¿Realmente podrán ganar? ¿Que secretos y sorpresas les esperan dentro de la otra dimension? ¡Descubrelo en los proximos capitulos! gracias por leer, comentar y darle me gusta al capitulo!!
Luego de visitar a su hijo Erik, Valdimir y Aelina se dirigieron a sus aposentos, conforme caminaban sentían como el ambiente que los rodeaba estaba lleno del deseo que los dos no podían contener. En ese momento, la luz de la luna se filtraba por los ventanales, bañando el pasillo en un resplandor plateado que realzaba la belleza delicada de Aelina.Cuando llegaron al aposento real, el Rey Lobo observó cómo su amada estaba a punto de restaurar el flujo temporal. Sus ojos ámbar brillaron con intensidad mientras le susurraba con voz ronca y seductora:—Espera… hagamos el amor con el tiempo detenido —pidió Valdimir, con sus palabras llenas de promesas sensuales.Las mejillas de Aelina se tiñeron de un delicado carmesí, con su piel luminosa resplandeciendo aún más bajo el influjo de su magia. Con voz temblorosa por la excitación, explicó:—No sé si se pueda… Durante todo este momento no te he soltado la mano, Valdimir. Si llegara a soltarse por un instante, formarías parte del tiempo deten
En la penumbra de la habitación real, iluminada únicamente por el suave resplandor de los candelabros y la chimenea, Aelina y Valdimir yacían entrelazados, con sus cuerpos aún encendidos por la pasión compartida. El tiempo, obediente a los poderes de Aelina, permanecía suspendido en aquel limbo etéreo, permitiéndoles saborear cada instante de su unión como si fuera eterno.La piel de Aelina, tersa y pálida como la leche, contrastaba con la tez color canela de Valdimir. Sus respiraciones, acompasadas y profundas, eran el único sonido que rompía el silencio sobrenatural que los envolvía. El aroma a sándalo y lavanda flotaba en el aire, mezclándose con el inconfundible olor a amor y deseo que brotaba de sus cuerpos.Valdimir acariciaba con ternura el cabello color ébano de Aelina, con sus dedos perdiéndose entre los sedosos mechones. Cada fibra de su ser anhelaba que ese momento se extendiera por siempre, deseando congelar ese instante de perfecta comunión entre sus almas. Sin embargo, en
Sin perder más tiempo, la pareja real se dedicó a completar su aseo, cada uno perdido en sus propios pensamientos sobre lo que les aguardaba dentro de poco.Una vez fuera del baño, Aelina se dirigió hacia el amplio guardarropa, ahí los sirvientes habían guardado la ropa de invierno que su Rey les había pedido, se trataba de un elegante vestido de invierno, confeccionado con la más fina lana de las ovejas de las Montañas del Norte. El vestido, de un profundo color azul medianoche, estaba adornado con intrincados bordados en hilo de plata que representaban constelaciones y símbolos decorativos.Con meticuloso cuidado, Aelina se enfundó en unas medias de lana y calzó unas botas altas de cuero, diseñadas especialmente para soportar las condiciones más adversas. A continuación, procedió a colocarse el armador, una prenda que le brindaba no solo soporte físico, sino también una sensación de seguridad psicológica.Por último, Aelina se ajustó el corsé y ya estaba prácticamente lista. Mientras
Con una mezcla de aprensión y deseos por hacer las cosas bien, los cuatro integrantes de esta inusual expedición siguieron las instrucciones de Erik al pie de la letra. La cadena de lobos y humana, forjada no solo por el contacto físico sino por los lazos invisibles del destino y la sangre, se completó con Nikolai tomando reluctantemente la mano de su hermano, Valdimir.Erik, con la concentración grabada en cada línea de su rostro juvenil, extendió su mano libre hacia la superficie del espejo. Al momento del contacto, el artefacto mágico cobró vida. La superficie, antes sólida y reflectante, comenzó a ondular como si fuera mercurio líquido, emitiendo destellos de colores que no tenían nombre en ninguna lengua mortal.—No se suelten las manos bajo ninguna circunstancia —advirtió Erik, su voz llena de una gravedad que contrastaba con su apariencia joven—. Si se rompe la conexión, podrían perderse en las rendijas que están entre el medio de El Vacío y este mundo para siempre.Sin dar tiem
Aelina, montada sobre el imponente lomo de Valdimir, junto a Nikolai y Erik, avanzaba a través del desolado páramo conocido como El Vacío. Los tres lobos, que eran criaturas majestuosas y poderosas, corrían a toda velocidad, con Erik liderando el grupo y guiándolos por aquel terreno traicionero.Durante el trayecto, la joven reina no podía evitar que sus ojos vagaran de un lado a otro, absorbiendo la desolación que los rodeaba. Con cada paso, se hacía más evidente que aquel lugar, ahora reducido a ruinas y sombras, alguna vez había sido un reino magnífico. Aelina observaba con una mezcla de fascinación y horror las estructuras que aún se mantenían en pie: columnas solitarias que se alzaban hacia un cielo eternamente gris, torsos decapitados de estatuas que alguna vez representaron grandeza, y arcos de entrada que ahora no conducían a ninguna parte.La imaginación de Aelina volaba, recreando en su mente la gloria pasada de aquel reino o, quizás, mundo entero. Casi podía ver las calles b
Mientras el grupo de Aelina, Valdimir, Nikolai y Erik avanzaba por el inhóspito terreno de El Vacío, lidiando con su propia oscuridad interna y los peligros del camino, una figura sombría observaba sus movimientos desde la distancia. En el corazón de aquel reino desolado, en un palacio en ruinas que se alzaba como un monumento a la decadencia, Irina aguardaba con impaciencia.El palacio, antes símbolo de grandeza y poder, ahora se erguía como una estructura fantasmagórica, con sus muros agrietados y torres derruidas, siendo un testimonio silencioso del paso del tiempo y la corrupción de la Sombra Voraz. Este lugar se había convertido en el hogar de Irina durante los últimos tres años, un refugio que, aunque desolado, le proporcionaba un extraño confort.Irina recorría los pasillos vacíos del palacio, mientras sus pasos se hacían escuchar con fuerza en el silencio sepulcral. Sus ojos, de un hermoso tono ámbar característico de la familia real de Kolgrim, escudriñaban cada rincón del rei
En las profundidades de El Vacío, donde la realidad parecía desdibujarse y el tiempo parecía perder sentido, Nikolai, Valdimir, Aelina y su hijo Erik se vieron forzados a detener el viaje por un momento para descansar. La oscuridad, si es que tal concepto existía en aquel páramo desolado, los había envuelto por completo desde hace bastantes horas, sumiéndolos en una penumbra absoluta que parecía devorar hasta el último resquicio de luz que mediadamente se mostró entre las nubes espesas cuando ingresaron a ese lugar.El grupo, sin duda unido por un destino más grande que ellos mismos, llevaban varias horas atravesando este reino maldito rumbo al castillo donde sabían que se encontraba Irina. Sin embargo, aunque eran lobos, llevar horas y horas corriendo por esos terrenos áridos llenos de peligro al asecho ya les estaba pasando factura, y aunque no lo deseaban, tenían que detenerse por lo exhaustos que se sentían, conscientes de la necesidad de recuperar fuerzas. Y así, el peculiar grupo
De súbito, un silencio sepulcral se apoderó del ambiente, como si El Vacío mismo contuviera la respiración. La quietud duró apenas un instante antes de que una ráfaga inexplicable, surgida de la nada misma, extinguiera el fuego azul que hasta entonces los había protegido. La oscuridad los envolvió, densa y amenazadora, robándoles el calor y la tenue iluminación que les brindaba seguridad.En ese preciso momento, un chillido antinatural rasgó el aire, reverberando en sus oídos y erizando cada vello de sus cuerpos. No era un sonido de este mundo; sonaba como el lamento de almas torturadas, el grito de la realidad desgarrándose. Las voces, múltiples y a la vez una sola, los rodearon con una orden escalofriante:—¡Acaben con el lobo de pelaje oscuro! ¡La mujer es intocable! —aullaban las sombras, con sus voces entremezclándose en una cacofonía de dolor y malicia.Erik, con el corazón martilleando en su pecho, reconoció de inmediato el origen de aquellas entidades. Un escalofrío recorrió su