¿Que sucederá ahora? ¡Lo sabremos en el siguiente capitulooo no se lo pierdan!
En la intrincada red de posibilidades que se extendía ante Erik, había solo una línea temporal en particular captó su atención. Era aquella que Aelina, su madre, había considerado erróneamente como su verdadero futuro. En esta realidad alternativa, él nunca nació y su abuelo Theodor, en su inacción, había permitido que los eventos se desenvolvieran sin intervención, desembocando en aquel desenlace catastrófico donde su madre pronto moriría en manos de… Valdimir, su padre.Erik, consciente del peso de su rol como mediador del tiempo, había aprovechado el anhelo desesperado de Aelina por una segunda oportunidad. En un acto de amor, y también porque ya sabía lo que debía hacer, el muchacho decidió llevar a esa versión de su madre a diez años al pasado, al momento preciso donde todo había comenzado realmente: la boda que selló el destino de sus padres.—Confío en ti, madre... —susurró Erik, con su voz apenas audible en la anchura del limbo temporal. Su mirada se desvió hacia el reloj en su
TIEMPO ACTUAL: LÍNEA TEMPORAL DE AELINA Y VALDMIR: REINO DE KOLGRIMPara ese momento de la tarde, ya el sol descendía lentamente en el horizonte, cuando el Rey Lobo, su esposa Aelina y su hijo Erik —proveniente de otra línea temporal— decidieron dar por concluido su paseo. El reloj collar de Aelina marcaba las cuatro de la tarde, y el trío Real comprendió que ya era momento de emprender el camino de regreso al palacio.Mientras cabalgaban por los senderos boscosos, Erik no podía evitar observar con intensidad a sus padres, especialmente a su padre Valdimir. El joven, recién despertado en esta nueva realidad, sentía que cada segundo, por más pequeño que fuera, era precioso, un tesoro que no podía permitirse desperdiciar. Con una urgencia apenas contenida en su voz, se dirigió a ellos:—Madre, padre, es necesario que crucemos el espejo que nos lleva a El Vacío —, declaró Erik, con un tono serio en su voz, mientras veía a su mamá Aelina —. Sé que en esta época tu magia aún no ha alcanzado
—Ya he visto la marca —comenzó a decir Erik —y yo no nací con ella —insistió el muchacho de cabello castaño, con su voz siendo apenas un susurro, mientras sus hombros se encogían y su mirada se clavaba en el suelo, incapaz de enfrentar los ojos inquisitivos de su padre.Aelina, percibiendo la repentina tristeza que embargaba a su hijo, se acercó a él con paso decidido. Su rostro se endureció al dirigirse a Valdimir con el ceño fruncido en una expresión de reproche:—¡Si ya te ha dicho que no la tiene! ¿Por qué insistes en seguir preguntando, Valdimir? ¿No ves que tus preguntas lo lastiman?Erik, mordisqueándose el labio inferior en un gesto de nerviosismo, tomó una decisión drástica. Comprendía la preocupación de su padre; Valdimir no deseaba que él sufriera el mismo tormento de la maldición. Para disipar cualquier duda y tranquilizar a su progenitor, el joven comenzó a desvestirse con movimientos deliberados.Su atuendo era simple: un camisón ancho de color beige, confeccionado con te
Erik, con un nudo en la garganta y los ojos empañados por recuerdos dolorosos, se apresuró a explicar:—Pero ya no eras tú en ese momento, padre. La Sombra Voraz te había consumido casi por completo... —Su voz se quebró ligeramente mientras se encogía de hombros, como si intentara sacudirse el peso de esos recuerdos—. Intentaste matarme, me... torturaste durante días, alegando que el reino no necesitaba otro heredero. Pero antes de acabar conmigo, quisiste "jugar"... —La última palabra salió como un susurro estrangulado, repleto de un terror que ningún hijo debería experimentar a manos de su progenitor.Valdimir cerró los ojos con fuerza, con su rostro contraído en una mueca de dolor y repulsión hacia sí mismo, o más bien, hacia la versión de sí mismo que había cometido tales atrocidades. Aelina, por su parte, no pudo evitar cerrar sus ojos anegados de esas lágrimas que no pudo contener, mientras se cubría el rostro para ocultar la consternación que sentía por oír eso.—¿Esa herida en
Aelina, Valdimir y su hijo Erik se embarcaron en esa travesía que desafiaba los límites de lo que hasta ahora conocían. Sus cuerpos se desvanecieron en un instante, solo para materializarse en una dimensión que Aelina y mucho menos el Rey Lobo habían visto en sus vidas. Al abrir los ojos, se encontraron inmersos en un vacío etéreo, un espacio infinito de blancura inmaculada que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista. La ausencia de horizontes o cualquier punto de referencia creaba una sensación de desorientación absoluta. Sin embargo, bajo sus pies, una superficie invisible pero firme les proporcionaba un anclaje a ese mundo que sin duda alguna, no formaba parte de la realidad.En medio de aquel lienzo en blanco, una maraña intrincada de hilos se desplegaba ante ellos. Dorados resplandecientes, plateados relucientes y algunos escarlatas intensos se entretejían en el aire, formando una red compleja que parecía contener los secretos del universo. Cada filamento pulsaba con una
Erik se giró hacia Valdimir, quien observaba la escena con una mezcla de horror y comprensión dibujada en su rostro.—Yo... —Valdimir tragó saliva, su voz apenas audible— nací para ser un sacrificio.Aelina, sintiendo el peso de estas palabras, se acercó y tomó la mano de Valdimir entre las suyas, ofreciendo un silencioso consuelo.—Así es, padre —confirmó Erik, con su voz cargada de emociones contenidas.—Un sacrificio que salió mal —murmuró Valdimir, apretando sus manos con fuerza, como si quisiera aferrarse a una realidad diferente.La voz del hechicero Yakov volvió a llenar la estancia:—Cuando el niño nazca, realizaré el hechizo de transmutación de oscuridad. Siendo tan pequeño e indefenso, no debería presentar dificultad... acabar con su vida.El rey, con una frialdad que helaba la sangre, cuestionó:—¿Y si resulta más complicado de lo previsto?Yakov lo miró fijamente, con sus ojos reflejando décadas de conocimiento arcano:—Entonces deberán recurrir a la luz. Es lo único capaz
En ese instante, en aquel recuerdo imborrable, la sombra que ahora moraba en el recién nacido Valdimir se alzó como una bestia feroz, hambrienta de poder y recién liberada de su cuerpo donde había aparecido en ese siglo. Con una velocidad que desafiaba la comprensión, la sombra se extendió sobre el verdugo y el hechicero.El verdugo, un hombre fornido acostumbrado a enfrentar la muerte, palideció ante la visión de aquella oscuridad viva que se cernía sobre él. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaron un terror indescriptible antes de que la vida los abandonara. El hechicero, por su parte, intentó en vano invocar un hechizo de protección, pero sus palabras se ahogaron en un grito estrangulado cuando la sombra lo envolvió.En cuestión de segundos, donde antes había dos hombres, solo quedaban cuerpos inertes, con sus rostros congelados en una expresión de total horror. El Rey, con el rostro desencajado y perlado de sudor frío, apenas logró reaccionar. Aferrando a la pequeña princesa c
Valdimir, movido por un impulso paternal que raramente mostraba, se acercó a su hijo. Sus movimientos eran lentos, casi cautelosos, como si temiera que un gesto brusco pudiera quebrar la frágil conexión que se estaba formando entre ellos. Cuando finalmente llegó junto a Erik, lo envolvió en un abrazo protector, firme pero gentil.Erik, más bajo que su padre, ocultó el rostro en el pecho de Valdimir. Por un momento, pareció transformarse en un niño que busca el consuelo en los brazos de su padre. Las lágrimas fluían libremente, empapando la camisa de Valdimir, pero a ninguno de los dos parecía importarle.Aelina, con los ojos húmedos y el corazón desgarrado por el dolor de su familia, se unió al abrazo. Sus brazos rodearon a su esposo y a su hijo, formando un círculo de amor y dolor compartido. Por un instante, los tres permanecieron así, unidos en su dolor y en sus deseos de cambiar el destino que los acechaba.Finalmente, Valdimir rompió el silencio. Su voz, grave y controlada, resonó