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Al día siguiente.La familia se encontró en el desayuno.Enrique lanzó una mirada severa contra Amaranta, pero ella ni siquiera se dignó a mirarlo, y eso hizo que el hombre odiara màs.Luego del desayuno, Jerónimo pidió que alistaran todo para la cacería.—Todos deben participar, excepto las embarazadas, que quiero que vayan hacia el lago, donde las estarán esperando para que arreglen el picnic que disfrutaremos para celebrar al mejor cazador.—Yo prefiero ir con mi esposa, padre…—Jorge, no, hijo, por favor, ven conmigo, como en los viejos tiempos.Jorge frunció la boca.—Ve con èl. La niñera estará con Luca, y te veré para el picnic.—Además, caminar ayudará al embarazo, eso dijo mi ginecólogo —dijo Mónica.Mariza la mirò con recelo.—Bueno, vamos a cazar —dijo Silvia—. No soy muy buena en la cacería, pero seguro que no seré la peor. Eso será Amaranta, como siempre.Amaranta rodó los ojos sin hacer caso a Silvia.Pronto, los hombres tomaron sus armas, se pusieron los chalecos anti
Mariza estaba muy asustada. Mónica estaba en la zanja, gritaba y sufría.—¡Ayuda! —lloriqueaba adolorida.—Tranquila, por favor, todo va a estar bien. Espera aquí, iré por ayuda.—¡No! —gritó—. No te atrevas a abandonarme aquí, Mariza, seguro de que quieres matarme, ¡me has empujado! Si mi bebé muere, ¡será tu culpa! ¡Asesina!Mariza estaba perpleja ante las palabras de esa mujer enloquecida—¡¿Qué…?! Yo no te hice nada, reacción, Mónica, podría dejarte aquí. Si te controlas, no hay forma en que vengan a ayudarnos, déjame ir por ayuda.—¡Me dejarás morir aquí!Mariza negó.—No lo haré, y no te queda màs que confiar en mí, si los papeles fueran distintos, ¿acaso me dejarías ahí?La mujer titubeó.—No respondas nada, mujer, traeré ayuda; a diferencia de ti, yo no tengo la sangre helada para dejarte aquí sin ayuda, menos cuando sé que esperas un hijo como yo.Mariza se dio prisa en irse. Mónica aún gritó su nombre, maldiciéndolo.***Amaranta dio la vuelta, dejando atrás a la mujer.—¡Vu
Jerónimo separó a sus hijos.—¡Por favor, paren! No ven que ahora Mónica nos necesita.Enrique se alejó de Jorge y corrió hacia Mónica que estaba llevada en la camilla.Silvia apuntó a Mariza.—Si dañaste a mi nieto, juro que pagarás por esto.Mariza no dijo nada, estaba temblando.—¡Cállate! —gritó Jorge. La mujer no dijo nada y fue con su nuera y su hijo.Jorge acunó el rostro de su esposa.—No hagas caso, mi amor, tú no has tenido ninguna culpa en esto, vamos a casa, debes descansar.—¡No hice nada, lo juro, Jorge! Créeme por favor.Jorge la abrazó a su pecho.—Sè que no hiciste nada, amor, esto fue un accidente, no te angusties por nada, todo estará bien.***En el hospital.Mónica fue llevada a la sala de urgencias obstétricas; debían revisarla de inmediato.Ella sollozaba, se quejaba del dolor, tenìa mucho miedo.Enrique fue tras ella, pero no le dejaron ir màs allá.—¡Debe esperar! —dijo el doctor, pero Enrique le tomó por el cuello.—¡Deben salvar a mi bebé! Ese niño vale muc
Cuando el doctor salió, Silvia lo atosigó con mil preguntas.—El bebé, está desarrollándose bien, no perdió el embarazo, pero ahora deberá estar en reposo absoluto, por lo menos hoy y mañana estará aquí en el hospital.Silvia y Enrique pudieron por fin respirar profundo, sintieron alivio.—Sin embargo, la paciente quiere llamar a la policía.Enrique estaba dudoso.El doctor los dejó solos.—¡No puede denunciar este hecho!—¿Y por qué no? —exclamó Silvia.—¿Quieres que descubran que fueron ustedes quienes hicieron esa zanja y la camuflaron para que, ¿Mariza cayera, pero en realidad Mónica tuvo la mala suerte de caer ahí, antes?Silvia se puso nerviosa.—Iré a hablar con Mónica, vuelve a casa, y dile a Jerónimo que el bebé está sano, haz que sienta mucha compasión y culpe a la m*****a Mariza.Enrique estuvo de acuerdo y se fue.***Silvia entró en la habitación y observó a Mónica.Ella la miró a los ojos.—Mi bebé vive, aún tengo al heredero conmigo —dijo sonriente.—Mónica, no puedes
En el hospital.Los policías llegaron. Silvia estaba nerviosa, pero no pudo detener a su nuera.—Mariza Santalla me lanzó a una zanja. Caminábamos a un picnic familiar, cuando de pronto se volvió loca, me humilló, ya que en el pasado su esposo fue mi pareja, además, cuando mi hijo nazca será el gran heredero de la fortuna Santalla, por eso esa mujer me dijo que quería matarme a mí, y a mi bebé, me lanzó sin piedad a la zanja, me dejó ahí, si no fuera por mi suegra que llegó, ahora estaría muerta.—Necesitamos la información de esa mujer, dónde podemos encontrarla.Silvia y Mónica dieron toda la información al respecto.Mónica firmó su denuncia y los policías se fueron.—Solo espero que esto no nos lleve a la ruina, Mónica.Mónica sonriò.—Si vamos a la ruina, te aseguro que Jorge y Mariza, irán con nosotros —sentenció la mujer.***Amaranta luchaba contra la fuerza de ese hombre. Le miraba con rabia, no podía alejarlo.Lo amó mucho, pero ver lo que le hacía, esta vez le produjo asco.
—¡¿Qué has dicho?! Padre, ¡no puedes hacerme esto! —exclamó Enrique.Jerónimo le mirò con ojos feroces.—¡Claro que puedo hacerlo!—¡Mariza me hizo daño! ¿De veras la preferirás sobre mì? —exclamó Mónica.Amaranta y Diego escucharon el escándalo. Amaranta estaba muy feliz.—¡Ya lo escucharon! Retiren la denuncia, solo así podrán volver a ser considerados en mi herencia; de lo contrario, será el fin.—¡Jerónimo! ¿Cómo puedes ser tan cruel? —exclamó Silvia, casi chillando de rabia.El hombre sonriò.—Esa es mi última decisión, Silvia, será mejor que la aceptes o hasta a ti te echará de mi lado.—¡Jerónimo!—Sáquenlos de aquí —dijo con mucha seguridad.Enrique mirò a su padre con rabia.—¡Está bien! Haremos lo que quieras.—¡No! —exclamó Mónica—. Esa mujer seguramente parirá a un bastardo, y la defiende, Jerónimo.Jerónimo mirò a Mónica con rabia.—Tampoco estoy tan seguro de que tú tendrás a mi nieto, podrías parir un bastardo.Mónica pasó de la rabia al dolor, las palabras de ese hombr
Un silencio casi sepulcral invadió en la mesa, se miraron unos a otros.Amaranta tocó su pecho, tuvo un miedo atroz.Las manos de Diego temblaban al ver esa imagen, luego mirò a Amaranta, la decepción en su mirada hizo que la mujer temblara de miedo.—¡No! Escúchame, Diego.Amaranta quiso tocarlo, pero èl se alejó.—¿Fue con este hombre con que escapaste? —exclamó Diego.Amaranta tembló, no sabía qué decir.—¡Claro! —exclamó rabioso, recordando todo—. ¡Dijiste que era un hombre casado, que te engañó!Enrique estaba asustado, de pronto, Diego se le fue encima.Diego y Enrique pelearon a golpes, pero Enrique fue quien recibió los peores remanentes.Jorge los detuvo.—¡Cálmense!Diego mirò a Amaranta con rabia.—¡¿Cómo pudiste?! —exclamó.El hombre se alejó de ahí.Amaranta intentó irse, pero Jerónimo la detuvo.—¡Amaranta! ¿De verdad hiciste esto?Amaranta hundió la mirada con tristeza.—Perdóname, tío, sí, pero no fui su amante. Yo amaba a Enrique, èl me secuestro el día de mi boda, lue
Enrique se fue de casa horas antes. Silvia intentó interceder por él, pero no lo consiguió. La mujer no fue capaz de irse.Mariza y Jorge caminaban por los jardines.—No me puedo creer que este viaje se arruinará así.—Estoy angustiada por Amaranta, Jorge, ¿qué hará Diego?—Intenté detenerlo, pero Amaranta decidió ir con èl.—Jorge, deberíamos irnos lejos, tengo miedo de todo esto.Jorge abrazó a Mariza, supo que ella tenìa razón, besó su frente y sus labios, sonrieron después al ver al pequeño Luca que jugaba con la niñera por los jardines.***Amaranta y Diego llegaron hasta su casa.Èl estaba enfurecido, ni siquiera quiso mirarla.Amaranta entró en su habitación, sollozó sin control, no podía creer que todo hubiese acabado así.Por la noche, Diego llegó a la habitación, estaba medio borracho.—Desnúdate.Ella frunció el ceño, confusa.—¡¿Qué dices, Diego?!—¡Que te desnudes, para eso sirves! ¿No? ¿O le preguntó a tu querido primo?Ella se levantó y pegó a su rostro.Los ojos de Dieg