—Adriana, perdóname, no sé qué estoy haciendo —un sollozo desgarrador emanó de lo más profundo de su garganta. Había sido un día increíblemente largo, uno de esos días que parecía no tener un final. Luego de que llegara a casa con Oliver, no pudo hacer otra cosa que poner distancia entre ellos. —Necesito descansar —fue su excusa, cuando el hombre intentó invitarla al comedor a cenar. La verdad era que recién comenzaba con esto y ya sentía que no podía más. ¿Cómo simular ser una tonta enamorada con el hombre que mató a su hermana? Le resultaba imposible. Pero a la vez estaba convencida de que en cuestión de un par de semanas la segunda fase de su plan iniciaría. —Resiste un poco más —se decía. Sin embargo, la sola idea de saber que tendría que besarlo y acariciarlo en un determinado momento, le daba asco y la hacía sentir terriblemente culpable. Seguramente su ilusa hermana se hubiese sentido en la gloria al escuchar a aquel hombre insensible profesar las palabras que le había dich
Luego de esa noche las cosas comenzaron a cambiar. Adhara se encontró atrapada en una situación que hubiera preferido evitar. Oliver Volkov había decidido conseguir su perdón o, mejor dicho, el de Adriana. Todas las mañanas la esperaba para llevarla al trabajo, el silencio en el auto era ensordecedor. Adhara se limitaba a ver por la ventana como si el recorrido de las conocidas calles fuera lo suficientemente cautivante o como si hubiera variado siquiera un poco en cuestión de un día. —¿Cómo amaneciste hoy? — era la típica pregunta de Oliver. Se estaba empezando a volver una costumbre. —Dormí bien —se limitaba a decir, para cortar la conversación o ese era su intento. Luego él la miraba como si esperara la misma pregunta. Adhara se limita a repetir sus palabras sin prestar realmente atención a sus respuestas. Solía decir que dormía bien o que la extrañaba en el lecho, pero realmente sus noches no le interesan. Lo que sí le interesa era lo mucho que estaba afectando todo
Decir que las cosas eran extrañas era quedarse corta. Adhara no lograba sentirse a gusto desde que comenzó toda esta locura con Oliver. Los días pasaban y la invasiva presencia del hombre era cada vez más insistente, eso sin contar, con las desagradables puyas que lanzaba su madre cada vez que tenía oportunidad. Irina Volkov no se tomó nada bien la reconciliación del matrimonio.En el mismo instante en que se enteró rompió en cólera, lanzando un par de jarrones de incalculable valor en la sala de la mansión.Oliver tuvo que intervenir para que su madre no se hiciera daño a sí misma, pero estaba completamente fuera de sí, mientras la apuntaba con su dedo y juraba que la mataría. —¡Vas a morir, maldita perra! —gritó fuera de control.Ese día, cuando subió al auto con Oliver luego de la escena, no pudo quedarse en silencio, es decir, las palabras asesinas de Irina parecían muy sinceras. —¿Se atreverá realmente tu madre a matarme? —le preguntó. Sus ojos se mantenían entrecerrados en s
“¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar?”, las palabras de Esteban seguían repitiéndose en su mente. La verdad era que había llegado demasiado lejos como para retractarse, estaba en esto hasta el final, hasta que Oliver recibiera el castigo que merecía, así que…—Adriana —esa inconfundible voz llegó a sus oídos, al tiempo en que se abría la puerta de su recámara. Adhara se sentó rápidamente en la cama y se cubrió con la manta, mientras veía como Oliver irrumpía nuevamente en su habitación. A pesar de que le había pedido espacio, él no parecía conocer el concepto de dicha palabra. —¿Oliver, qué haces aquí? —le reclamó sin dudarlo.—¿A dónde fuiste esta tarde?La pregunta hizo que Adhara se pusiera rígida al recordar el encuentro con Esteban y la razón por la que Oliver no debería enterarse de ello.—Salí al parque —al menos esa parte era cierta. —¿Sola?—Así es.La mirada de Oliver se ensombreció, pero luego desvió sus penetrantes ojos de ella y camino hacia la ventana. Corrió la co
—¡Señora Adriana! La voz de Greta, acompañada de unos golpes en la puerta, hicieron que Adhara se despertara. Los ojos de la joven se abrieron lentamente, mientras trataba de reconocer su entorno. Era la habitación de su hermana y… El horror se apoderó de su expresión cuando se dio cuenta de la presencia a su lado. Oliver la sostenía por la cintura mientras parecía dormir profundamente. ¿Cómo demonios es que…? Adhara pareció recordarlo todo de golpe y se alejó sin mucha delicadeza. —Esto no debió pasar —murmuró más para sí misma que para el hombre. —¿A qué te refieres? Oliver se sentó en la cama y la miró fijamente. —No se supone que debas dormir aquí. —¿Por qué no? Eres mi esposa. Un par de golpes más en la puerta, interrumpieron aquella discusión que aparentemente no iba a ninguna parte, como siempre. —Adelante —dijo Oliver y Adhara se sintió tentada a maldecir. Greta entró entonces, relegando su deseo de estrangularlo. La cara de la sirvienta parecía no ser capaz de
Eran las once de la mañana cuando Adhara recibió la noticia de que Oliver acababa de desmayarse en su oficina. Al inicio se quedó mirando a la secretaria sin expresión, perpleja, mientras las piezas de aquel rompecabezas comenzaban a unirse en su cabeza. De repente, lo recordó: el desayuno.—Oh, no —expresó temerosa de que pudiera morirse.Caminando por los pasillos que conducían a la oficina de Oliver, no dejaba de pensar en como pudo haber sido tan tonto. ¿Realmente era tan torpe como para comerse algo que sabía con antelación que estaba siendo envenenado o significaba esto que, simplemente, no lo sabía?Sin importar la respuesta era evidente que el hombre estaba en muy mal estado y Adhara lo confirmo al ver su cuerpo inerte y su rostro pálido, le recordó aquel día en el que Adriana se desplomó entre sus brazos.—¡Llamen una ambulancia! ¡Rápido!Por mucho que había jurado vengarse de Oliver, la realidad era que no era una asesina y no podía cargar en su consciencia con una muerte. N
De más estaba decir que se hizo un silencio tenso luego de la declaración del médico. Sin embargo, Irina saltó rápidamente: —¿Veneno? Imposible —se mostraba un poco ansiosa, aunque sabía disimularlo muy bien—. Debe haber sido alguna intoxicación o…—miró a Adhara como buscando acusarla de algo—. ¿Tienes algo que decir al respecto?—Digo que esto debe ser investigado —habló con firmeza, haciendo que, de alguna manera, Irina se tensara.—Buscaremos la causa en profundidad —tranquilizó el médico—. El señor Volkov está recibiendo ahora un lavado gástrico y lo siguiente que haremos será una eliminación del tóxico.—Gracias. Cuando el doctor hubo desaparecido, las dos mujeres volvieron a mirarse fijamente. Adhara entrecerró los ojos en dirección a Irina y ella alzó la barbilla y luego se giró ignorándola. Le llamó especialmente la atención verla hablando activamente con una de las enfermeras, parecía buscar algún tipo de información, estuvo a punto de involucrarse si no hubiera sido por l
—¡Una sonrisa! —ordenó una voz masculina con un ligero timbre afeminado—. ¡Bien! ¡Bien! —la felicitó—. Ahora una mirada voraz, atrevida. ¡Eso!El flash de la cámara cegó momentáneamente a Anastasia, quien se sentía harta de esta sección de fotos en particular. —¿Hemos terminado? —preguntó obstinada. —No, nada de eso, niña. ¡Ve a cambiarte, necesitamos empezar con la otra campaña! Los pasos de Anastasia se dirigieron hacia el vestuario de muy malhumor. Sus últimos días habían sido insoportables, no sabía qué había pasado por su cabeza cuando decidió mudarse a la mansión Volkov para luego ser echada sin cumplir ninguno de sus objetivos iniciales. La insistencia de su padre y de su suegra eran la causa de sus noches frías y solitarias. Cualquiera pensaría que Oliver se había mostrado feliz de tenerla de vuelta, pero nada estaba más lejos de la realidad. A pesar de que había acordado perdonarla, era como si realmente nunca hubiera podido olvidar su traición. Y como resultado: todo ha