«En cuanto se acabe el tiempo y nos divorciemos, me los llevaré.» Esas palabras parecían resonar como un martillo golpeando un yunque dentro de la cabeza de Alessandro. Después de atragantarse los espaguetis subió a darse un baño y se mantuvo horas encerrado en su despacho, sin hacer nada productivo realmente. Solo contemplaba los peces multicolores nadando de aquí para allá mientras él tenía la mente en blanco. Estaba muy jodido. «En cuanto se acabe el tiempo y nos divorciemos, me los llevaré.» Hasta ese instante, la realidad de que en algún momento debía separase de Catalina le había parecido natural, pero escucharla decir aquellas palabras le habían producido un pellizco de dolor. *** El fin de semana, Catalina estuvo histérica. No sabía muy bien por qué, pero dentro de la casa se respiraba un ambiente de tensión bastante incómodo. Los gemelos no se dirigían la palabra, prácticamente y cada uno parecía mirarla con diferente grado de exp
La súplica de ella lo hizo sonreír. — Si eso es lo que quieres, estás de suerte.— Murmuró él, tomandola nuevamente entre sus brazos. Ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra. Simplemente permanecien entrelazados, disfrutando del momento. Entonces, él se separó ligeramente para mirarla y se movió, para poder quitarle las botas y los calcetines. A continuación, se quitó los suyos. –¿Nos verá alguien? –interogó ella en un soollozo ahogado. Sus ojos castaños reflejaban Su preocupación. Entonces, él se irguió, y miró hacia la perta, mienteas le acariciaba suavemente la mejilla —Es horario de almuerzo. A esta hora todos los obreros están bastante lejos de aquí y además...— Sandro lamió su cuello.—...dejé cerrada la puerta. Ella gimió, ofreciéndole más espacio al comenzar a quitarse la camisa y él mordisquió su hombro con lentitud. –Eso es, pastelito, muéstrame lo que te gusta.—se inclinó sobre ella y lamió sus labios con tudeza. –Te prometí que hablaríamos de todo más tarde
Él se echó a reír. — ¿Quién es la que está diciendo cosas sucias ahora? Hmm...Creo que serías una gran dominatris, nena. — No te burles.— protestó ella.— ya no puedo más. Me duele el vientre. Siento que voy a morirme. —Oh no, pastelito. Por el contrario. Esto te va a encantar...— metiéndose un enrojecido pezón en la boca, Alessandro tiró de él con los dientes.Ella musitó un chillido de protesta, mientras lo abrazaba y se arqueaba contra su cuerpo. Momento que él aprovechó para separar sus piernas y hundirse dentro de ella con una lentitud que la hizo sollozar. — ¡Dios, nena!— gimió él contra su boca. La besó, lamiendo su mentón con descaro y comenzó a moverse contra ella. Al principio, lenta y suavemente. Catalina estaba segura de que aquellos movimientos estaban calculados para apoderarse de su alma y convertirla en una adicta a su posesión. Él la hacía sentirse como la mujer más sexy sobre la faz de la Tierra. De repente, la tensión que parecía haberse acumulado dentro d
—Solo te pido que le des una oportunidad a lo que podemos darte.— Susurró él, acariciando el delicado cabello oscuro de ella. — ¿Cuántas veces han hecho esto, Sandro? ¿Cuántas mujeres han compartido tú y tu gemelo?— Masculló ella entre dientes. — Ninguna. Tú eres la única que ha conseguido interesarnos a ambos. Ella bufó, incrédula. — No te voy a mentir. Mi hermano te ama. Lo ha confesado públicamente y comprendo a la perfección por qué lo hace. Yo, por el contrario solo siento...ah, curiosidad. Creo que sería interesante si exploramos esta atracción entre nosotros. — Estás loco.— Masculló ella, recuperando su camisa del suelo y regresando a vestirse. —Hace dos meses, me pediste que tomara tu virginidad. Me pediste que te enseñara como satisfacer a un hombre.— protestó él. — Sí, pero en ese momento creí que tú serías mi esposo, creí que me respetarías, ¡no que querrías meterme en una relación poliamorosa y sin sentido contigo y con tu hermano!— ripostó ella. Alessandro
Ella estaba boquiabierta allí, mirándolo como si él tuviera dos cabezas, y Alessander no pudo evitar sonreír.— ¿Sucede algo, Catalina?— interrogó, mirándola por encima de su hombro. Ella dió un paso atrás, y tragó en seco. — Yo...venía porque...yo ...— balbuceó incoherentemente. Sander agarró un delantal negro, de nailon, y se lo colocó. Acercándose a ella, mientras se secaba las manos en un trapo.— ¿Se te ha olvidado lo que querías o verme desnudo te ha puesto incoherente? Ella arrugó su entrecejo y negó, intentando aclarar sus ideas.— Estoy cansada de cenar sola. ¿No podrías al menos...?— No. — Masculló él.— para eso está tu esposo. ¿Dónde está tu esposo, Catalina? Ella rodó sus ojos.— Sabes perfectamente dónde está Sandro. Se fue de negocios y no regresa hasta el viernes. Por favor, podrías...— No. Catalina arrugó el entrecejo.—Oye. — ella tomó el rostro de él rostro entre sus manos y lo forzó a mirarla, al notar que Sander tenía las pupilas dilatadas.— ¿e
Sobre la madera del suelo, con los brazos extendidos sobre su cabeza, abierta de piernas y en una posición escandalosa, Catalina luchaba por no morir de un infarto. Sander pasaba pinceles gruesos sobre su piel desnuda, o las palmas de sus manos o sus dedos, trazando sobre ella curvas y formas hasta conseguir las imágenes que había visualizado para ella. — No te muevas, solo un poco más— Susurró él, mojando con sus dedos justo el sitio entre sus piernas dónde ella deseaba sentirlo. Catalina solo podía jadear y gemir, porque él se divertía torturandola. Rozando sus pechos, lamiendo sus pezones y acariciando su coño mientras la llenaba toda de pintura, pero sin darle realmente lo que ella deseaba. — La industria de la moda y el modelaje han arruinado el cuerpo de la mujer. Quieren vendernos que la delgadez extrema es el mayor símbolo de belleza y odio eso.— susurró Sander, trazando espirales alrededor de uno de sus pezones. — si yo quisiera hacerle el amor a una tabla o a un jodido ma
A la mañana siguiente, Catalina fue a trabajar con una sonrisa en los labios. Estuvo sonriente y feliz prácticamente todo el día, hasta que en la tarde se reunió con su terapeuta para la sesión que le correspondía ese mes. —Me alegra notar este cambio de ánimo en ti después de meses en los que has estado deprimida. ¿Ha ocurrido algo nuevo, que quieras contarme? Caty sintió que enrojecía. — Él dijo que me ama tal como soy, y que incluso si estuviera más gorda yo le gustaría mucho más. La sicólogo elevó sus cejas. — Vaya, veo que está progresando tu relación con tu esposo. Eso es bueno. Después de todo, uno de tus objetivos para este año era encontrar un hombre, ¿no? — Sí, así es. — Farfulló ella, sintiendo un sabor amargo en la boca y bajando de su nube de felicidad en cuestión de segundos. Sí había cumplido su propósito de tener a un hombre en su vida, pero tal vez la vida le había jugado una mala pasada porque no le habían dado solo uno. Rondàndola como panteras hambrientas
Veloz como un relámpago, Caty se salió de entre los brazos de Sander, se acomodó la bata y caminó en dirección a su marido. Preparándose para lo peor. — Esto no es lo que crees. Yo...yo puedo explicarte...— balbuceó, elevando sus manos en súplica. Lo último que quería era una discusión y una guerra de puñetazos entre los gemelos. Sandro la contemplaba divertido. Con las cejas elevadas y con los brazos cruzados sobre su pecho. Tomando nota de lo apetecible que se veía su esposita, sonrojada, excitada y con muy poco ropa encima. — Por favor, Alessandro. Fue mi culpa, Sander no quería...yo...— él no la dejó terminar. Cerró un brazo alrededor de su cintura y la pegó a su cuerpo con un movimiento violento. — No quiero explicaciones, mujer. Solo recibe a tu marido como se lo merece.—masculló él, rabioso. Subiendo una de sus manos y enterrando sus dedos en el cabello de ella, apretándola para que no huyera, en lo que le daba un beso vengativo, doloroso, y violento. Pasando su leng