#30:
Como sus padres no estaban allí esta vez, Catalina esperaba estar más relajada durante el almuerzo, pero le fue imposible.Los Visconti no paraban de mirarla raro. Eso hacía que se sintiera más molesta, intranquila e insegura que nunca.

Luego de un almuerzo increíblemente delicioso que a ella le supo a muy poco, porque muy poco comió; se entretuvo conversando con Ivanna, quien desde el principio había monopolizado su atención hasta que su cuñada increpó a Alessander:

— ¿Por qué no le muestras tus pinturas a Catalina?

— Ivy, ¿qué demonios?— protestó él. — ¿qué te he dicho de violar la privacidad de otros?

Ella se limitó a devolverle una mueca burlona.

— ¡Maldición! Estos son los momentos en los que me arrepiento de haberte enseñado a forzar cerraduras. Sabes que no es adecuado y ...

Catalina palideció al escuchar aquello. ¿Forzar cerraduras?¿Cómo lo haría un vil ladrón?

Sí, era cierto que su familia política parecía gente de lo más normal, pero a veces olvidaba que eran los líder
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