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Evan fue a la prisión, cuando vio a Raúl a través del cristal, estaba en la sala de visitas. Su mirada era decepcionada, no podía creer que él hubiese llegado tan lejos. —Evan… —dijo con mirada deprimente —¿Cómo pudiste llegar hasta aquí, Raúl? He pensado en ti, pero no encuntro ninguna explicación válida. ¿Querías dinero? ¿Por qué no fuiste abierto conmigo? Pude haberte dado lo que querías, si una sola vez hubieses sido sincero conmigo, pero elegiste este camino, no hay un retorno. —¡Perdóname, Evan! Él lo miró incrédulo. —Mi hijo casi muere por tu culpa, no podría perdonarte, no sé en el futuro, ahora, no quiero volver a verte, por el resto de mi vida. Él se levantó, salió de ahí. Raúl hundió la mirada, sollozando con dolor, enfrentando su destino. Un año después Evan llegó a casa, vio como su pequeño hijo caminaba hacia él, sonrió al ver lo grande que era, lo hermoso e independiente que se volvía, lo cargó, mientras Alba sonreía al verlo. ÉL besó los labios de Alba. La e
POV Alba: Espero a Evan, mi amado esposo está haciendo negocios en el banco del Villar. Él tiene mucho dinero, pero están creando juntos una estrategia para dar créditos a pequeñas empresas, e impulsar a crecer la económica tanto aquí como en Catalia. Estoy orgullosa de él, es un hombre bueno, generoso, es mío, y lo amo. ¿Cómo es que pude estar tan ciega y no valorar su amor? Tuve que perderlo para entenderlo, casi lo pierdo para siempre, la sola idea me hace estremecer. Él llega, y saltó a sus brazos, me recibe como a una pequeña cría, sonríe, esa sonrisa es siempre la más hermosa, vivo para verla cada día. —Te amo. —Te amo más —dice—. ¿Estás lista? Asiento con rapidez, y tomó mi bolsa, la sombrilla, estoy más que lista. ¿Has escuchado esa frase del que se enamora tarde, ama más? Bueno, soy esa persona ahora, aunque me siento amada, no lo puedo evitar. Subimos al auto, Arenville, Texas es un pueblo que parece estar olvidado por la mano de Dios, las cosas que se cuentan por a
—Hemos terminado, Alba, he dicho que ya no te quiero —sentenció Rhys con soberbia, tenía la barbilla altiva y los ojos severos.Alba tenía los ojos llenos de lágrimas, eso debía ser una broma, él no podía terminar con su amor.—Pero, ¿Qué dices, Rhys? ¡No puedes dejarme!—¡Ahora mismo lo estoy haciendo! —exclamó—¿Por qué? Merezco una explicación por todo el tiempo que te he amado —sentenció,Rhys miró sus ojos con firmeza.—Porque… he conocido a otra mujer y me enamoré de ella con locura, te dejé de amar solo con verla —dijo con un titubeo en su voz.Los ojos de Alba se abrieron tan grandes y una decepción se formó en su rostro, Rhys supo que le rompió el corazón.—¡Te odio, Rhys! Juro que ya no te quiero, ni hoy, ni nunca —sollozó furiosa y se fue corriendo, él bajó la mirada, cuando la alzó para verla su figura se alejaba entre los campos verdes, mientras sus ojos se empañaban entre sus propias lágrimas.Alba corría de prisa, con el dolor en su corazón, corría como si fuera persegu
Evan estaba sentado sobre su escritorio en su despacho, esa casa era suya, pero no era su domicilio permanente, bebió un trago de licor, y escuchó aún el grito de la chica.Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios.«¿Así que no se cansará de gritar?» sonrió malicioso, sabiendo que debía estar asustada, se preguntó por lo que hacía, y cuando sintió que recuperaba la conciencia, fue de nuevo a la habitación.Había que reconocer que Evan Santori era muy orgulloso, y egocentrista, odiaba los agravios a su persona, perdonar no le era nada fácil.Cuando abrió la puerta, la chica estaba furiosa, se lanzó contra él, casi intentó arañarlo, pero su fuerza la superó, él tomó sus manos, poniéndolas contra su espalda, mientras su cuerpo se pegó al de él, pudo ver su rápida respiración, Alba vio su rostro en todo su esplendor; tenía ojos grandes y celestes, sus labios eran gruesos, y una quijada cuadrada, barba espesa, oscura como sus cabellos, era un hombre atractivo, sí, debía reconocerl
—¡Madre, tienes que ayudarme, por favor! ¡te lo suplico! ¡van a matarme! —chilló Román a su madre, en cuánto llegó a casa. Antonella escuchaba los ruegos de Román, mirándolo con rabia, con frustración, pero sobre todo con temor. —¡Cállate! Si despiertas a tu padre, nos matará a los dos, algo se me ocurrirá, ¿Cuánto dinero es? —Cincuenta mil euros. Antonella casi se desmayaba, era demasiado dinero para una simple apuesta. —¡Eres un imbécil! Mira lo que has hecho. —Mami, ¡Por favor, sálvame! Antonella sintió el abrazo de su hijo, y se conmovió, sabía que debía ayudarlo, lo haría porque si algo malo le llegaba a suceder, no lo podría soportar. —Llamaré al señor Sáenz, él podrá prestarnos el dinero. —¿Y cómo se lo pagaremos? La mujer pensó. —Alba, ya va siendo hora de que esa carga rinda algo de frutos, la hemos criado estos años, ahora solo es un peso para nosotros, será mejor que ella nos sirva para librar deudas. —¿Qué harás, madre? —exclamó Román, confuso. —Se casará con
—Yo… no sabía que usted trabajaba aquí. Evan frunció el ceño confuso. «¿Ella cree que soy solo un empleado? Bueno, veamos cómo actúa si soy un simple empleado», pensó, estaba ansioso por conocer un poco más de ella, su mirada lo delataba, ella le gustaba, pero Alba tan ensimismada, ni siquiera podía notarlo. —Sí, aquí trabajo, y bien, ¿Qué te trae por aquí? ¿Acaso viniste a agradecerme? La mirada de la chica de pronto se endureció, sonrió al notarlo. —He venido a vender esto. Ella abrió su mano y puso sobre la mesa esos objetos. Evan arrugó el ceño, pero cambió su gesto, no quería dar a notar nada que pudiera ofenderla, porque a simple vista notó que eran solo unas baratijas, no era algo que el banco Santori pudiera comprar. Aunque eran de oro, no eran nada importantes, y a lo mucho podría valer menos de cien euros. Evan titubeó, sin que ella pudiera darse cuenta, ofreció una cantidad al aire, no era tan despreciable, menos para los objetos que la chica traía, sin embargo, la v
Alba salió con el dinero, se lo dio a Marisa. —Debo ir a un encargo, por favor, ve a casa, volveré más tarde. Marisa la miró incrédula. —¡No! Mi niña, si anda sola por ahí, su tía me mata. —¡Obedece, nana! Por favor. Marisa respiró y asintió. Luego la vio partir. Alba caminó hasta el cuartel, fue difícil que pudiera entrar, pero ella conocía a algunos miembros, Rhys era un cadete, estaba por volver al frente en la guerra del Mediterráneo contra Catalia. Ella nunca quiso que volviera a la guerra, ahora quería verlo, solo una vez más, convencerse de que ya no la amaba, que no le importaba. Un joven se acercó a ella. —¡Alba! Estás aquí por la noticia. Ella se quedó perpleja. —¿Noticia? ¿De qué hablas? El joven comprendió su ignorancia, y lamentó ser él quien diría esa mala noticia. —Quiero ver a Rhys, por favor, dile que estoy aquí. Ella sabía que Rhys amaba el ejército, habían peleado porque él desertara, ella temía que algo malo le sucediera, pero Rhys nunca la obedeció.
Alba retrocedió, sintió que un nudo apretaba su garganta. —Quiero dos millones de euros, es mucho dinero, ¿Estará dispuesto a pagar tanto por Alba? Evan se levantó y lo miró —Yo estoy dispuesto a pagarlo por Alba. Ni en sus sueños más salvajes, Francisco, creyó que su sobrina valdría tanto, ahora supo que pudo pedir más. Alba dio la vuelta, sentía que temblaba, lágrimas corrían por su rostro. «¡Soy una mujer! ¡Soy un ser humano! ¿Comprarme? ¡Maldito! Yo no soy un animal o un objeto que comprar» —¡Mi niña! —exclamó Marisa al verla en el jardín sollozando. —Esta vida es un infierno, la odio. —No digas eso, por favor, Alba. —¡Rhys ha muerto! Marisa se quedó perpleja, sus ojos se abrieron enormes, luego se llenaron de lágrimas. —¡Dios mío! —la abrazó. —Murió en la guerra, ¡Me dejó sola! Y, además, ese hombre, ese maldito loco vino a comprarme, me quiere como su esposa, ¡Solo por ser millonario me comprará como si fuera un objeto! ¡Quisiera estar muerta antes que ser su esposa!