#36:
La súplica de ella lo hizo sonreír.

— Si eso es lo que quieres, estás de suerte.— Murmuró él, tomandola nuevamente entre sus brazos. Ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra. Simplemente permanecien entrelazados, disfrutando del momento. Entonces, él se separó ligeramente para mirarla y se movió, para poder quitarle las botas y los calcetines. A continuación, se quitó los suyos.

–¿Nos verá alguien? –interogó ella en un soollozo ahogado. Sus ojos castaños reflejaban Su preocupación.

Entonces, él se irguió, y miró hacia la perta, mienteas le acariciaba suavemente la mejilla —Es horario de almuerzo. A esta hora todos los obreros están bastante lejos de aquí y además...— Sandro lamió su cuello.—...dejé cerrada la puerta.

Ella gimió, ofreciéndole más espacio al comenzar a quitarse la camisa y él mordisquió su hombro con lentitud.

–Eso es, pastelito, muéstrame lo que te gusta.—se inclinó sobre ella y lamió sus labios con tudeza. –Te prometí que hablaríamos de todo más tarde
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