Carlotta, sintió un leve dolor en el cuello, se giró tratando de encontrar una mejor posición, por un momento se le olvidó que estaba durmiendo en el sofá y cayó de bruces en el suelo, un pequeño gemido salió de sus labios, giró la vista a ver si Sandro se había despertado, pero este seguía dormido,
Ante la pregunta de Sandro, Mike miró al abogado, ambos se veían un poco nerviosos. Porque los dos conocían al joven y sabían que no le gustaba que tomaran decisiones sin decirle previamente, por eso respondieron nerviosos. —Ehm, nada —balbuceó Mike y su abogado carraspeó molesto, mirando al joven
La noticia fue como un jarro de agua fría para Carlotta, sus ojos se llenaron de lágrimas al sentirse traicionada por su propio padre. ¿Cómo podía pedirle algo así? No quería casarse con un hombre que no amaba y que ni siquiera conocía, era algo por completo contrario a su forma de pensar.Enseguida
—¿Sabes que no siempre podrás protegerme? —interrogó ella con un tono melancólico.—Por eso, he estado haciendo entrevistas, hasta he sacado sus perfiles psicológicos, su trato con los demás, relaciones anteriores, si aman a los animales, y ese chico a quien escogí cumple con todos los requisitos, a
El hombre dejó caer la cabeza con los ojos cerrados. Se llevó el vaso a los labios, lo sintió caliente y bebió de una sola vez el trago de whisky, profundo y ardiente, bajando por su garganta.Sandro sacudió la cabeza y escupió sus palabras.—¡Mierd4 Sandro! ¡Te enamoraste de la enana siniestra! ¿Có
—No sé cómo sucedió, tampoco pensaba enamorarme, de hecho creo que nunca lo había hecho, siempre me han gustado todas las mujeres, altas, bajas, rubias, castañas, pelirrojas, pelinegras, desde los dieciocho años hasta los treinta y cinco, siempre he pensado que en la variedad está el gusto —dio un g
El cuerpo de Carlotta comenzó a temblar, dejó de prestarle atención a lo que le decía la mujer al otro lado de la línea, la rabia, la impotencia, la tristeza, la decepción hacia sí misma la inundaron, tanto así que su celular terminó cayéndose, aunque para su buena suerte, antes de que se estrellara
—No —pronunció al mismo tiempo que negaba con la cabeza—. Lo siento Sandro, gracias por ofrecerme tu ayuda, pero no puedo aceptarla. No me siento cómoda ante la idea de deberte dinero, ¿Cómo podría mirarte a los ojos sabiendo que te he costado dinero? No, no quiero ser una carga para ti. La joven i