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Mariza llamó a Jorge, e indicó que debía venir al hospital, ya que Amaranta estaba internada.Jorge estaba a punto de ir hasta ese lugar, cuando Diego entró en su oficina.—¡Dile a tu esposa que no vuelva a acercarse a mí!Jorge se levantó y fue por èl, tomando su cuello con fuerza.—¡¿Cómo te atreves?! No te metas con mi esposa, ¿qué le hiciste a Amaranta? ¿Por qué está internada en un hospital?Los ojos de Diego se abrieron enormes.—¡¿Qué?! Yo… no lo sabía, ¿Qué le ha pasado?—¡¿Qué le hiciste?!Diego tuvo terror al recordar donde la había dejado.—¿En qué hospital está?Jorge le dijo y salieron para allá.Jorge fue el primero en llegar, y Mariza lo abrazó.—Tiene una fuerte neumonía, el doctor dice que…Mariza vio a Diego con rabia.—¿Cómo está?—¿Cómo si te importara?—Necesito saber cómo está —sentenció.El doctor apareció. Detrás de èl, Enrique iba entrando, ya que él siguió a Jorge cuando lo vio salir tras el auto de Diego.—La paciente tiene neumonía, estamos revisando su evol
Amaranta y Diego salieron del juzgado. Jorge los mirò con duda.—¿Por qué están juntos, Amaranta?Ella se veía nerviosa.—Por favor, no te opongas, iré con Diego, haremos la prueba de paternidad; si sale negativa, le daré el divorcio, pero si es positiva, intentaremos arreglar esto.Jorge negó igual que Mariza.—¡Amaranta!—Ella ya tomó su decisión, además, no esperaremos al parto, en unas semanas podremos saber la verdad.Jorge mirò a Amaranta.—No estás sola, Amaranta, tienes una familia que puede protegerte.—Amaranta…—Es mi decisión.Mariza y Jorge no pudieron hacer, vieron a la mujer ir con ese hombre.Mariza estaba vuelta loca de rabia.—¡Es que no puedo creer que la haya convencido! ¿Amaranta perdió la razón?Jorge acarició el rostro de su esposa.—No te molestes tanto, puede hacerte daño, mi amor, está bien. Déjala que tome sus decisiones, estaremos aquí para ella.Jorge besó los labios de su esposa. Ella asintió.—Por cierto, debemos ir a donde el investigador, ¿si iremos?Èl
Amaranta estaba desesperada. No entendía lo que acababa de pasar, pero estaba cerca de Enrique, que brotaba sangre del estómago.—¡¿Qué has hecho, Diego?!—¿Lloras por tu amante? Dime, ¿o lloras por mí?Amaranta ordenó que llamaran a una ambulancia.—Diego, basta, mira lo que hiciste.—Me iré a prisión, al menos defendí nuestro honor.—Yo te necesito libre, así que no irás a ningún lado.Amaranta llamó a Jorge, estaba envuelta en llanto.Cuando llegaron los paramédicos, Amaranta dijo que fue una bala perdida, un accidente.Enrique fue trasladado al hospital.***En el hospital.Enrique fue llevado al quirófano, tenía aún la bala adentro.Amaranta y Diego llegaron hasta ahí. Diego comenzaba a darse cuenta de lo que había hecho.—Voy a decir la verdad.Amaranta acunó su rostro.—¡Te lo prohíbo! No lo hagas, por favor.Jorge llegó, estaba desesperado.—¿Qué pasó a Enrique?Amaranta tembló de miedo, pero antes de decir nada, Jorge habló.—Yo le disparé.Jorge le mirò impactado, estuvo a p
Al día siguiente.Mariza llevó a Luca al colegio, estaba por volver a casa. Cuando vio a Augusto en una calle, el hombre caminó hacia ella.Mariza rodó los ojos, intentó alejarse, pero fue detenida.—Mariza, ¿De verdad no quieres que hablemos sobre ese tal Charlie? ¿De veras dejarás así la historia de tu hermana?Ella no le hizo caso, subió a su auto y se fue.Al llegar a casa, encontró que había una visita.Un hombre estaba ahí.—Buen día, ¿Es usted Mariza Santalla?—Sì, ¿Quién es usted?—Soy un colega del señor Saldívar, que ejercía como su detective privado.Se dieron la mano y el hombre le mostró sus credenciales.—Lamento mucho la muerte del señor Saldívar.—Fue una desgracia, creemos que fue un asalto, todavía la policía investiga. Estoy aquí porque èl me encomendó entregarle este video. Lo teníamos antes de que él muriera, pero aun el dueño no nos lo entregaba. Es un video cerca del puente peatonal, del día en que su hermana eligió quitarse la vida.Mariza se estremeció al escuc
Amaranta la vio a través de la ventana, sus ojos se llenaron de lágrimas, lo vio irse.Así que se apresuró, limpió sus lágrimas. Tomó su maleta, y llamó a esa empleada con la que ya tenìa de su lado.—Le enviaré un mensaje, señora, en cuanto logre despistar a los guardias.Amaranta asintió.—Su taxi la esperará en la esquina de la privada.Amaranta le dio algo de dinero.La mujer bajò, habló con los guardias, comenzó a coquetear con ellos, hasta llevar al par de hombres lejos de ahí, sin que ellos vieran, abrió el portón.Luego envió ese mensaje.Amaranta lo leyó, ahora era libre, podía irse.Por un instante su conciencia la hizo dudar, pero cuando màs recordaba los desplantes de Diego, la forma tan cruel en que la trató, provocó que el enojo reavivara.«Ahora mismo debe estar con otra mujer», pensó.Amaranta salió de ahí, sin importar nada más, había dejado una carta para Diego.Pero, no podía quedarse, no sintiendo esa amargura de su corazón roto.Corrió hasta ver el taxi, subió y pi
Jorge llegó a casa, observó a su esposa, estaba recostada en la cama, al lado de Lucas, ambos estaban durmiendo.Jorge cargó a Lucas, y lo llevó a su pequeña cama. Le dio un dulce beso, y luego volvió a la recámara y se abrazó a Mariza.Ella lo confortaba, porque dolía ver como su padre siempre le menospreciaba.Mariza sintió su calor y se giró a verlo.—¿Qué sucede? Te ves triste.El hombre le sonriò.—Estoy bien, y todo es por ti.—¿Supiste algo de Amaranta?Jorge negó con tristeza.—Espero que muy pronto se comunique.Mariza acarició el rostro de su esposo, besó sus labios.***Amaranta sabía tomado el tren, estaba convencida de ir a la isla Palma, sabía que la vida en ese lugar era barata, esperaba tener algo de suerte, pues su dinero ahí rendiría màs.Además, su padre tenìa una pequeña casa de verano, ella tenìa las llaves, conocía a la cuidadora de esa casa.Aunque sentía miedo, por lo menos Jerónimo podría saber de ese lugar, prefirió arriesgarse.Bajó del tren, y pidió un taxi
Jorge colgó la llamada.Mariza y èl dejaron a Luca con la niñera y fueron hasta el hospital.Jorge no entendía como pudo pasar eso, incluso aunque estuviera enojado con su padre, no podía desearle algo malo.En el hospital.Al llegar, encontraron a Mónica sentada en un asiento; sollozaba como una niña.Miró a Jorge, intentó abrazarlo, pero èl se deslizó de su toque, aún la odiaba, y no quería tener ningún contacto.Silvia apareció de inmediato.—Supongo que estás feliz, si tu padre muere, es probable que no sepamos quién es el heredero.Jorge la mirò con rabia.—¿Es lo único que te importa, mujer? —exclamó casi mordiendo cada palabra con violencia.Mariza tomó la mano de su esposo, quería calmarlo, pero la verdad, no lo culpaba, Silvia le caía tan mal que podría aprobar que fuese golpeada, porque una palabra suya era una jaqueca.—¿Sabes que perdimos la empresa? Todo es culpa de esa prima tuya; me alegro de que no lleve una gota de sangre de mi hijo, ni de mì. ¡Amaranta tiene la culp
Jorge no soportó más, y entró en esa sala.—Basta de tonterías, quiero saberlo todo, ¿nos vas a robar la empresa? ¿La entregarás a los enemigos?Los ojos de Diego destilaban odio; sonrió burlón. —Todo depende de Amaranta. Si ella vuelve a mí, les devolveré la empresa; si no lo hace, entonces venderé las acciones a la competencia.Jorge le mirò con rabia, se le puso frente a frente, haz lo que quieras con la empresa, olvídate de Amaranta para siempre. Jorge salió de ahí. Estaba enfurecido y Enrique iba detrás de èl.—¡¿Es todo lo que harás, Jorge?! ¿Simplemente dejarás que nuestra empresa caiga en manos de ese hombre?Jorge le mirò con rabia.—Todo esto es por tu culpa, Enrique, no te hagas la víctima conmigo, así que, puedes trabajar en otra cosa.—¡¿Y papá?! —Deberá soportarlo. Pronto volvieron al hospital. Horas después, el doctor les indicó que la operación fue exitosa.Jorge y Mariza estaban felices, pero Silvia se acercó a ellos con palabras crueles.—¿Crees que tu padre está