Se había quedado completamente en shock. La mano de Adhara temblaba sin control a medida que su agarre en el teléfono se debilitaba al punto de caer al suelo con un estruendo. El sonido alertó a Esteban, haciendo que se levantara de la mesa del comedor y caminara en su dirección.—Adhara, ¿qué pasa? —La preocupación del hombre presente en su voz, mientras la sacudía ligeramente en busca de que reaccionara.Las lágrimas brotaron de los ojos de Adhara a medida que más negaba, incapaz de sentir sosiego.«Greta está muerta», pensó, sintiéndose culpable de esa irreparable pérdida.—¡Adhara, respira! ¡Por favor, respira!La voz de Esteban se escuchaba como un eco lejano en sus zumbantes oídos. Lo único que podía pensar era en ese niño en silla de ruedas que se había quedado sin mamá y todo debido a una mala decisión de su parte.—¡Adhara!De repente perdió el conocimiento y se despertó nuevamente, únicamente para encontrarse en su cama, con la mirada de Esteban clavada en su cara mientras a
A Adhara le costó todo de sí no derrumbarse cuando presenció cómo Tomás, el niño al que le había prometido llevarlo a visitar a su madre, ahora asistía a su funeral.Jamás imaginó que este sería el desenlace, que tendría que ser partícipe de un momento tan doloroso e injusto. Ese niño no merecía perder a su madre, no merecía quedarse completamente solo en el mundo. —Lo lamento tanto —se acercó a él tratando de brindarle consuelo, aunque la realidad era que no podía lidiar con su propia culpa. ¿Cómo no odiarse a sí misma ante un resultado como este? Sus ojitos marrones se despegaron del ataúd de su progenitora para encontrarse con los suyos en una expresión triste.—Prometiste que me llevarías a verla y ahora… —dejó la frase inconclusa, porque, al parecer, era demasiado doloroso para él concluirla. —Lo siento, lo siento tanto —no pudo evitar que la humedad cubriera por completo sus ojos. Adhara terminó sollozando mientras abrazaba a aquel pequeño, prometiéndole esta vez qué haría
—En ese caso, regresaré en otro momento —decidió marcharse. Le resultaba demasiado incómoda la idea de estar los tres juntos. Ciertamente, Adriana ya no estaba en el plano físico, pero seguía estando de una u otra manera, era una presencia que jamás podría ser borrada. Y que no debía ser borrada. —No, espera —la detuvo Oliver. Adhara lo volteó a mirar, recelosa. —¿Sí? —Supe lo de Greta —dijo él con una mirada cargada de comprensión—. Sé que es posible que te sientas culpable por lo que le paso, pero debes de saber que no es tu culpa. No había manera de que supieras lo que le pasaría. —No necesito tu compasión —soltó bruscamente. Sabía bien que Oliver no se merecía una respuesta como esa, cuando lo único que estaba intentando hacer era ser amable, pero le resultaba inevitable no poner sus límites. No quería volverse cercana a él, no quería tener ninguna forma de contacto o comunicación. Lo quería fuera de su vida. —Podrías al menos intentar por una vez no ser tan ins
Adhara lo apartó de un empujón y salió corriendo, esta vez Oliver no pudo darle alcance. Llegó hasta su auto completamente agitada, sintiendo que acababa de correr una maratón, aunque únicamente había corrido unos pocos metros. Encendió su auto con manos temblorosas sin dejar de mirar por su espejo retrovisor, temiendo que Oliver apareciera de la nada y la obligara a escuchar nuevamente su confesión. No era así como se había imaginado esta visita al cementerio. Realmente esto no debió de haber pasado y odio su mala suerte. ¿Cómo era posible que el destino se confabulara para hacer que se encontrara con Oliver en el lugar menos oportuno de todos? Justo frente a la tumba de su hermana, por el amor de Dios. Sin duda tenía la peor de las suertes. «Oliver está demente», pensó mientras terminaba de arrancar el auto y apretaba al fondo el acelerador. No estaba en el estado mental correcto para manejar, pero no podía concentrarse en otra cosa que no fuera alejarse de la órbita de s
Adhara se quedó completamente congelada luego de escuchar aquellas palabras que, metafóricamente, se sintieron como una bofetada. Esteban acababa de pronunciar el nombre de su hermana. Esteban estaba pensando en Adriana en medio de un momento de intimidad.Y esto solamente podía significar una cosa…Las lágrimas cubrieron los ojos de Adhara al darse cuenta de la realidad. Esteban nunca la había visto a ella realmente, Esteban siempre había visto a Adriana en ella y por esa razón se había querido acercar.—¡Aléjate! —lo empujó, mientras se apresuraba a tomar la sábana para cubrirse.No podía permitir que este hombre viera su desnudez un segundo más, no podía permitir que la viera e imaginará a otra persona.—Adhara, lo siento, yo no quise…—¡¿Desde cuándo?! —increpó con rudeza—. ¡¿Desde cuándo has estado imaginándote que soy Adriana?! Esteban se agachó a recoger su pantalón, mientras negaba. —No lo sé, Adhara. Supongo que desde siempre —admitió. Sus palabras fueron otra bofetada
Esteban cerró la puerta, sumergiéndola en el miedo y el enojo al verse privada de su libertad.«¿Con qué derecho se atrevía a encerrarla?», se preguntó furiosa, dispuesta a tumbar la puerta a punta de patadas. No tenía ningún derecho de hacer esto. No lo tenía.—¡Sácame de aquí! —gritó dando fuertes manotazos contra la madera de la puerta—. ¡Sácame! Al ver que sus llamadas no fluían ningún efecto, se aproximó a la ventana para gritar más fuerte. —¡Auxilio! ¡Sáquenme de aquí! ¡Me tienen encerrada! — Sentía que su garganta estaba a punto de ser desgarrada debido a la fuerza de sus gritos, pero necesitaba que alguien la escuchará, dependía de esto para salir libre.Sin embargo, nadie pareció escucharla, los minutos se transformaron en horas y se sintió más desolada.Adhara se dejó caer en el piso con sus rodillas pegadas al pecho, mientras sollozaba debido a la realidad de su situación.Estaba encerrada y a merced de un hombre que no conocía. Porque si algo le quedaba claro era que Es
El sonido de la marcha nupcial, acompañado de los pétalos de rosas que le lanzaban al pasar, hicieron de aquellos minutos los más felices en la vida de Adriana Miller. Lamentablemente, el sueño duró demasiado poco, ya que luego de dar el tan anhelado “sí” en el altar, el príncipe se convirtió en ogro y su nueva familia se transformó en los demonios de su infierno personal. —Lindo vestido —se acercó su suegra a darle la felicitación o eso era lo que, ilusamente, Adriana pensó—. Sería una lástima que se ensucie de vino—y así, sin más, vertió el líquido rojo en la delicada tela de su vestido de novia, mientras ella en compañía de Anastasia Sidorov se carcajeaban de risa. Adriana jadeó, horrorizada. No podía creer que acabaran de arruinar su vestido en un día tan especial como ese. Pero su suegra, no conforme con esto, agrego macabramente: —Mi hijo se casó contigo por un berrinche —aseguró—. Pronto recapacitará y te pedirá el divorcio. Mientras tanto, mira a Anastasia—la señaló orgul
Adriana dio un paso atrás, abrumada por lo recién descubierto, pero dispuesta a impedir que ese par se saliera con la suya. «Oliver Volkov se arrepentiría de haberla usado de esta manera», se juró a sí misma, mientras buscaba el contacto telefónico de su hermana gemela.—Adhara, necesito verte —su evidente agitación preocupó a la joven del otro lado de la línea. —Por supuesto, hermana —cedió complaciente. Hacía apenas una hora que acababa de aterrizar en el país—. Estaba recién instalándome en el hotel y pensaba hacerte una visita, pero si necesitas que hablemos ahora, entonces puedes venir, te indicaré la dirección. Adriana repitió mentalmente la dirección dictada por su hermana y corrió en busca de un taxi, sin embargo, antes de que logrará alcanzar la puerta de salida, Irina se atravesó en su camino. —Supongo que ya lo sabes —su sonrisa se ensanchó maquiavélicamente, parecía un demonio en cuerpo de mujer—. La reconciliación se escucha por toda la casa —se jactó de los jadeos qu