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Cuando Oliver abrió los ojos a eso de las ocho de la mañana del día siguiente, se encontró con una habitación vacía y una cama desolada.Miró hacia todos lados tratando de hallar a la hermosa y pequeña figura de Adhara. Sin embargo, no parecía haber rastro de la mujer por ninguna parte.«Raro», pensó.Se suponía que era sábado, así que no tenía sentido el hecho de que se hubiera despertado tan temprano, mucho menos después de tanta actividad de la noche anterior. Había sido su primera vez, por ende era normal que no quisiera levantarse de la cama, no que ocurriera todo lo contrario…«Quizás quiso darse un baño», concluyó con más calma.Se puso de pie, entonces, y se acercó al cubículo, pero ningún sonido emanó del interior. Tocó la puerta un par de veces y al no recibir respuesta, abrió.Pero nada. No había rastro de Adhara.—Adhara —la llamó mientras salía de la habitación con rumbo a la cocina.Una intensa sensación de preocupación invadió su pecho al descubrir que no estaba en nin
Llevaba poco más de tres meses en ese lugar y realmente no entendía su labor en dicho sitio.«¿Qué se suponía que debía hacer?», se preguntó por enésima vez.Lo único que sabía era que no tenía permitido salir ni hacer preguntas.Tenía una habitación personal con una cama grande y acolchada y todos sus caprichos a la palma de la mano si así lo quería.Pero seguía rondando en su mente la misma pregunta…¿Por qué?Anastasia no lo entendía.Ese hombre era un completo misterio que se moría de ganas por resolver.Al menos le aliviaba la idea de saber que no le había tocado prostituirse ni mucho menos.Pero tampoco le otorgaba su libertad y eso era un enorme problema.No tenía ni idea de cómo estaban las cosas en Rusia. Le resultaba inevitable no pensar en todo lo que dejó atrás: su madre, su hermano, e incluso, el insensible de su padre.Aunque su familia la aborrecía, ella no compartía el mismo sentimiento. Su corazón no era tan cruel.Los amaba muy a su pesar…Los ojos de Anastasia se hu
—¿Qué hace esto aquí? —balbuceó Anastasia con el corazón, latiendo frenéticamente en su pecho.El hombre la miró mal un instante antes de posar sus ojos en las revistas que sostenía en la mano.—La pregunta aquí no es esa —su voz era dura como el hierro—. La pregunta es: ¿quién demonios te deje entrar?Anastasia sintió miedo ante su aspereza, pero trató de infundirse coraje a sí misma. Había ido a ese lugar para obtener respuestas y no se iría sin recibirlas.—Necesito saber cuál es mi lugar en esta casa —alzó el mentón desafiante—. Necesito saber para qué me tienes en este lugar, como si fuera una muñeca de porcelana. ¡No soy ningún adorno! ¡No soy de tu propiedad! —explotó al fin, mirándolo con rabia—. Necesito saber de mi familia, necesito recuperar mi vida. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea para conseguirlo. Así que dime cuánto le pagaste a mi padre y te devolveré hasta el último centavo. ¡Dímelo! —exigió desesperada.—Lamentablemente para ti, Anastasia. Las cosas en mi mundo n
El mundo de Anastasia se sacudió en cuanto escuchó la tan inesperada propuesta de matrimonio de su captor.En su mente, aquello no tenía ningún sentido.—No —logró decir, a pesar del aturdimiento en que la había sumergido su proposición.—¿Por qué no?El hombre no parecía nada contento con su negativa.—Porque no te conozco, porque un matrimonio es importante y porque…«Me voy a morir», pensó, sin lograr confesárselo.Debería decírselo, ¿no?—Todo eso puede solucionarse —contraatacó—. Dime qué quieres saber de mí y te lo responderé —la presionó.Realmente, Alessandro parecía creer que un matrimonio podía darse bajo esos términos: responder un par de preguntas, dar algo de información sobre sí mismo y todo estaría hecho. Lo que parecía no saber era que se equivocaba bastante con eso. Para Anastasia un matrimonio solamente podía darse bajos los términos del amor, un amor que, sin duda, ya no tenía tiempo de conseguir. Su vida se estaba agotando y las esperanzas de conseguirlo también.—L
El clima parecía haberse puesto de acuerdo para que aquel día fuera radiante y hermoso, concluyó Adhara divisando el sol brillante desde su ventana.La estilista trabajaba con destreza en su cabello, mientras que la maquilladora, aplicaba suavemente los tonos perfectos en su piel.—¡Vas a estar deslumbrante! —exclamó la esteticista, sonriendo mientras aplicaba el iluminador.Adhara no respondió, demasiado sumida en sus pensamientos tormentosos.«¿Por qué estaba allí?», se preguntó, sintiéndose estúpida ante la idea de casarse con un hombre que claramente no amaba.—Tu vestido es hermoso, Adhara. ¡Te va a quedar espectacular! —dijo la estilista, mientras recogía su cabello en un elegante moño.—Sí, realmente se te ve muy bien —agregó su acompañante, aplicando un toque final a su maquillaje—. ¡No puedo esperar a ver la cara del novio cuando te vea!Adhara se obligó a sonreír ante sus halagos, aunque realmente su corazón se hacía añico en su pecho con cada segundo que pasaba.—Gracias. P
Luke Jones frunció en el ceño cuando divisó la figura de Oliver Volkov en el medio de la iglesia.Ciertamente, había sospechado que algo así podía suceder, pero contaba con que Adhara mantendría su palabra de casarse con él y despediría a aquel sujeto de inmediato.De lo contrario…Los puños del hombre se cerraron a su costado con molestia y ansiedad.No podía darse el lujo de quedar en ridículo delante de tantas personas. Era un empresario importante, era una persona de renombre que tenía una reputación que cuidar.Ella no lo humillaría de esta manera.No lo permitiría.—Adhara —advirtió por segunda vez.Su prometida no le regresó la mirada, demasiado concentrada en el recién llegado.Esto hizo que Luke se alejara del altar y caminara a pasos firmes al lugar del encuentro, para así tomar a la novia por el brazo y arrastrarla hasta que le diera el tan anhelado “sí” en el altar…Un puñetazo le dio de pleno en el rostro, cuando Oliver, movido por la ira, impidió que tocara a su mujer.—A
Sus ojos se abrieron lentamente.Todo parecía dar vueltas a su alrededor.Anastasia, con dificultad, logró enfocar su entorno, dándose cuenta entonces de que estaba de nuevo en un hospital.Habían pasado semanas sin saber lo que era ver algo más allá, de esas paredes blancas y austeras.Aparentemente, la operación había sido todo un éxito, pero la recuperación le estaba costando demasiado.El tratamiento posterior era fuerte y le hacía dudar de su decisión inicial.«Sé fuerte, Anastasia. Sé fuerte», se repetía a sí misma para no flaquear ante el dolor que experimentaba diariamente.Pero a pesar del sufrimiento que la aquejaba, debía reconocer que no todo había sido malo.Alessandro había demostrado ser una persona atenta y paciente.No pudo evitar sonreír al verlo sentado en una silla cercana, su cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, como si estuviera atrapado en un sueño ligero.Esa era otra de las cosas que había visto todos los días al despertarse.Su guardián.Su compañero.
La brisa le sacudía el cabello a medida que más avanzaba por ese camino de grava que conducía a un destino tan conocido, pero que, a la vez, deseara que fuera el último lugar al que tendría que acudir para hablar con su hermana.Un cementerio.No debería estar visitando a Adriana en un cementerio.Había pasado más de un año desde su desaparición física y aún no se acostumbraba a su ausencia.¿Cómo se podría acostumbrar a no volver a ver a una persona que amaba?Sin embargo, la resignación había hecho mella en su espíritu, al punto en que había dejado de luchar contra las cosas que no podían ser cambiabas.No podía traer de regreso a Adriana.Solamente podía ser feliz como sabía que ella lo hubiera querido.Y por eso estaba aquí, tenía mucho que contarle a su hermana, mucho que compartirle…Adhara llegó hasta su lápida y se sentó en el suelo, detallando cómo los árboles se mecían suavemente, sus hojas livianas y sin remordimientos.Quería ser así.—Adriana —murmuró, contemplando la senc