¿A Valdimir le habrá afectado lo que hizo con las sombras? ¡Eso lo sabras justo en el proximo capitulooo!
El aire, ya de por sí full de una electricidad sobrenatural, pareció densificarse aún más cuando Valdimir se aproximó a Erik. Sus pasos, deliberadamente lentos, resonaban con un eco amenazador en el silencio que los rodeaba. Al llegar frente a su hijo, Valdimir se inclinó ligeramente, igualando su altura con la del joven que, por el momento, tenía la estatura de Aelina. Sus ojos, aún con un leve destello violáceo residual de su reciente demostración de poder, y que solo Erik pudo ver, se clavaron en los ojos del joven lobo beta con una intensidad que hablaba de una irrevocable autoridad Alfa.—Me gritaste hace poco que no puedo usar la maldición que me dieron, eso quiere decir que ¿Me estás diciendo lo que debo hacer...? —la voz de Valdimir, baja y controlada, transmitía una advertencia clara que hizo que Erik sintiera un escalofrío recorrer desde su nuca hasta el final de su espalda.Nikolai, percibiendo la creciente tensión y el aroma inconfundible del miedo emanando del joven, inten
Valdimir, con pasos firmes y decididos, encabezaba la marcha hacia el imponente palacio que se alzaba ante ellos. La edificación, antes majestuosa, ahora se erguía como un vestigio sombrío de tiempos pasados. A pesar de su estado ruinoso, el castillo se mantenía como la estructura más intacta en todo El Vacío, un testimonio silencioso de la devastación que había arrasado con todo lo demás pero dejado estratégicamente el palacio real casi intacto.Aelina, con el corazón palpitando aceleradamente en su pecho, se aferraba a la mano de Valdimir como si fuera su única ancla en este mundo de pesadilla. Sus ojos, grandes y expresivos, escudriñaban el horizonte en busca de alguna señal de peligro inminente. La reina lobo luchaba internamente por mantener la compostura, consciente de que cada paso los acercaba más a un destino incierto.Detrás de ellos, Nikolai avanzaba con la espada desenvainada, con su cuerpo en constante estado de alerta con sus ojos, afilados como dagas, escrutaban los alre
El grupo cruzó el umbral del castillo, adentrándose en un mundo que parecía donde habían nacido las sombras y el misterio. El interior de la fortaleza los recibió con una atmósfera sobrecogedora, iluminada por antorchas de un azul espectral que danzaban en las paredes, proyectando sombras inquietantes que parecían cobrar vida propia.Para asombro de todos, cada rincón del castillo estaba sumido en una oscuridad absoluta. Las paredes, antaño majestuosas, ahora lucían como lienzos pintados con la más pura negrura. El suelo, los techos e incluso los muebles carcomidos por el tiempo, todo estaba teñido de un azabache que parecía absorber la luz de las antorchas. Era como si alguien hubiera decidido dar al lugar un aspecto aún más tétrico, si es que eso era posible en el ya de por sí lúgubre reino de El Vacío.Valdimir, con sus sentidos agudizados por años de cautela y supervivencia cuando vivió encerrado en aquel cuarto, se detuvo un momento. Su cuerpo se tensó, como el de un depredador qu
Irina, con sus ojos fijos en su hermano, dejó que una sonrisa siniestra se dibujara lentamente en sus labios. Ella tenía pensado fingir, pero por lo visto Valdimir no le estaba haciendo esa tarea tan sencilla, fue por eso que, sin poderse controlar, dijo:—¿La maldición que no me pertenece, dices? —La voz de Irina era suave, casi melodiosa, pero llena de una amenaza latente—. Oh, querido hermano, qué equivocado estás. Yo sé que nunca te lo dijeron, y yo tampoco, pero... realmente yo soy la verdadera portadora de la maldición de la Sombra Voraz, y de cierta forma tienes razón, la maldición no te pertenece —explicó Irina, creyendo que Valdimir no sabía esa información—. Sin embargo, tú naciste para quitarme esta magia, tú debías cargarla y morir, pero aquí estás, vivo, y te convertiste en un sacrificio fallido. Tu único propósito en este mundo era morir para que yo pudiera estar libre de la maldición de la Sombra Voraz.En un instante, la fachada de amabilidad de Irina se desvaneció. Su
Nikolai, al ver la inutilidad del ataque de su sobrino Erik, desenvainó su espada y se lanzó contra Irina.—¡Maldita sea, hermana! ¡Detén esta locura! —rugió, blandiendo su arma con todas sus fuerzas—. ¡Nos has engañado a todos durante años! ¡¿Cómo quieres que esté de tu lado viéndote convertida en este monstruo?! —exclamó Nikolai, consciente de que... durante toda su vida, había vivido con el verdadero monstruo junto a él, mientras que la víctima de todo ese asunto... se mantenía encerrado en una habitación viviendo de forma miserable—. ¡Ah, maldición! —gritó Nikolai con todas sus fuerzas, sintiendo culpabilidad mientras corria hacia Irina, pero cuando la hoja atravesó el cuerpo sombrío de su hermana, no le causó daño alguno. La criatura ni siquiera se inmutó ante el ataque.—Oh, Nikolai —susurró Irina con falsa dulzura con su voz espectral—. Siempre tan aguerrido, pero tan inútil. ¿Acaso creíste que eras inmune a mis manipulaciones?Con un movimiento de sus alas, Irina lanzó a Nikola
El amanecer se filtraba tímidamente a través de las agrietadas ventanas del castillo en ruinas, bañando con su luz dorada las paredes desgastadas por el tiempo y la oscuridad. Aelina, Valdimir, Erik y Nikolai, exhaustos pero victoriosos, contemplaban cómo los primeros rayos del sol disipaban las sombras que por tanto tiempo habían plagado El Vacío. La maldición de la Sombra Voraz había sido finalmente derrotada, y con ella, Irina, su última portadora.El antiguo palacio, testigo silencioso de incontables horrores, parecía ahora más frágil que nunca. Sus muros, antaño imponentes, se estremecían con cada soplo de la brisa matutina, como si el peso de los siglos hubiera caído sobre ellos de golpe. El polvo se desprendía de las piedras, flotando en el aire como diminutas estrellas, recordándoles la fragilidad de su refugio temporal.Conscientes del peligro inminente, el grupo se apresuró a abandonar la estructura, adentrándose en un mundo que despertaba de un largo y turbulento sueño. Sus
Aelina, con la emoción brillando en sus ojos, rompió el silencio que los envolvió luego de las palabras de Valdimir:—Iremos a mi reino —declaró con voz firme, mientras su mirada recorría los rostros de sus compañeros—. Yo soy la princesa heredera del reino humano, y Valdimir —giró hacia su esposo, con su voz suavizándose al pronunciar su nombre —es el príncipe de Kolgrim. Su sangre y linaje son puros a pesar de todo.La joven reina, ahora convertida en princesa una vez más, tomó la mano de Valdimir, entrelazando sus dedos en un gesto que hablaba del amor que le tenía.—Él es mi esposo —continuó, con un tono de voz lleno de orgullo y afecto—, y tenemos dos hijos... príncipes herederos, mitad humanos y mitad lobos. Nuestro matrimonio significa unión y paz para ambos reinos. Lobos y humanos, juntos.Mientras su madre hablaba, Erik había invocado su magia de mediador del tiempo observando con fascinación cómo los hilos del destino se entretejían ante sus ojos, formando patrones nunca ante
Valdimir, Aelina, Nikolai y Erik emergieron del espejo mágico finalmente. El viaje a través de El Vacío los había dejado exhaustos, con sus cuerpos algo adoloridos por el extenso viaje y sus mentes saturadas de emociones encontradas. A pesar del cansancio, la alegría seguido de un hilo de esperanza persistía en sus corazones, alimentado por la promesa de un nuevo comienzo.Sin embargo, cuando ya salieron del espejo y se encontraban en el aposento que lo protegía, se dieron cuenta como aquel lugar que era como un santuario de silencio y secretos, ahora bullía de actividad. Sin mucho esfuerzo, se podía sentir una tensión en el aire, tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo. La familia real ahora se encontraba rodeados por una docena de guardias reales, con sus armaduras oscuras reluciendo bajo la luz mortecina del par de candelabros de la habitación del espejo. Entre ellos, destacaba la figura del tesorero real, Gregor, un hombre lobo de mediana edad con ojos astutos y dedos man