Luke Jones frunció en el ceño cuando divisó la figura de Oliver Volkov en el medio de la iglesia.Ciertamente, había sospechado que algo así podía suceder, pero contaba con que Adhara mantendría su palabra de casarse con él y despediría a aquel sujeto de inmediato.De lo contrario…Los puños del hombre se cerraron a su costado con molestia y ansiedad.No podía darse el lujo de quedar en ridículo delante de tantas personas. Era un empresario importante, era una persona de renombre que tenía una reputación que cuidar.Ella no lo humillaría de esta manera.No lo permitiría.—Adhara —advirtió por segunda vez.Su prometida no le regresó la mirada, demasiado concentrada en el recién llegado.Esto hizo que Luke se alejara del altar y caminara a pasos firmes al lugar del encuentro, para así tomar a la novia por el brazo y arrastrarla hasta que le diera el tan anhelado “sí” en el altar…Un puñetazo le dio de pleno en el rostro, cuando Oliver, movido por la ira, impidió que tocara a su mujer.—A
Sus ojos se abrieron lentamente.Todo parecía dar vueltas a su alrededor.Anastasia, con dificultad, logró enfocar su entorno, dándose cuenta entonces de que estaba de nuevo en un hospital.Habían pasado semanas sin saber lo que era ver algo más allá, de esas paredes blancas y austeras.Aparentemente, la operación había sido todo un éxito, pero la recuperación le estaba costando demasiado.El tratamiento posterior era fuerte y le hacía dudar de su decisión inicial.«Sé fuerte, Anastasia. Sé fuerte», se repetía a sí misma para no flaquear ante el dolor que experimentaba diariamente.Pero a pesar del sufrimiento que la aquejaba, debía reconocer que no todo había sido malo.Alessandro había demostrado ser una persona atenta y paciente.No pudo evitar sonreír al verlo sentado en una silla cercana, su cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, como si estuviera atrapado en un sueño ligero.Esa era otra de las cosas que había visto todos los días al despertarse.Su guardián.Su compañero.
La brisa le sacudía el cabello a medida que más avanzaba por ese camino de grava que conducía a un destino tan conocido, pero que, a la vez, deseara que fuera el último lugar al que tendría que acudir para hablar con su hermana.Un cementerio.No debería estar visitando a Adriana en un cementerio.Había pasado más de un año desde su desaparición física y aún no se acostumbraba a su ausencia.¿Cómo se podría acostumbrar a no volver a ver a una persona que amaba?Sin embargo, la resignación había hecho mella en su espíritu, al punto en que había dejado de luchar contra las cosas que no podían ser cambiabas.No podía traer de regreso a Adriana.Solamente podía ser feliz como sabía que ella lo hubiera querido.Y por eso estaba aquí, tenía mucho que contarle a su hermana, mucho que compartirle…Adhara llegó hasta su lápida y se sentó en el suelo, detallando cómo los árboles se mecían suavemente, sus hojas livianas y sin remordimientos.Quería ser así.—Adriana —murmuró, contemplando la senc
La alarma sonó al lado de su cama y Adhara se apresuró en apagarla para no despertar a su esposo.Oliver dormía.Lo contempló por un segundo, antes de correr las sabanas y ponerse en pie con rumbo a la cocina.Ese día tenía la intención de hacer un desayuno especial. Era el cumpleaños de su esposo.Salió al pasillo y miró la habitación que se encontraba a dos puertas de la suya, abrió con cuidado y observó al pequeño Tomás dormido.—Tomi, es hora —le anunció, sacudiéndolo con delicadeza. Necesitaba despertarlo porque aquella sorpresa la habían planeado juntos.El niño de diez años abrió los ojos lentamente, somnoliento, enfocó entonces a su madre adoptiva y luego a su alrededor, tratando de orientarse.—Mamá —dijo él con una vocecita ronca.Todavía se estaba adaptando a llamarla de esa forma, se notaba que le costaba un poco. Después de todo, ella no era su verdadera madre. Su madre era Greta, quien fue otra víctima de los planes malvados de Gustavo Sidorov e Irina Volkov.Oliver le ha
Ese día se despertó más temprano de lo habitual, de hecho, se le había dificultado mucho dormir en la noche, consciente de que a la mañana siguiente descubriría que estaba mal con ella con respecto al tema de concebir.Adhara no había querido comentarle sobre su decisión de visitar al ginecólogo a Oliver, quería hacer esto por su propia cuenta.No sabía por qué, pero necesitaba que fuera así.Salió entonces de casa, subió a su auto y se dirigió a la tan ansiada consulta.Al llegar los nervios invadían todo su cuerpo, haciendo que sus pasos se ralentizaran.«Debes ser fuerte», se repitió en sus adentros, intentando infundirse valor.Así fue como tocó a la puerta y esperó pacientemente el pase de la doctora. Cuando finalmente le otorgaron el permiso, abrió la puerta y fue recibida por un ambiente cálido y acogedor. Las paredes del consultorio estaban pintadas en tonos suaves de verde y azul, creando una atmósfera tranquila. En una esquina, una planta de interior, con hojas brillantes y
Adhara había dado vueltas en su mente durante todo el día con respecto a la manera de como contarle a Oliver lo recién descubierto en su consulta ginecológica. Lo único que tenía en claro era que debía compartir la información con su esposo. Esta decisión era importante para ambos.Así fue como decidió hacerle una visita inesperada en su oficina.—¡Oh, amor, no te esperaba! —exclamó el hombre, levantando la vista del computador donde estaba trabajando hacía unos instantes.—Hola, cariño —respondió la mujer, rodeando el escritorio para darle un beso en los labios.Sin embargo, Oliver noto rápidamente que algo estaba mal con su joven esposa. Es decir, la expresión de Adhara parecía consternada y sin duda su visita era muy poco habitual de su parte.—¿Ocurre algo? —preguntó, tomando sus manos entre las suyas.La mujer respiró hondo y, con voz temblorosa, comenzó a relatarle lo que la doctora le había dicho en esa mañana. Habló sobre su problema en las trompas de Falopio, sobre la operaci
Justo como le había indicado su ginecóloga, Adhara se estaba tomado el tema de la concepción con calma. Había permitido que pasaran las semanas sin obsesionarse ante las más mínimas señales de un embarazo. Había sentido un poco de mareo y náuseas, pero no atribuyó esto a un síntoma serio, así que no se hizo un test para comprobarlo. Ya había caído en el error de hacerse una prueba a la más mínima señal antes, para encontrarse entonces con un negativo y terminar perturbándose.En esta ocasión, no le sucedería lo mismo. Así que desecho todo aquello de su mente y se sumergió en su trabajo, hasta que los síntomas se volvieron demasiado serios para ignorarlos. Todo comenzó con la ausencia de su menstruación, casi un mes entero de retraso. Se dijo a sí misma que quizás aquello era debido a la operación de sus trompas de Falopio, quizás era un efecto secundario, pero ya había pasado suficiente tiempo desde entonces. Así que decidió salir de dudas.Ese día, luego de salir del trabajo, pa
Adhara miraba a su pequeño bebé dormir en la cunita de hospital, justo al lado de su cama.No podía creer lo irreal que era todo esto.Hacía unos meses pensaba que este momento nunca llegaría y que jamás se le cumpliría su sueño de ser madre. Sin embargo, ahora era una realidad. Tenía a su hijo consigo.Tenía al pequeño Ignacio.Una manta color azul cubría parte de su cuerpecito, el bordado llevaba la inscripción completa de su nombre.Ignacio Volkov.El niño que vino al mundo para unificar a su familia.Adhara suspiró, enamorada.No podía dejar de observar a su pequeña criatura.Lo amaba.Unos golpecitos en la puerta la distrajeron momentáneamente de su inspección.Adhara se enderezó en la cama, consciente de que una visita especial se avecinaba.Se trataba de su hijo Tomás.Ese niño que le había regalado la vida.El pequeño Tomás entró en la habitación en su silla de ruedas, siendo llevado por Oliver.Una sonrisa ancha se mostraba en su infantil rostro. Se veía alegre y emocionado.