenía culpa ni pena. Ahora tenía el deseo de obedecer las órdenes de Carla. Yo me quedé helada, paralizada sin poder hacer nada para reaccionar ante esas palabras tajantes.

Ella, de pie frente a mí, le decía a Lucio las órdenes precisas. Iba a hacerme su sumisa, era su venganza. Su mente planeaba miles de maneras en las cuales humillarme por segundo. Al provocarla, había hecho que pensara todavía más en esas formas.

—No lo hagas Lucio, tu dijiste que me amaste. —dije con los ojos enrojecidos. El miedo estaba subiendo por mi estómago, no quería vivir una situación así de terrible.

No era justo, yo no sería la sumisa de nadie.

—Quítale la ropa y comienza. —ordenó Carla, con la voz de mando firme.

Lucio estaba pensando en si lo haría o no, pero el deseo en sus ojos me marcaba que se decidiría por hacerlo.

—No creíste que eras demasiado buena para mí. —dijo él, enfocándome. —No eres tan buena como piensas.

—¿De que hablas…? —
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