Catalina estaba harta del pelotero insesante de las mujeres que la rodeaban, se despidió del grupo lo más cordialmente posible e intentó acercarse a la mesa donde Sander bebía solo, con expresión miserable en su rostro. Sin embargo, una alto y robusto hombre se atravesó en su camino.— La he estado observando toda la noche, signorina. No creo que nos hayan presentado y creo que usted no se ha fijado en mí. –Sí que me he fijado en usted –replicó al tiempo que se volvía de nuevo y fingía una sonrisa.— como mismo me he fijado que no le pierde pie ni pisada a los movimientos de mi esposo. ¿Es usted su socio de negro, o un rival?– Vaya...— Susurró él, sorprendido. — Y yo que creí haber obtenido a la mejor de las hermanas D'mario. Veo que me equivoqué.Catalina dió un paso atrás, tratando en seco.— Entonces, ¿es usted Paolo Valisari? ¿Es usted el esposo de mi hermana Cecilia?Él sonrió fríamente, y Catalina sintió miedo.— Por lo visto no es necesario que me presente. Al parecer tu mari
— Él pudo haberte hecho daño, mi amor.— sollozó Sandro contra su cuello. Sus palabras la dejaron paralizada. Con movimientos delicados y con ternura, él procedió a tomarla en sus brazos y llevarla al sofá, dónde se acurrucó unos minutos con ella, acariciándola y llenando su rostro de besos. — Perdona, fui demasiado brusco. Estaba celoso. Estaba asustado...yo... Ella tomó su rostro entre sus manos y lo besó, despacio. — No logras comprender lo terrible que es todo esto. Ese cabrón te amenazó en público, nena. — Sandro gruñó— ese hijo de puta se cree con el derecho de burlarse de mí de esa manera. — Shhh, shhh. Ya pasó. — No. A partir de ahora comienza lo peor. Nadie de las familias criminales se atreve a amenazar a un Visconti si no planea cumplir sus amenazas. Esto es serio, Catalina. Estás en peligro. Ella tragó en seco. — Demonios...es tu cumpleaños y acabo de destrozar tu vestido.— protestó él, notando que ella parecía como la hubiera asaltado un desquiciado. — No pasa n
Sandro comprimió sus labios, en un par de pasos llegó hasta ella y la abrazó con fuerza.— Sospeché que algo así podría llegar a suceder. Primero llenas mi casa de reptiles, luego instalas un acuario en mi despacho y ahora te traes un chucho a mi hacienda...— le dió un pequeño pico y luego farfulló— te estás apoderando rápidamente de todo lo que es mío, esposita, y en especial de mi casa. ¿Acaso planeas quedarte, hmm?— ¿De qué demonios hablas?— protestó ella, irritada.— Hablo de prolongar nuestro matrimonio.Catalina lo miró directamente a los ojos, y temió delatar su felicidad con el más mínimo gesto.¡ Sí! ¿Él quería continuar casado con ella?Y la había llamado " mi amor " no hacía mucho. ¿Realmente la amaba?De Sander ella no tenía dudas, pero con Sandro...no estaba tan segura.Él malinterpretó su expresión vacía con desinterés y se puso furioso.— De acuerdo— Susurró liberandola— lo volveré a preguntar más adelante. Dentro de unos meses tal vez. ¿Has preparado ya la cena?–Ya c
Sander comenzó a lamerle los pechos, a succionarle los pezones y a mordisqueárselos. Le acarició el abdomen y las caderas con los dedos antes de introducir dos dedos entre sus muslos y comprobar que ella estaba caliente y resbalosa allí.Estaba mojadísima y sollozó, pidiéndole más, siempre más.Últimamente, Catalina estaba mucho más atraviesa y fogosa que de costumbre. Sander la penetró con dos dedos, tras lo cual comenzó a frotar con delicadeza ese lugar escondido entre sus rizos para darle una probada de lo que vendría de hasta que…Caty gimió, y convulsionó entre sus brazos, moviendo las caderas al llegar al clímax.El placer hizo que se estremeciera por entero mientras él se apresuraba a tomaba en sus brazos y a llevarla a la cama.— Creo que el récord sigue siendo mío, hermano— se burló Sander— la he hecho venirse en meros minutos.—Solo porque yo ya te la había dejado sensible— protestó Sandro, uniéndose a ellos.Caty parpadeó, aturdida por lo que acababa de suceder y se ten
— No me dices nada que no sepa ya, Cecilia. Por supuesto que sé que el cabrón de tu marido fue quien saboteó mi cosecha. — Si, ¿pero tienes evidencias de ello, Sandro?— insistió ella — según sé, no cuentas con esa información. Además, hace unos días escuché a Paolo jactarse de que no podías hacer nada en su contra. — ¿Qué es lo que quieres? — Reunámonos. Elige la hora y el lugar, yo iré a verte. — ¿Qué ganas tú con todo esto? Ella volvió a suspirar. — Mi venganza. Paolo me engañó. Me hizo creer que estaba enamorado de mí cuando en realidad es contigo con quien está obsesionado. — ¿Conmigo?— interrogó Alessandro. — No me malinterpretes, no es que él sienta una especie de pasión amorosa por ti, creo que más bien le obsesiona vencerte en todo lo que pueda. En su finca tiene un viñedo del mismo tipo del que te arruinó, se ha hecho socio de todos tus enemigos, me engañó para que huyera con él en vez de casarme contigo, creo que derrotarte se ha convertido en la misión de su vida ¿co
Días después, Sandro estaba sentado en el porche de su casona, ponderando la tranquilidad que se respiraba allí, había viajado muchísimo por el mundo, siendo más joven. Había contemplado las cúpulas doradas de Florencia y las elegantes torres de París. Había visitado islas exóticas impolutas, la majestuosidad de los Alpes suizos y las áridas rocas talladas del Gran Cañón.Sin embargo, nada se equiparaba a la felicidad que había encontrado justo allí, en el lugar que había comprado para pasar momentos a solas.«Mi escondite ha terminado convirtiéndose en mi hogar» Esbozó una sonrisa desdeñosa al reconocer la emotividad de semejante pensamiento. La sonrisa no desapareció de sus labios.Observó las vistas un buen rato, mientras repasaba mentalmente los problemas que le aciseabsn. Catalina estaba mejor, pero no estaba completamente repuesta aún, Paolo guardaba silencio luego de su último encuentro y Cecilia...Su móvil sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Aceptó la llamada sin mirar qui
— Pues lo has hecho de maravilla, hermano. Me voy una semana a Roma y cuando regreso resulta que has perdido a nuestra mujer— farfulló Sander, tamborileando nerviosamente con sus dedos sobre la madera de la mesa y mirando a su hermano con expresión fiera.— No he perdido a nadie. Sé perfectamente dónde está.— Instalada en su apartamento en la ciudad, a kilómetros de aquí. ¿Vas a contarme qué demonios hiciste? Cuando me fui Caty estaba feliz, ¡y ahora que regreso ni siquiera quiere verme!Sandro liberó un gruñido.— No me grites. Y si te digo la verdad, ni yo mismo tengo la más jodida idea de qué demonios sucedió. Ella simplemente empacó todas sus cosas, no se llevó nada de lo que compró con mi dinero. Ni los vestidos, ni las joyas, nada, solo empacó lo que le pertenecía antes de casarnos y se largó.Sander se rascó la cabeza.— Regresé hace dos tardes a casa y simplemente ya no estaba.— ¿Qué has hecho para recuperarla?Sandro comprimió Su mentón.— Todo. Fui a su apartamento, lloré,
Mientras Caty despedía a sus alumnos al día siguiente, se sintió más miserable que nunca. Por doquier había niños y niñas riendo, padres sonrientes, alegría... Parecía que todo el mundo tenía a alguien esperándolo. Como siempre, ella no tenía a nadie. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear varias veces para impedir que le cayeran por las mejillas. Nunca le había molestado ver a los padres recoger a sus hijos a la salida de la escuela. Supuso, que su embarazo simplemente la estaba poniendo sentimental. Recogió su bolso. Regresaba de su licencia por enfermedad y se enfrentaba a las primeras noches sola, sin que uno de los gemelos estuviera abrazándola en la cama. Contuvo las lágrimas como pudo y salió al parqueo. No tenía el menor deseo de conducir, así que se montó en el coche con su escolta,se acomodó en el asiento trasero del vehículo y rezó para que el conductor no fuera muy hablador. No creía poder hablar con nadie sin echarse a llorar. Lo único que quería hace