Sander comenzó a lamerle los pechos, a succionarle los pezones y a mordisqueárselos. Le acarició el abdomen y las caderas con los dedos antes de introducir dos dedos entre sus muslos y comprobar que ella estaba caliente y resbalosa allí.Estaba mojadísima y sollozó, pidiéndole más, siempre más.Últimamente, Catalina estaba mucho más atraviesa y fogosa que de costumbre. Sander la penetró con dos dedos, tras lo cual comenzó a frotar con delicadeza ese lugar escondido entre sus rizos para darle una probada de lo que vendría de hasta que…Caty gimió, y convulsionó entre sus brazos, moviendo las caderas al llegar al clímax.El placer hizo que se estremeciera por entero mientras él se apresuraba a tomaba en sus brazos y a llevarla a la cama.— Creo que el récord sigue siendo mío, hermano— se burló Sander— la he hecho venirse en meros minutos.—Solo porque yo ya te la había dejado sensible— protestó Sandro, uniéndose a ellos.Caty parpadeó, aturdida por lo que acababa de suceder y se ten
— No me dices nada que no sepa ya, Cecilia. Por supuesto que sé que el cabrón de tu marido fue quien saboteó mi cosecha. — Si, ¿pero tienes evidencias de ello, Sandro?— insistió ella — según sé, no cuentas con esa información. Además, hace unos días escuché a Paolo jactarse de que no podías hacer nada en su contra. — ¿Qué es lo que quieres? — Reunámonos. Elige la hora y el lugar, yo iré a verte. — ¿Qué ganas tú con todo esto? Ella volvió a suspirar. — Mi venganza. Paolo me engañó. Me hizo creer que estaba enamorado de mí cuando en realidad es contigo con quien está obsesionado. — ¿Conmigo?— interrogó Alessandro. — No me malinterpretes, no es que él sienta una especie de pasión amorosa por ti, creo que más bien le obsesiona vencerte en todo lo que pueda. En su finca tiene un viñedo del mismo tipo del que te arruinó, se ha hecho socio de todos tus enemigos, me engañó para que huyera con él en vez de casarme contigo, creo que derrotarte se ha convertido en la misión de su vida ¿co
Días después, Sandro estaba sentado en el porche de su casona, ponderando la tranquilidad que se respiraba allí, había viajado muchísimo por el mundo, siendo más joven. Había contemplado las cúpulas doradas de Florencia y las elegantes torres de París. Había visitado islas exóticas impolutas, la majestuosidad de los Alpes suizos y las áridas rocas talladas del Gran Cañón.Sin embargo, nada se equiparaba a la felicidad que había encontrado justo allí, en el lugar que había comprado para pasar momentos a solas.«Mi escondite ha terminado convirtiéndose en mi hogar» Esbozó una sonrisa desdeñosa al reconocer la emotividad de semejante pensamiento. La sonrisa no desapareció de sus labios.Observó las vistas un buen rato, mientras repasaba mentalmente los problemas que le aciseabsn. Catalina estaba mejor, pero no estaba completamente repuesta aún, Paolo guardaba silencio luego de su último encuentro y Cecilia...Su móvil sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Aceptó la llamada sin mirar qui
— Pues lo has hecho de maravilla, hermano. Me voy una semana a Roma y cuando regreso resulta que has perdido a nuestra mujer— farfulló Sander, tamborileando nerviosamente con sus dedos sobre la madera de la mesa y mirando a su hermano con expresión fiera.— No he perdido a nadie. Sé perfectamente dónde está.— Instalada en su apartamento en la ciudad, a kilómetros de aquí. ¿Vas a contarme qué demonios hiciste? Cuando me fui Caty estaba feliz, ¡y ahora que regreso ni siquiera quiere verme!Sandro liberó un gruñido.— No me grites. Y si te digo la verdad, ni yo mismo tengo la más jodida idea de qué demonios sucedió. Ella simplemente empacó todas sus cosas, no se llevó nada de lo que compró con mi dinero. Ni los vestidos, ni las joyas, nada, solo empacó lo que le pertenecía antes de casarnos y se largó.Sander se rascó la cabeza.— Regresé hace dos tardes a casa y simplemente ya no estaba.— ¿Qué has hecho para recuperarla?Sandro comprimió Su mentón.— Todo. Fui a su apartamento, lloré,
Mientras Caty despedía a sus alumnos al día siguiente, se sintió más miserable que nunca. Por doquier había niños y niñas riendo, padres sonrientes, alegría... Parecía que todo el mundo tenía a alguien esperándolo. Como siempre, ella no tenía a nadie. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear varias veces para impedir que le cayeran por las mejillas. Nunca le había molestado ver a los padres recoger a sus hijos a la salida de la escuela. Supuso, que su embarazo simplemente la estaba poniendo sentimental. Recogió su bolso. Regresaba de su licencia por enfermedad y se enfrentaba a las primeras noches sola, sin que uno de los gemelos estuviera abrazándola en la cama. Contuvo las lágrimas como pudo y salió al parqueo. No tenía el menor deseo de conducir, así que se montó en el coche con su escolta,se acomodó en el asiento trasero del vehículo y rezó para que el conductor no fuera muy hablador. No creía poder hablar con nadie sin echarse a llorar. Lo único que quería hace
Sentado a la pequeña mesa de la cocina, Sandro se rebulló en la silla. Trataba de estirar los doloridos músculos de su espalda tras pasar la noche durmiendo en el sofá. A medianoche, ya había decidido que aquel maldito mueble debería ser considerado un instrumento de tortura. Los pies se le habían quedado dormidos y, además, el sofá cedía en el centro. Por ello, tenía la espalda como un acordeón. Sin embargo, por muy incómodo que hubiera estado, no se le había pasado por la cabeza marcharse en ningún momento. Primero, tenía que conseguir que ella lo escuchara. Si para conseguirlo tenía que dormir en aquel maldito sofá una semana, así sería. Después de que se hubiera explicado, si Catalina seguía queriendo que se marchara, encontraría fuerzas para hacerlo y, por mucho que le doliera, la dejaría marchar. Una carcajada irónica brotó de su pecho. Ni muerto la iba a dejar allí. Siempre habían métodos más enérgicos que aplicar en esos casos. Y no sería la primera vez en su familia que a
Sandro escuchó su chilleroa con una sonrisa de satisfacción en sus labios.« Su esposita estaba celosa.No, más que celosa. Estaba emputada a más no poder.»Se le llenaron los ojos de lágrimas y en su cara se reflejaron todas sus emociones, mientras la contemplaba como si estuviera viéndola por primera vez.Ella lo amaba. Un enorme alivio lo recorrió. Hasta ese momento había creído que ella sólo amaba a Sander y que de él disfrutaba el sexo, pero viéndola enrojecida de furia y descontrolada, comprendió que se moría de celos.— Mi hermano tiene razón, eres preciosa.— susurró, embobado.Ella solo se tensó más, dando unos cuantos pasos hacia atrás y mirándolo con desdén.— Lárgate de mi casa o no respondo de mí, Alessandro Visconti. — Oh, lo lamento no amor, pero no puedo complacerte. — ¡ Te dije que no me llames así!— bramó ella.—¿Cómo debería llamarte, hmm? ¿Mi vida, mi cielo, mi ...?En un visto y no visto, ella se abalanzó sobre él, intentando lastimarlo en serio.— ¡Te odio! ¡ T
Sander tenía la vista clavada en la ventana de la cocina. Viejo Gruñón estaba tumbado a sus pies. Junto a su mano había una taza de café humeante. Quizás fuera su alma de artista o su instinto, pero estando en Roma no había podido estarse tranquilo. Había tenido el presentimiento de que algo no iba del todo bien en casa y había tenido la razón. Su hermano había salido la noche anterior supuestamente a intentar recuperar a su mujer. Aún no había regresado y Sander perdía la paciencia. ¿Qué podía ser tan difícil? Solo tenía que meter a Catalina dentro de un coche y traerla de regreso, eso era todo. Él no le veía dificultad a la tarea por ningún lado. Deambulaba durante todo el día como un fantasma. Intentaba que el trabajo lo mantuviera ocupado, de modo que se concentraba en sus cuadros para la exposición. Pero había pasado la noche dando vueltas en la cama. Viejo Gruñón se sentó a su lado, con una expresión vacía en sus ojos amarillos, el perro parecía consciente de que Catali