Alba salió con el dinero, se lo dio a Marisa.
—Debo ir a un encargo, por favor, ve a casa, volveré más tarde.
Marisa la miró incrédula.
—¡No! Mi niña, si anda sola por ahí, su tía me mata.
—¡Obedece, nana! Por favor.
Marisa respiró y asintió. Luego la vio partir.
Alba caminó hasta el cuartel, fue difícil que pudiera entrar, pero ella conocía a algunos miembros, Rhys era un cadete, estaba por volver al frente en la guerra del Mediterráneo contra Catalia. Ella nunca quiso que volviera a la guerra, ahora quería verlo, solo una vez más, convencerse de que ya no la amaba, que no le importaba.
Un joven se acercó a ella.
—¡Alba! Estás aquí por la noticia.
Ella se quedó perpleja.
—¿Noticia? ¿De qué hablas?
El joven comprendió su ignorancia, y lamentó ser él quien diría esa mala noticia.
—Quiero ver a Rhys, por favor, dile que estoy aquí.
Ella sabía que Rhys amaba el ejército, habían peleado porque él desertara, ella temía que algo malo le sucediera, pero Rhys nunca la obedeció.
—Lo siento mucho, Alba, ayer nos dieron la noticia, Rhys y otros chicos fueron en un convoy rumbo a la frontera, fueron alcanzados por una bomba, Rhys no sobrevivió.
Ella negó asustada, lágrimas calientes rodaron por sus ojos, sintió que tenía un hueco en el estómago, un dolor golpeando su corazón.
El hombre fue llamado, y tuvo que dejarla, disculpándose.
Alba sentía que no podía más, tal vez Rhys le rompió el corazón con su desamor, pero, ella no podía creer que ahora ya nunca más volvería a verlo, que estuviera muerto.
«Nunca más lo veré en esta tierra», pensó sollozando.
Caminó de vuelta a casa, una lluvia comenzó a caer, empapó su cuerpo, aún no era de noche, zigzagueó, sintió que ya habái perdido el rumbo.
De pronto, escuchó un auto pasar a su lado, se detuvo y escuchó una voz.
—¡Alba!
Esa voz le era familiar, cuando se giró, era él.
Evan no pudo creer que era ella, hasta que se detuvo.
—Alba, ¿Estás bien? —dijo al ver su rostro tan pálido.
Ella sollozó, él se acercó, de pronto sintió como ella se abrazó a su cuerpo, no pudo evitarlo, la sostuvo con todas sus fuerzas, escuchó su llanto.
La lluvia ligera refrescaba sus cuerpos.
El corazón de Evan se sintió pequeño, enternecido por ella. La abrazó a su pecho.
—Tranquila, estarás bien, estoy aquí —acunó su rostro para verla, estaban tan cerca.
Se miraron fijamente, él deseaba besarla, fue un impulso de su instinto, besó sus labios, en un ligero roce, sublime, estremeció el cuerpo de Evan, nunca se sintió de esa forma, como si por fin perteneciera a un lugar en el mundo.
Detuvo el beso, y Alba se desvaneció, era la segunda vez que ella caía en sus brazos.
—¿Acaso es una señal de que eres mía, Alba?
Evan llevó a Alba hasta su casa, se había informado a discreción de donde vivía, y de todo sobre ella.
Cuando llegaron ella despertó.
—¡¿Qué me pasó?! —exclamó, parecía estar en pánico.
—Tranquila, Alba, te encontré a medio camino, te veías tan mal, te traje a casa.
Ella miró y asintió.
—Gracias… —se sintió como una tonta cuando no recordó su nombre.
—Evan —dijo él recordándoselo, y de pronto, en ese instante, supo, con decepción, que él no era nada para ella.
—Gracias, Evan, por salvarme por segunda vez.
Sus palabras fueron como un aliciente en su pecho, ella no podía saberlo.
Bajaron del auto y él la acompañó, entraron a casa, pero, apenas entró, Francisco la sujetó de los cabellos, gritando y lastimándola.
—¡Déjala! —gritó Evan enfurecido, el hombre se detuvo
—¡¿Y tú quién eres?! —exclamó Francisco rabioso
—Evan Santori, soy el dueño del banco Santori.
El hombre palideció, y titubeó.
—Bienvenido, señor, lamento esto, estamos en un problema familiar.
—Sí, pero, no puedo permitir que lastime a su sobrina.
—No sucede nada, es que tengo a una sobrina muy rebelde —dijo Francisco mirándola—. Ve a tu habitación, Alba.
Ella hundió la mirada, subió de prisa.
—Lo siento, esto no volverá a repetirse.
Evan no creyó en el hombre, pero supo que no podía hacer más.
Se despidió y salió de ahí, irse le pesaba, angustiado por Alba.
Marisa corrió tras él, deteniéndolo al instante.
—¡Mi señor!
Se detuvo al mirarla tan desesperada.
—Marisa, dígame.
—¡Por favor, se lo suplico! —la mujer se arrodilló ante él. Evan la miró incrédulo—. ¡Salve a mi niña Alba!
—¿Qué…? ¡¿Qué es lo que pasa con ella?!
—Mi niña será vendida a un miserable hombre maltratador de mujeres, la obligarán a casarse, ¡Tenga piedad de ella!
Evan ayudó a la mujer a erguirse.
—¿Cuándo? ¿Cómo? —exclamó desesperado
—Mañana la llevarán al registro civil, por favor, ¡Ayúdela! Yo sé que ella no le es indiferente, ella será una buena esposa, ¡por favor, cásese con ella!
Los ojos de Evan se abrieron enormes, ¿Cuántas veces esa idea no pasó por su mente? Era como una fantasía efímera, pero ahora, esa mujer la volvía realidad en su mente.
—Pero, ella no me ama…
—¡Lo amará, usted será su salvador! ¿Cómo no podría amarlo? ¡Lo amará en cuánto lo conozca!
Alba se miró frente al espejo, recordó que Rhys Norman, su amor, estaba muerto. Sintió que algo en su interior también estaba muerto, no se reconocía.
Bajó la escalera, estaba decidida, iría al despacho de su tío, le diría cosas horribles, todo lo que calló, buscaba que la golpeara, incluso hasta la muerte, ya nada le importaba. Pensó que cualquier cosa era mejor que su oscuro destino.
Pero, al llegar al filo de la puerta entreabierta, escuchó esa voz y vio a ese hombre de pie, frente a su tío.
—¿Está sugiriendo que yo estoy vendiendo a mi propia sobrina?
—Conmigo no finja sus escrúpulos, ambos sabemos que el dinero es lo único que le importa.
—¿Qué es lo que quiere?
—Póngale un precio —dijo Evan con voz severa y fría.
—La venderé por mucho dinero, comprenderá que no puedo perder este buen negocio —aseveró perverso.
Evan sintió asco de él.
—¡Ponga el precio! ¡Yo compraré a Alba! La compraré como mi esposa, no me importa cuánto dinero sea, lo pagaré —sentenció.
Alba escuchó esas palabras, sintió miedo de saber que sería la esposa comprada de ese millonario.
Alba retrocedió, sintió que un nudo apretaba su garganta. —Quiero dos millones de euros, es mucho dinero, ¿Estará dispuesto a pagar tanto por Alba? Evan se levantó y lo miró —Yo estoy dispuesto a pagarlo por Alba. Ni en sus sueños más salvajes, Francisco, creyó que su sobrina valdría tanto, ahora supo que pudo pedir más. Alba dio la vuelta, sentía que temblaba, lágrimas corrían por su rostro. «¡Soy una mujer! ¡Soy un ser humano! ¿Comprarme? ¡Maldito! Yo no soy un animal o un objeto que comprar» —¡Mi niña! —exclamó Marisa al verla en el jardín sollozando. —Esta vida es un infierno, la odio. —No digas eso, por favor, Alba. —¡Rhys ha muerto! Marisa se quedó perpleja, sus ojos se abrieron enormes, luego se llenaron de lágrimas. —¡Dios mío! —la abrazó. —Murió en la guerra, ¡Me dejó sola! Y, además, ese hombre, ese maldito loco vino a comprarme, me quiere como su esposa, ¡Solo por ser millonario me comprará como si fuera un objeto! ¡Quisiera estar muerta antes que ser su esposa!
Alba entró a la casa, su tía tomó su mano con fuerzas, ella miró su rostro. —¿Así que te casas con un millonario? ¡Por lo visto eras una falsa mosquita muerta! En realidad, eras una trepadora. ¿Y el noviecito que tanto decías amar? Alba se liberó de su agarre, que le recordara Rhys dolía en su corazón. —¡Cállese! ¡No hable de él! ¡Él está muerto! Antonella la miró impactada. —Mira que ventajoso, muere y caes en las manos del hombre más rico de la ciudad, miserable arribista. ¡No te lo creo! —¡Cállate! —gritó Alba con rabia La mujer golpeó su rostro, Alba sollozó. —¡Aún vives en mi techo, rebelde! Y mientras así sea, seguirás respetándome. Alba se levantó, la miró con odio y se fue. Francisco detuvo a su mujer cuando iba tras Alba. —¡Déjala! ¿Acaso no dije que debíamos llevarnos bien con Alba y su marido? Si ella le habla mal de nosotros a ese hombre, en un futuro, podría no ayudarnos en nada. —¿Acaso no la compró por una gran fortuna? —¿Crees que dos millones de euros serv
Llamaron a la puerta, y Marisa abrió, suspiró aliviada al ver a ese hombre llegar.—Hola, Marisa, ¿Cómo está?—Bienvenido señor Evan, estoy feliz de verlo aquí. Adelante.—Le presento a mi primo Raúl. Ella es la nana de mi prometida.—Un placer —dijo Raúl, pero Marisa pudo ver su mirada altiva, algo vio en ese hombre, algo que no era positivo.Pronto apareció Francisco Bertolli, saludándolos con gran familiaridad, también apareció Román.—¡Bienvenido, cuñado! Bueno, ya que, para mí, Alba es mi hermana, tú serás mi cuñado.Evan sonrió, pero con falsedad, él no creía que considerara a Alba una hermana, menos sabiendo el tormento que la hacían pasar.Antonella apareció y les indicó que la cena estaba lista.Fueron al comedor, y Alba estaba ahí, ayudando a poner la mesa, ella no quería mirar a ese hombre, sintió que era demasiado para su corazón verlo, sobre todo cuando no dejaba de pensar en Rhys. Alba se sentía como atrapada por un mundo irreal, donde todo le salía mal.—Siéntate, Alba,
Alba se alejó al instante, Evan esbozó una sonrisa tierna, pensó que se debía su timidez. —Ya me voy, pero mañana volveré para verte, te extrañaré, duerme tranquila. Él tocó su mejilla con sus dedos, en una suave caricia, apenas lo hizo, un rubor cubrió las mejillas de Alba, él se alejó, lo vio irse. Cuando se giró a mirar por el portón vio a ese hombre asqueroso, era Pedro Blanco, que le lanzaba besos desde otra esquina de la calle. Alba sintió desprecio solo de verlo, lo odió, era su culpa, y de Antonella y Francisco, todos ellos la querían casar a fuerza con un hombre que ella no conocía, ni amaba, y que ahora la besaba. Corrió adentro, hasta su habitación, su corazón dolía, pensando en que nunca sería la misma. Se miró al espejo, tocó sus labios, recordó esos besos. ¿Por qué la había besado? Pensó en Rhys, sus besos dulces y tiernos, siempre tan bueno: «¿Por qué me dejaste con tanta crueldad? No parecías tú mismo, Rhys, ¿Cuándo apareció esa mujer? ¿Antes de que fueras al fre
Bajaron del auto, y entraron a esa casa, era una preciosa mansión. Alba ya la conocía, Marisa estaba impresionada. La empleada les indicó cuales serían sus habitaciones, una a lado de la otra. —Gracias, señor Evan, es usted muy bueno —dijo Marisa, ella dio un ligero codazo a Alba, quien lo miró. —Gracias —dijo con suavidad. Cada una entró en su habitación. Alba miró alrededor. «¿Acaso no le he pagado con ese beso?», Alba tuvo que limpiar su boca al recordar, sus ojos se abrieron y se cerraron, se miró al espejo, pensó en Rhys, si cerraba los ojos aún podía recordarlo, como si su rostro estuviera ante ella. Alba se puso su vestido de dormir, lo intentó, no pudo dormir, se levantó de la cama, caminó de un lado a otro, no podía respirar, necesitaba aire puro, abrió la ventana hacia el balcón, pudo respirar de nuevo, miró la noche estrellada, su mirada era nostálgica, perdida en la nada. —¿Alba? Esa voz la sacó del trance en que estaba, abrió ojos enormes, se asustó y lo vio, era
Al día siguiente, fueron a desayunar. Evan las esperaba. Tenía una sonrisa feliz, miraba a Alba que le desviaba su mirada.—Bueno, no vamos a detener los planes de boda de ninguna manera, así que, hoy iré a la iglesia, Marisa, ¿Podría ayudarme a ir con Alba a comprar el vestido de novia?—¡Claro que sí!—Maravilloso.Alba no dijo nada parecía como un zombi. Raúl la miró severo.—Raúl, ¿Podrías llevarlas, por favor? Antes de que llegues a la oficina, y dales una tarjeta de crédito, pueden comprar lo que sea, no importa el costo.Alba lanzó una mirada de rabia contra Evan, que él no pudo ver, incluso sus manos se volvieron un puño de ira, solo Raúl lo notó, y frunció el ceño con duda.Antonella se quejaba de una falsa jaqueca, mientras se hacía la inocente.—¡Ese hombre se vengará de nosotros! ¡estoy seguro! dijo Francisco—¡Claro que no!—¡Cállate, Antonella! Es por tu culpa, ¿Cómo has podido vender a la virginidad de Alba al maldito Pedro Blanco?—¡¿Qué dicen?! ¿Hiciste algo así, madr
Alba se alejó, la puerta se abrió, y Marisa entró angustiada. —¡Mi niña! —corrió a abrazarla, Marisa vio su ropa desgarrada—. ¿Qué pasó? Alba la llevó consigo a la habitación. Evan estaba ahí de pie, con ojos severos. —¿Por qué no me avisaste cuando Alba salió de la tienda de novias? Raúl se quedó perplejo. —¿Cómo lo supiste? —¿Acaso crees que después de lo que pasó estaría sin vigilarla? —Evan, ¡Estás obsesionado con esa mujer! Y déjame decirte que… ¡Ella no te ama! Los ojos de Evan se abrieron enormes, pudo ver como sus pupilas brillaban de rabia. —¡No te metas en mis asuntos, Raúl! —exclamó Evan con fastidio—. Me caso el próximo viernes —sentenció. Evan subió la escalera. Raúl corrió al despacho, tomó el teléfono, llamó con rapidez, escuchó que las llamadas eran desviadas, luego llamó de nuevo al crucero. —¡Me urge localizar a la señora viuda de Santori! Avísenle que la llamó Raúl Santori. Colgó la llamada, se sintió desesperado —¡Miranda, Piama! ¿Dónde carajos están?
Los días pasaron rápido. Pronto, Alba se encontró en la noche antes de la boda. Evan la invitó a salir con él, y se negó, dijo que estaba muy nerviosa, y más tarde él salió con Raúl. Alba no podía creer que estaba ahí, justo en medio de la noche, mañana sería la esposa de otro hombre, uno que no conocía, uno que no amaba. Rhys estaba muerto, como sus sueños. Miró su reflejo, sintió un dolor que no soportaba. Tocaron a la puerta, tuvo miedo de abrir, ¿Y si era él? —¿Alba? Esa voz no era de Evan, limpió las lágrimas de sus mejillas, y abrió. El hombre entró rápido. —¡¿Qué hace?! ¿Qué es lo que quiere? —Escucha, ¿Quieres irte? Sé que no quieres casarte con Evan, sé que te está obligando. Alba lo miró incrédula, el hombre sacó un fajo de billetes, se los puso en la mano. Ella le miró sorprendida. —Pero… —¡Vete! lárgate, sé libre, ¿No es lo que quieres? —Pero, mi nana… —¿Tu nana? ¡Qué importa! Tonta, nadie va a vivir por ti, ¿Prefieres casarte con un hombre que no amas? Quizas