#34:
Pocos días después, Catalina regresaba del trabajo con una sonrisa en sus labios. Para ella era importante ganar al menos una pequeña victoria y lo que se traía entre manos la hacía muy feliz.

Al entrar en la casa, notó que todo estaba silencioso excepto la habitación del segundo piso en la que se alojaba Alessander.

Con cuidado, preparó la fechoría que había traído y luego subió para ver si a su cuñado se le antojaba algo de comer.

La puerta estaba abierta, y al acercarse escuchó música clásica. Entro a la habitación y contempló a Sander de espaldas, muy entretenido y enfrascado en rellenar con carboncillo un paisaje del lago que le resultaba conocido porque allí había estado ella en aquel picnic subido de todo con Alessandro.

Se iba a marchar, pero chocó contra una mesa, causando que cayeran un montón de pinceles al suelo y el ruido alertó a Sander.

— Perdona, que torpe soy.— farfulló ella, arrodillándose para recoger el reguero que había hecho.

— Tranquila, ya te ayudo.— S
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