Verdaderas caras.

Narra Jeremiah:

Me bajo en casa de Maritza junto con Adriana para no ser tan descortés de llegar hasta aquí y no saludar. Mis modales son demasiado fuertes y, aunque mi intención es ir directamente al trabajo a poner algunos asuntos en su lugar, prefiero hacer las cosas con calma para no ofender a mi suegra o a mi esposa. Lo que menos necesito ahora mismo son más conflictos innecesarios. Cinco minutos no harán la diferencia y de todos modos sé que tendré que ir a casa de Daniela porque probablemente no la encuentre en la oficina hoy sábado.

—¡Wow! ¡Qué guapos están! —Exclama Maritza al recibirnos en la puerta.

Una sonrisa despampanante se expande por toda su cara y extiende los brazos para fundirnos en un tremendo abrazo. Eso es lo más hermoso que tiene esta señora: su capacidad de ser cariñosa de una manera tan pura que se contagia

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