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Jorge llegó a casa, observó a su esposa, estaba recostada en la cama, al lado de Lucas, ambos estaban durmiendo.Jorge cargó a Lucas, y lo llevó a su pequeña cama. Le dio un dulce beso, y luego volvió a la recámara y se abrazó a Mariza.Ella lo confortaba, porque dolía ver como su padre siempre le menospreciaba.Mariza sintió su calor y se giró a verlo.—¿Qué sucede? Te ves triste.El hombre le sonriò.—Estoy bien, y todo es por ti.—¿Supiste algo de Amaranta?Jorge negó con tristeza.—Espero que muy pronto se comunique.Mariza acarició el rostro de su esposo, besó sus labios.***Amaranta sabía tomado el tren, estaba convencida de ir a la isla Palma, sabía que la vida en ese lugar era barata, esperaba tener algo de suerte, pues su dinero ahí rendiría màs.Además, su padre tenìa una pequeña casa de verano, ella tenìa las llaves, conocía a la cuidadora de esa casa.Aunque sentía miedo, por lo menos Jerónimo podría saber de ese lugar, prefirió arriesgarse.Bajó del tren, y pidió un taxi
Jorge colgó la llamada.Mariza y èl dejaron a Luca con la niñera y fueron hasta el hospital.Jorge no entendía como pudo pasar eso, incluso aunque estuviera enojado con su padre, no podía desearle algo malo.En el hospital.Al llegar, encontraron a Mónica sentada en un asiento; sollozaba como una niña.Miró a Jorge, intentó abrazarlo, pero èl se deslizó de su toque, aún la odiaba, y no quería tener ningún contacto.Silvia apareció de inmediato.—Supongo que estás feliz, si tu padre muere, es probable que no sepamos quién es el heredero.Jorge la mirò con rabia.—¿Es lo único que te importa, mujer? —exclamó casi mordiendo cada palabra con violencia.Mariza tomó la mano de su esposo, quería calmarlo, pero la verdad, no lo culpaba, Silvia le caía tan mal que podría aprobar que fuese golpeada, porque una palabra suya era una jaqueca.—¿Sabes que perdimos la empresa? Todo es culpa de esa prima tuya; me alegro de que no lleve una gota de sangre de mi hijo, ni de mì. ¡Amaranta tiene la culp
Jorge no soportó más, y entró en esa sala.—Basta de tonterías, quiero saberlo todo, ¿nos vas a robar la empresa? ¿La entregarás a los enemigos?Los ojos de Diego destilaban odio; sonrió burlón. —Todo depende de Amaranta. Si ella vuelve a mí, les devolveré la empresa; si no lo hace, entonces venderé las acciones a la competencia.Jorge le mirò con rabia, se le puso frente a frente, haz lo que quieras con la empresa, olvídate de Amaranta para siempre. Jorge salió de ahí. Estaba enfurecido y Enrique iba detrás de èl.—¡¿Es todo lo que harás, Jorge?! ¿Simplemente dejarás que nuestra empresa caiga en manos de ese hombre?Jorge le mirò con rabia.—Todo esto es por tu culpa, Enrique, no te hagas la víctima conmigo, así que, puedes trabajar en otra cosa.—¡¿Y papá?! —Deberá soportarlo. Pronto volvieron al hospital. Horas después, el doctor les indicó que la operación fue exitosa.Jorge y Mariza estaban felices, pero Silvia se acercó a ellos con palabras crueles.—¿Crees que tu padre está
Al da siguiente.Jorge estaba con su padre; Jerónimo lucía tan triste.—¿Y cumplirá su amenaza? ¿Crees que sea capaz de vender la empresa a nuestros enemigos?Jorge no supo qué responder.—Es mi culpa por confiar en Enrique. Mira lo que hizo, casi perder nuestra empresa. ¿Y Amaranta… una decepción?—No lo es, Amaranta fue enamorada por tu hijo, tal vez ella ya no es una niña, pero, para Enrique, sì, además, èl la engañó, la secuestró, le hizo creer que no se casó, ¿para qué? Para no perder la herencia, ¿viste lo que has hecho con ese drama de la herencia, padre? ¿No te arrepientes de esto?Jerónimo dijo que sì, sus ojos eran llorosos. Jorge no pudo evitar sentir lástima.Salió de ahí, mientras su padre se quedó con la enfermera.Fue al jardín y vio a Mariza ahí, sentada con Luca.Luca pidió a Jorge que lo cargara y èl lo hizo, mientras el niño apuntaba a los pájaros en el cielo.Se sentó en el césped con su esposa.—¿Cómo sigue tu papá?—Mejor, ¿Cómo te sientes?Ella sonriò acariciand
Diego estaba por irse, sentía tanta rabia, cuando Silvia lo detuvo.—¡Hay una casa en la isla Palma, seguro que esa mujer está ahí! Búscala, y devuelve la empresa, ¡has hecho suficiente daño!Digo que se devolvió, había una esperanza brillando en su rostro.—¡¿Dónde?! Diga, ¿en dónde está? —exclamó.Jerónimo dio la dirección.—Diego, al menos sé un caballero, dinos, si la encuentras, debo pedirle perdón.Diego no dijo nada, salió a toda prisa.—¡Devuelve las acciones!—¡Cállate, mujer! —Jerónimo mirò a Enrique con profundo dolor—. Te quiero fuera de esta casa, solo vendrás el día que tu bebé venga a este mundo y a mi casa; mientras tanto, no quiero verte.—¡Padre, no me eches! Tú eres el culpable, tú me destrozaste la vida, me hiciste perder lo que amo. ¡Eres el peor padre del mundo!Los ojos del hombre se volvieron llorosos, pero ordenó a sus empleados que hicieran que Enrique se fuera de casa.***Jorge fue a la cama, Mariza ya estaba recostada, y èl se metió en la cama, y la abrazó
—¡No puede ser! ¡No es verdad! Revise bien, esta mujer ha ido a varias citas médicas, el doctor dijo que estaba todo bien, mi nieto debe estar en perfecto estado.La ginecóloga la mirò frustrada.—El bebé no está bien, presenta malformaciones, y, además, tiene un problema cardiaco congénito. El bebé no está bien, y no puedo garantizarles si nacerá y si sobrevivirá.Mónica sollozaba sin control.—¡Eres una estúpida! Ni siquiera sirves como una madre —Silvia quiso golpearla, pero la ginecóloga la detuvo.—¡Basta, señora! Váyase o llamaré a la policía.La mujer la miró con odio.—¡Soy una Santalla! Quita tus asquerosas manos de encima de mí.—A mí no me importa si es una Santalla o la hija de un diablo, márchese o la enviaré presa.Silvia se deshizo del agarre.—Si en cinco minutos no estás fuera de aquí, y vas conmigo, Mónica, juro por mis muertos que llamaré a Enrique y se divorciará de ti para siempre.Silvia salió. Mónica rompió en llanto.Sabía guardado la esperanza de que fuera fal
Al llegar al hospital, Diego llevaba a Amaranta entre sus brazos.—¡Está embarazada, por favor, ayúdenme!La pusieron en una camilla y la llevaron hasta una habitación. Mientras una ginecóloga la revisaba, el hombre tuvo que esperar afuera.—Llamen a la policía, vayan por esos hombres, que los encarcelen.Los hombres de Diego obedecieron.Diego no estaba en paz, caminaba de un lado a otro, tenìa mucho miedo.«Si no hubiera llegado a tiempo, Amaranta estaba en riesgo, y todo por mi culpa. Fui yo quien la llevó a esto, nunca podré perdonarme», pensó.***Enrique llegó hasta la casa, bajó de su auto, y vio la inundación, pero al escuchar a la policía, y ver ese auto, subió a su auto y se alejó un poco.«Esos hombres trabajan para Diego, estoy seguro de eso, ¿Así que vino por ella igual que yo? M*****a sea», pensó.Enrique esperó ahí, vio cómo sacaron a dos hombres de la casa y estos fueron arrestados.Luego decidió seguir a los hombres de Diego, intuyó que Amaranta estaba con èl, y si que
Diego salió de la habitación, estaba destrozado. El doctor le indicó que la ginecóloga volvería más tarde y revisaría a Amaranta. Luego de eso, entonces, ella podría ser dada de alta.El hombre fue hasta la cafetería, necesitaba calmarse, las palabras de Amaranta fueron como dagas en su pecho.«Merezco todos los insultos, he sido el peor de los idiotas», pensó.Amaranta intentó levantarse, aún escuchaba la tormenta caer.—Debo irme, no puedo seguir aquí, no quiero estar con él.Se levantó, se vistió con su ropa que estaba en un cajón, estaba dispuesta a marcharse. La puerta se abrió. Temió que fuera Diego, pero era peor. Enrique Santalla estaba frente a ella.—¡Amaranta! ¡Te encontré! —dijo con una sonrisa.***Mónica y Silvia estaban en la mesa del jardín, se miraban fijamente. Ninguna decía nada.—¿Cómo vamos a acabar con Jorge? —exclamó Mónica, empujando su cuerpo hacia la mujer y hablando en voz muy baja.Silvia lanzó un suspiro.—Él es el heredero de todo, pero, si se muere, ¿y qu