35)

Regreso a mi habitación antes de que toda esa gente desquiciada, llena de rabia y resentimiento, termine de desahogar su veneno sobre mí. Iris y Bob me ayudan a subir, y, para mi sorpresa, Natalia también nos sigue.

Al llegar a la puerta, le digo a Bob que puede retirarse a descansar, pero noto cómo Natalia lo observa más de lo necesario. Sus mejillas se tiñen de un rojo intenso, como si hubiera bebido un licor demasiado fuerte. ¿Qué demonios? Según sé, apenas tiene diecisiete años.

Bob, en cambio, ni la mira. Solo se marcha como siempre, manteniendo su profesionalismo inquebrantable.

—¡Eso fue increíble! —chilla Iris mientras me acomoda en la cama—. ¿Vieron eso? ¡Por los clavos de Cristo! El abuelo definitivamente es mi ídolo. ¡Me declaro su fan número uno a partir de hoy!

—Sí, no esperaba que hablara con tanta franqueza —comenta Natalia, saliendo de su trance. Se deja caer sobre la cama y suspira—. Se lo merecían. Son gente horrible… especialmente esa mujer.

—Pero Cole… —murmuro, co
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